Por Eliécer Cárdenas
Gabriela Rivadeneira ostenta todos los requisitos para correr por una hipotética candidatura a la Presidencia de la República, es joven, de agradable presencia, corteses maneras en su actuación y sobre todo, ferviente y fiel seguidora de los postulados de la Revolución Ciudadana y del Presidente de la República
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Tras un discurso fluido y emotivo, al que no le faltó erudición y pragmatismo, a más de la insinuación del Jefe del Estado en el sentido de que los y las jóvenes deben tomar la posta del proceso de la Revolución Ciudadana, la Presidenta de la Asamblea Nacional Gabriela Rivadeneira se halla oficiosamente ubicada en el sitial de posible aspirante a la sucesión de la Presidencia de la República del Ecuador.
Obviamente, esta apreciación hay que tomarla con toda la relatividad con que se mueve la política, donde no existe nada inamovible –o escrito en piedra como ahora gustan decir los miembros del Régimen- y además mucha agua tiene que correr en los cuatro años que mediarán entre el inicio del nuevo mandato constitucional y los comicios de 2017. Además, no debe soslayarse que si bien el Presidente de la República ha señalado repetidas veces que éste será su último período presidencial, al mismo tiempo ha hecho unas cuantas bromas –que en política no hay que tomarlas nunca a la ligera- sobre su “tentación” de ser nuevamente candidato para lamento y consternación de los “sufridores”, esto en el léxico presidencial equivale a opositores.
Gabriela Rivadeneira ostenta todos los requisitos para correr por una hipotética candidatura a la Presidencia de la República, es joven, de agradable presencia, corteses maneras en su actuación y sobre todo, ferviente y fiel seguidora de los postulados de la Revolución Ciudadana y del Presidente de la República. Pero con tan impecable currículo, no se puede asegurar de ninguna manera que ello vaya a ocurrir.
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Quien lea atentamente historia, y en ello los políticos suelen ser malos lectores de Clío, conocen que muchas veces los favoritos o favoritas en una sucesión suelen ser descartados por diversas razones, una por caer en el disfavor de quien otorga la condición sucesoria, y dos, mucho más frecuente, por las intrigas y triquiñuelas de quienes ambicionan ocupar la sucesión, que nunca faltan como muestra de modo fehaciente la historia de los pueblos y en todas las épocas.
Lo mejor que pudiera hacer doña Gabriela es mantener “bajo perfil” como posible sucesora, no como Presidenta de la Asamblea, por supuesto, desechando los cantos de sirena que le inviten a ello, en ocasiones con toda la mala intención de envanecer a una presunta sucesora y hacerle caer el errores. Otro aspecto a tomarse en cuenta es que en 2017, Gabriela Rivadeneira todavía no contaría con la edad mínima necesaria para postularse como candidata a la Presidencia de la República, aunque ello pudiera solucionarse con relativa facilidad modificando la Carta Política, que para eso está la mayoría absoluta que ostenta el oficialismo en el parlamento.
Por supuesto, de la conducción de Gabriela Rivadeneira en el Parlamento dependerá en gran medida que su posible condición de sucesora se afiance o eclipse, mientras por supuesto no rectifique el Presidente y, por consejos áulicos, decida postularse nuevamente, con cambio constitucional de por medio, algo que también está en el mundo de lo posible que es la política.
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