Dijo Borges que la democracia es nada más que una superstición estadística. Eso significaba -- en palabras interpretativas nuestras -- que es sólo y apenas el arte de hacer mayorías. A como dé lugar, como sea… Escéptico y desenfadado, un día, el notable escritor cometió un desliz: aceptó una invitación de Augusto Pinochet. (Y, así, chocó de frente con el muy hipócrita mundillo de lo políticamente correcto. Y, de hecho, anuló su posibilidad de ganar el Premio Nobel.) Bueno, Borges era -- más por su espíritu y su personalidad que por sus antecedentes familiares -- un aristócrata. Era un conservador, en el buen sentido del término. Por lo tanto, valoraba la autoridad social -- genuina, meritoria y respetable -- de las personas… Como Ortega y Gasset… / ¿Y a qué va esta introducción? Pues, a tratar el tema de LA REBELIÓN DE LAS MASAS. (Hipótesis que parece haber nacido de una vaga nostalgia aristocrática, antes que de la observación previa e inicial de los hechos reales. ¿Pudo también agregarse la moda contemporánea de cierto pensamiento elitista y heroico? Quizás…) Y, ahora, vayamos a lo que vamos.
¿Qué es una rebelión? Bien, es una sublevación, una insurrección, un levantamiento. Y tales hechos, por supuesto, implican un considerable grado de violencia y alteración sociales. ¿Era esto lo que Ortega creía ver? No, señor. La “rebelión” orteguiana era, más bien, -- y casi al contrario -- un proceso gradual y pacífico. Era nada más que la aparición, el ascenso y el influjo de unas clases prósperas y educadas; las nuevas clases medias de los países industrializados de la primera mitad del siglo XX. Él mismo lo admitió, en el mismo libro. A propósito, un liberal íntegro y cabal vería, en este hecho, un verdadero progreso; algo muy positivo… Ortega, no. El filósofo considera que estos grupos están formados por gentes venidas a más, inadecuadamente educadas, cívicamente irresponsables…En definitiva, que eran unos grupos de advenedizos; casi usurpadores. Estaban tomando el poder que -- por legitimidad y sana tradición -- les corresponde, siempre, a las minorías superiores: ilustradas, competentes, responsables…/ ¿Un implícito y desiderativo gobierno social de los patricios y de los sabios? ¿El gobierno ideal de los mejores y de los filósofos? Así parece.
¿Y qué es una masa? Bueno, convengamos, primero, en que éste es un término algo despectivo. Está más cerca de populacho, plebe o chusma que de los más genéricos y neutros pueblo, gente o multitud. Ahora, ¿aquellas referidas clases medias son realmente una masa? No, realmente, no. Muchos saben que la clase media, o las clases medias, son grupos considerablemente heterogéneos; y que suelen ser, más bien, -- valga la redundancia -- grupos medianos y poco cohesionados. Y son, también, grupos dispersos; no, precisamente, una masa concentrada, grande, unida por una causa o por un demagogo. Y, desde luego, no actúan nunca al modo de una convulsionada masa en una rebelión callejera. ¿Entonces? Pues, entonces, que, así como no hubo rebelión, tampoco ha habido masa. Vaya, vaya… Y, -- llegados a este punto -- el simple análisis conceptual parece haber sido suficiente para hacer la refutación que aquí corresponde. Ortega, en consecuencia, no pasaría lo que se les exige a los graduandos de una licenciatura en ciencias sociales: unas cuidadosas definiciones de los términos centrales de su hipótesis; las llamadas definiciones operacionales…/ ¿Sorprendente? Claro, claro… Sí, señor. ¿Seguimos? De quererlo, hasta podríamos terminar… Pero, bien, sigamos sólo por la confirmación y el mayor abundamiento.
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La Rebelión De Las Masas fue un libro afortunado; un éxito de librería, podríamos decir. Mucha gente “solapera” afirma haberlo leído. Se lo sigue citando, ochenta años después de su aparición; y, muchas veces, con escasa pertinencia. Un buen número de colegiales y universitarios, en todo el mundo, ha sido fatigado con su lectura opcional u obligatoria. |
Supongamos que la rebelión de las masas fuera una hipótesis viable. Y convengamos que la tal cabe dentro del campo de lo sociológico. Bueno, entonces, ¿cómo debería demostrarse? Pues, con las respectivas pruebas sociológicas. Es decir, señalando los hechos pertinentes, genéricos y detallados. (Ejemplos posibles. Genéricos: el caso francés, el caso español, el caso estadounidense… Detallados: lo científico, lo técnico, lo intelectual; otros…) ¿Hay algo de esto? No. Ortega es, en cierto modo, un ensayista puro. Y lleva a cabo su “demostración” con una larga serie de afirmaciones y especulaciones diversas y vagas. Para muestra: Aquello, tan citado, de la “barbarie de la especialidad”. (A ver si precisamos las cosas…: La especialidad es una condición exigida por el vastísimo conocimiento moderno. Después de Humboldt -- se afirma -- nadie pudo ser un enciclopédico… Y, practicada con sensatez, no tiene nada de incivilizado; que es, desde luego, lo que bárbaro significa. ¿Qué hay de malo, o de inconveniente, en que alguien sea un sinólogo y otro un arabista?) ¿Y demuestra algo? Para nosotros, adecuadamente, no demuestra nada. (Dicho esto con el debido reconocimiento de la talla de escritor, periodista, filósofo, maestro, divulgador y europeísta pionero que Ortega tiene…) Y, además, por otra parte, podríamos argumentar que las masas, o los pueblos, suelen ser sumisos. Pero, para ello, necesitaríamos más espacio y tiempo. Así que, por hoy, permítasenos decir basta.
Se dice que LA REBELIÓN DE LAS MASAS es el libro más mal comprendido de Ortega. Pero, por lo expresado anteriormente, es casi lógico que así sea. La obra es inconsistente; invertebrada, para usar un adjetivo que nuestro filósofo aplicó a su país. Por tal debilidad de su pensamiento, el autor recibió varias y justificadas críticas adversas. (Desde Henríquez Ureña a Patricio Canto, pasando por Bergson.) Alguien señaló que Ortega podía escribir sobre música porque era un escritor; no porque conociera la música… Y -- llevando el asunto a un extremo desdeñoso -- un personaje de José Neira Rodas afirma que Ortega y Gasset es un payaso. (EN EL UMBRAL, cuentos, Cuenca, Ecuador, 1987.) Y no ha faltado, por ahí, quien opine que, con más seriedad, se podría estudiar la rebelión de las mozas o la rebelión de las musas… Naturales y explicables comentarios de la crítica sagaz, informada y competente.
En todo caso, LA REBELIÓN DE LAS MASAS fue un libro afortunado; un éxito de librería, podríamos decir. Mucha gente “solapera” afirma haberlo leído. Se lo sigue citando, ochenta años después de su aparición; y, muchas veces, con escasa pertinencia. Un buen número de colegiales y universitarios, en todo el mundo, ha sido fatigado con su lectura opcional u obligatoria. De este modo, la tal “rebelión” quizás haya llegado a ser la hipótesis social más famosa de Occidente. Y la más vacía y postiza de su clase… / Nosotros le encontramos a LA REBELIÓN… un paralelo latinoamericano: EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO, de Ciro Alegría. (Un hermoso título y sólo algo más…) En fin, con sus títulos sugerentes, los dos escritores, Ortega y Alegría, nos ofrecieron, en su momento y en realidad, mucho más de lo que nos podían dar…