Por Eliécer Cárdenas
El oficialismo cultivó, como sin quererlo, una suerte de nueva derecha, encarnada en CREO, que en todo momento evitó atacar frontalmente a Correa –hubiese sido un mal negocio electoral en el que cayeron otros, como la Unidad Plurinacional de las Izquierdas- y ahora el Gobierno tiene un movimiento de derecha al frente sin los pecados de la anterior “Partidocracia”, por lo menos todavía
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Las elecciones del 17de febrero pasado ratificaron, y más aún, ampliaron la hegemonía del gobiernista Movimiento PAIS sobre el resto de formaciones políticas, a las que desalojó en algunos casos de sus tradicionales fortalezas, Guayaquil, el Guayas y Los Ríos en el caso de PSC-Madera de Guerrero, y las comunidades indígenas y campesinas de la Sierra en lo que se refiere a la CONAIE y Pachakutik.
Este espectacular resultado no es fruto del azar ni del solo arrastre del Presidente Correa, sino que obedece a una cuidadosa estrategia, practicada durante varios años, cual fue la de ir debilitando esos bastiones mediante el consabido bono, la presencia de las instituciones del Estado Central en zonas marginadas para mejorar viviendas y salud, educación, etc. con lo cual esos movimientos y partidos fueron sistemáticamente erosionados. El resto de agrupaciones fueron de hecho presa fácil del gobiernismo. Sociedad Patriótica porque la clientela de esa agrupación prefirió en su mayor parte desertar hacia la opción oficial u otros grupos políticos, dejando huérfanos a los ex coroneles políticos de Lucio Gutiérrez. En cuanto a Álvaro Noboa y el PRIAN, su descenso es incontenible, aunque posiblemente seguirá empecinado en correr en nuevas carreras hacia el solio de Rocafuerte y Alfaro.
El oficialismo de otra parte cultivó, como sin quererlo, a una suerte de nueva derecha, encarnada en CREO, que en todo momento evitó en las pasadas elecciones atacar frontalmente a Correa –hubiese sido un mal negocio electoral en el que cayeron otros, como la Unidad Plurinacional de las Izquierdas- y ahora el Gobierno tiene un movimiento de derecha al frente sin los pecados de la anterior “Partidocracia”
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por lo menos todavía, que le justifica su posición de izquierda, lo que en cambio no permite con la izquierda opositora, a la que se empeñó en aislar, infiltrar sus bases y dejarlo sin mayores opciones electorales.
Sin lugar a dudas se trató de una estrategia brillante, que ha dado como resultado el poder poco menos que total a un régimen hiper presidencialista, que además controla el aparato de la Justicia, los órganos de control, la función de Transparencia, las universidades y buena parte de los principales gobiernos seccionales del país. Ningún gobierno anterior en la historia ecuatoriana ha ostentado tanto poder, con lo cual en los próximos cuatro años le quedan pocas justificaciones para fracasar, ahora que la presunta “Partidocracia” se halla reducida a la condición de una minoría virtualmente impotente en la Asamblea.
Queda por supuesto como “chivo expiatorio” favorito del Régimen la llamada “Prensa corrupta” a la que se anuncia una Ley de Comunicación que le discipline y la vuelva inocua al Gobierno y sus figuras. Pero aquellos sueños de poder absoluto en la historia de la política suelen reventar por la cuerda más débil. ¿Cuáles son los “pies de barro” del omnipotente Régimen? El petróleo, el endeudamiento con China, las leyes de aguas y de Comunicación, esta última con un frente internacional muy poderoso adverso a cualquier forma de censura o actitud que se le parezca.
Por supuesto, queda otro nudo débil en la barca del gran poder gubernamental: la corrupción que inevitablemente suele presentarse, y contra cuyas denuncias ingenuamente se ensayan blindajes inefectivos como aquel de que se no hable de estos temas desde el oficialismo.
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