Por Eliécer Cárdenas
Hubo un –casi completo- debate de los presidenciables, con la ausencia obvia del candidato presidente y de Alberto Acosta, ésta no tan obvia, y que le hizo perder un espacio en los canales “burgueses” que sin duda le hubiese beneficiado, dada la casi general pobreza de tesis y propuestas de los restantes candidatos que sí acudieron al debate, algunos para generar sonrisas y hasta risas indisimuladas y otros para aburrir con una plétora de datos estadísticos
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La campaña electoral para las elecciones del presente mes, no se ha caracterizado precisamente por despertar interés. Por un lado, las disposiciones emanadas de la respectiva ley y perfeccionadas por el Consejo Nacional Electoral, no dan pie a la creatividad, sino más bien prescriben un guión que a más de predecible resulta hasta aburrido para la ciudadanía.
Lejos han quedado las virulentas campañas, donde los contrincantes se decían de todo, emitían spots inverecundos e insultantes unos a otros y, prometían hasta la más extremada demagogia. Muy correcto estuvo parar aquellas campañas de ofensas y promesas vanas, pero el otro extremo, al que se ha llegado, encuadra a los candidatos y candidatas a una reglamentación sin embargo burlada cuando el oficialismo así lo requiere y cuenta con la “vista gorda” del Consejo Nacional Electoral, como por ejemplo cuando vetó prestamente un spot opositor que hablaba de una Monarquía, obviamente en sentido irónico, pero que no gustó para nada al poder, en cambio dejó filtrar un spot donde los “pelucones” y banqueros corruptos aparecían con el rostro de un candidato y la figura del alcalde guayaquileño.
Los medios también se deben regir, so pena de severísimas sanciones, a pasar verdaderas cápsulas informativas que dan cuenta resumida de los ajetreos de cada candidatura, que hacen y dicen casi lo mismo. En cuanto a las entrevistas por televisión, por efecto de las prescripciones los candidatos deben en todo momento mirar el reloj a fin de terminar su discurso en el término
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previsto, so pena de perder el audio. En fin, no hay interés en la campaña.
Hubo un –casi completo- debate de los presidenciables, con la ausencia obvia del candidato presidente y de Alberto Acosta, ésta no tan obvia, y que le hizo perder un espacio en los canales “burgueses” que sin duda le hubiese beneficiado, dada la casi general pobreza de tesis y propuestas de los restantes candidatos que sí acudieron al debate, algunos para generar sonrisas y hasta risas indisimuladas y otros para aburrir con una plétora de datos estadísticos mal procesados en sus discursos.
La falta de interés que ha generado la presente campaña obedece también a otro factor, que pudiera llamarse el voto-resignación, esto es la seguridad un tanto fatalista de que el actual Mandatario con licencia temporal como candidato, vencerá sin mayor esfuerzo sobre un conjunto de binomios mal cuajados y lo que es quizá peor, resignados en su fuero íntimo a la derrota de antemano. Voto-resignación además por la idea de que es preferible el actual Mandatario a otro “que no haga carreteras ni ofrezca bonos”. Con tan elemental perspectiva electoral se refuerza el triunfalismo oficialista que, sin otro programa que la continuidad de la denominada “Revolución Ciudadana”, mira con optimismo unas justas electorales donde el aburrimiento y el conformismo de la mayor parte del electorado, han marcado una extraña y enrarecida pauta que contrasta con campañas anteriores donde había aspirantes al poder que creían en su triunfo y pugnaban por él.
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