Por Alba Luz Mora
La gente está involucrada en todos los renglones de la economía, prueba de esto es el alto consumo de bienes fácil de advertir en los grandes centros comerciales urbanos y mercados tradicionales, antes reservados para la exclusividad. La gente vive mejor, viaja más, viste con dignidad, aprende idiomas, alterna con otras sociedades, educa mejor a sus hijos |
Luego de la posesión del Presidente Rafael Correa, el Ecuador permanece expectante sobre las obras que emprenderá o proseguirá el flamante Gobierno. Hay consensos que aplauden la obra pública (carreteras, puentes, hospitales y centros de salud, institutos de educación, oficinas seccionales de las entidades de gobierno y desarrollo, etc.) y que aspiran a que el orden, la disciplina y el respeto a las leyes sean una realidad. Que las nuevas autoridades nacionales y seccionales prosigan en las tareas emergentes que están pendientes, que la justicia actúe con sensatez y objetividad y que los asambleístas procedan con sensibilidad social, al margen de los extremismos y antagonismos ideológicos.
La percepción personal y casi general es que hay un cambio en la vida nacional: mayor superación laboral y económica, disminución de la pobreza extrema. La clase media alta se ha vigorizado con el ascenso social, la gente activa está involucrada en todos los renglones de la economía, prueba de esto es el alto consumo de bienes fácil de advertir en los grandes centros comerciales urbanos y mercados tradicionales, antes reservados para la exclusividad. La gente vive mejor, viaja más, viste con dignidad, aprende idiomas, alterna con otras sociedades, educa mejor a sus hijos.
Nos ha favorecido la generalización del uso del computador y del internet y las tecnologías de punta que se han implementado. El crecimiento de usuarios de los teléfonos celulares, cuyas cifras superan a la totalidad de habitantes nacionales y son imprescindibles en la vida de los ciudadanos, pues aligeran las tareas, tramitaciones, distancias y tiempo en las relaciones sociales y gestiones cotidianas.
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Programas como el proyecto Manuela Espejo, para gente especial, han dignificado a los ecuatorianos. Aunque no debemos olvidar las difíciles condiciones de vida de los detenidos en las prisiones del país, que demandan rehabilitación física y moral y lograr que la justicia obre sin presiones de ninguna clase. Que se acaben los presos por razones políticas, pues esas condenas afectan la tranquilidad ciudadana.
En política exterior debemos definir mejor nuestra posición respecto de los países de la región, del mundo y con los organismos internacionales. Respetar los compromisos adquiridos y delegar estas actividades a profesionales del ramo, sin improvisaciones peligrosas y equivocadas. Sin embargo, hace falta promover la paz nacional y regional, usar de mayor tolerancia con las discrepancias e inconformidades sociales, superar el sectarismo ideológico que tanto daño nos hace, y procurar la seguridad y bienestar ciudadanos.
Nos inquietan todavía los problemas que se dan al interior de la burocracia. Hay necesidad de ejercer un severo control del manejo de los fondos estatales y de los procesos licitatorios. Ser firmes en sancionar la corrupción y la ausencia de ética en algunos sectores. Escuchar y entender las discrepancias y cuestionamientos, para rectificar si fuera preciso, pues el país requiere de un ambiente tranquilo, activo, en que primen los consensos, la superación personal y el bienestar.
Que esta nueva faceta gubernamental persista en sus más altos fines y que alcancemos el desarrollo y la armonía a los que tenemos derecho.
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