Por Julio Carpio Vintimilla
Los adelantos en vialidad son significativos. La administración pública se ha modernizado. La educación superior está empezando a cambiar. Hay mercados populares limpios y bien provistos y centros comerciales modernos. Se nota cierta transformación en las mentalidades y hábitos de la gente. Hay un moderado y general progreso … |
De pronto, el Ecuador ha cambiado de rostro. ¿Cuán de pronto? Digamos que en unos cuatro años. ¿Y por qué cuatro? Bueno, porque nosotros estuvimos aquí en el año 2009; y, directamente, no vimos lo que hoy se puede ver. Aunque, entonces, ya se tenía la vaga sensación de que algo empezaba a manifestarse; o, quizás, de que algo estaba por culminar. Es que había por allí una que otra señal… Hoy, en cambio, las dichas señales son abundantes y notorias. Mencionemos unas cuantas. Cuenca ha crecido mucho; talvez -- dadas sobre todo las condiciones naturales -- más de lo conveniente; y se ha complicado. Está bien. Guayaquil es otra ciudad, una metrópoli. Los adelantos en la vialidad nacional son muy significativos. La administración pública se ha modernizado en una medida considerable. La educación superior -- con iniciativas y emprendimientos discutibles, descuidos y arbitrariedades -- está empezando a cambiar. Hay mercados populares limpios y bien provistos y centros comerciales modernos. Se nota cierta transformación en las mentalidades y hábitos de la gente.
En fin, hay un moderado y general progreso; lo cual -- considerando el lamentable pasado reciente -- es también bastante que decir…
¿Pasado lamentable? Sí, señores. Acordémonos, a propósito, de las peores cosas. La gente más pobre dormía en las veredas para sacar una simple partida de nacimiento en el Registro Civil. Los mercados populares, casi sin excepción, eran inmundos. Las carreteras del país prácticamente no merecían tal nombre. Guayaquil era una ciudad sucia y caótica. Cuenca seguía siendo muy provinciana y bastante pobretona. Por otro lado, -- y a resultas de todas las deficiencias y todos los fracasos -- la inestabilidad política nacional era sólo comparable a la tan aguda y vergonzosa de los años treinta. En vista de ello, ciertos observadores extranjeros pronosticaban que -- de seguir en semejante curso -- el Ecuador terminaría siendo, en un corto lapso, un estado fallido. Estábamos, pues, metafóricamente hablando, casi en el mismo fondo del pozo. Pregunta aquí adecuada: ¿Y de qué modo logramos emerger o salir de él?
Bueno, en esto de la emergencia o la salvación está la clave del asunto de hoy. Un asunto más bien complejo… Abordémoslo, con una advertencia previa: No les haga usted mucho caso a los políticos, que se atribuyen la autoría de los buenos sucesos. (Recuerde que la cuasi izquierda, que hoy nos gobierna, ha tenido realmente una parte bastante grande de las culpas de la desgracia nacional. Lo que pasa es que no lo reconoce o no quiere reconocerlo. ¿Y sabe por qué? Pues, porque se cree impoluta, porque es distraída y desmemoriada, y porque carece de autocrítica. No recuerda, por caso, que -- desde aquella trágica revuelta guayaquileña de Noviembre de 1922 -- ella ha participado, en buena medida, en la conducción o desconducción del país.) Y, luego, precisemos: Los gobiernos pueden estimular o desalentar el desempeño de sus sociedades. Los recientes gobiernos chilenos son un ejemplo de lo primero. Los recientes gobiernos venezolanos son un ejemplo de lo segundo. Y la Revolución Ciudadana, del Ecuador, ocupa, en esto, un corredizo e incómodo lugar intermedio. Bien acotado: En el asunto de las obras, lo del gobierno actual es lo del Diablo. Algo es algo… (Claro, por supuesto, algo es algo; cuando, en un inmediato antes, los gobiernos no hacían prácticamente nada; y, en los casos peores, hasta deshacían lo ya hecho.) Y piense usted, además, que los cambios sociales importantes suelen ser como unas corrientes marinas de aguas profundas; que, en un determinado momento, llegan a mostrarse con claridad en la superficie y al aire. En otras palabras, queremos decir que el progreso ecuatoriano de hoy arrancó hace tiempo. Atribuirlo solamente a la Revolución Ciudadana, sería como afirmar que el Presidente Guillermo Rodríguez Lara creó la clase media del país… Sería ver nada más que el epifenómeno de la realidad, quedarse en las simples apariencias.
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Entonces, ¿qué pasó? Averigüémoslo. Veamos. ¿El pensamiento del presidente Correa podría decirnos algo al respecto? Hemos leído, con la debida atención, el libro ECUADOR: DE BANANA REPUBLIC A LA NO REPÚBLICA. Nos dice más bien poco… Y el Ecuador nunca fue realmente una república bananera. Sí fue y es, en cambio, un país agrícola diversificado. (Por ello, al revés de Venezuela, es casi capaz de autoabastecerse de alimentos.) ¿Y qué es eso de la NO REPÚBLICA? ¿Querrá decir, el autor, un estado medio ausente (prescindente, abúlico); o estará hablando -- como señalamos antes -- de un estado fallido? No lo sabemos… Bueno, avancemos -- para ver si tenemos mejor suerte -- por otro lado; por el lado de Osvaldo Hurtado. ¡Tampoco! Sus análisis rozan nuestro asunto, sin tocarlo en su centro. Y, a propósito, aquella afirmación, famosa, -- la de que adonde vaya la universidad, irá el país -- nos dice, ahora sí, algo nuevo e importante. Pero, paradójicamente, ha llegado a valer por el bulto del error que contiene. ¿Y sabe usted por qué erró el exmandatario? Pues, porque ya podemos notar, con claridad, en estos días, que las universidades, en general, -- haciendo la revolución -- iban por el camino de su propia ruina. Y esto mientras la sociedad ecuatoriana, muy al contrario y muy acertadamente, quería un cambio pacífico, ordenado y razonable; quería modernizarse y, en forma bastante espontánea, se ha modernizado; y lo ha hecho a pesar de los políticos, de los pedagogos, de los sociólogos y de los intelectuales. Como consecuencia de lo anterior, podemos sacar, en este punto y al mismo tiempo, dos conclusiones obvias e inesperadas. (1) La sociedad ecuatoriana tuvo que seguir -- con las lógicas dificultades -- su propio camino. (2) Las universidades estaban, disparatadamente, de espaldas a la sociedad. / ¿Qué les parece? A nosotros, que los ecuatorianos estábamos viviendo unas décadas de confusión y de patéticas desorientaciones.
Insistamos. Otra vez: ¿Qué pasó? Bueno, varias cosas. Para empezar, hemos tenido una clase media esforzada; un grupo social que logró superar la pobreza y la ignorancia. La educación general -- con muchos errores y flaquezas -- mejoró. El petróleo, quizás, en últimas cuentas, nos ayudara. (Nos financió. Pero ha creado también algo negativo: una mentalidad rentista y unas conductas malgastadoras y suntuarias.) Las remesas de los emigrantes, casi con plena seguridad, ayudaron a un sector popular y dinamizaron la economía. Al retornar, cierto número de emigrantes trajo ahorros, experiencias y habilidades. Hemos recibido una pequeña inmigración: colombianos, peruanos, cubanos, españoles, chinos… Bajó la tasa de crecimiento demográfico. Aumentó la población urbana. Hubo inversión extranjera. Apareció una clase empresarial mediana y pequeña. Los medios de comunicación colectiva -- sobre todo la televisión -- tuvieron un efecto demostrativo. (Cómo se vive en otros países. La prensa escrita, además, -- con todas sus limitaciones y muy a diferencia de la universidad y de varios partidos políticos -- promovió un aprecio de la libertad como valor y de los procedimientos democráticos como práctica civil.) Hubo varios gobiernos seccionales y municipales bastante competentes y honrados. Los indígenas y los afroecuatorianos adquirieron alguna educación, organización y espíritu de superación. Las cooperativas, entidades no gubernamentales y el voluntariado realizaron un buen trabajo…
¿Será, todo esto, suficiente para explicar nuestro progreso relativo? Esperemos que sí. ¿Y cuánto, de todo esto, se les puede adjudicar a los gobiernos? Para calcular que no mucho, no hace falta tener el ojo de un buen cubero… Concluyamos con Napoleón: No hay malos soldados; hay malos capitanes… La tropa cumplió… Y, también, entre bromas y veras, convengamos con los pujantes brasileños: Nuestro país, como el suyo, es capaz de progresar de noche; cuando los políticos están bajo las sábanas.
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