Por Julio Carpio Vintimilla

 

¿Dónde quedó la ampulosa retórica de la excelencia? Y la fiebre  de las costosas y flojas maestrías? Y la lámpara maravillosa del porcentaje de doctores “extranjeros” (con un supuesto y formidable Ph D).Y, ahora, las “fábricas” de tesis que se promocionan en los postes de las calles del centro de Quito ¿Y cómo tomar en serio aquello de la Ciudad de la Ciencia, de Imbabura; aquello de la Universidad de la Educación, de Azogues; aquello de la declaratoria legislativa de Cuenca como Ciudad Universitaria?

 

Una vez que la revolución está hecha -- o haciéndose -- ¿para qué sirve la universidad ecuatoriana? Nos sentimos tentados a responder de una manera simple, tajante y contundente: Para nada… / Esto es, desde luego, una exageración. Pero lo malo del asunto es que -- con exageración y todo -- no estamos demasiado lejos de la verdad. Veamos, al respecto, cualquier detalle; más o menos al azar. Aquí está uno. Hay quienes preguntan, con bastante ingenuidad: ¿Qué pasó, muchachos…? ¿Dónde ha quedado aquella tradicional rebeldía  -- montalvina, dicen -- de las juventudes ecuatorianas? A esta pregunta, a su vez, se puede responder con otra, un tanto maliciosa: Oiga usted, señor, ¿y  para qué puede servir la vieja “rebeldía” izquierdista en estos confusos tiempos del Correísmo y de las redes sociales de INTERNET?  Más desnuda y concretamente: ¿Para qué servirían hoy los conocidos tirapiedras, quemallantas y  garroteros del MPD? (Mov.Pop.Dem.) De nuevo: Para nada… ¿Hemos entendido bien la cuestión? Creemos que sí. Y -- sintetizándola al máximo -- la podemos poner en una sola frase: Revolución hecha, universidad deshecha… La universidad deshecha es, ciertamente, el pobre residuo de cuarenta años de un torcido y absurdo activismo…Y lo que hoy ocurre es que los viejos “buenos” muchachos, de la “vanguardia estudiantil”, se han quedado sin ideología, sin misión, sin causa… ¿Y qué hacer ahora? Bueno, ¿qué tal si comenzáramos con el inventario de los destrozos que, durante la “lucha”, hicieron la FEUE “eterna” (Fed. Est. Uni. Ec.), sus compinches de la nomenclatura partidaria, y sus toleradores de la Democracia Boba? Una necesaria y útil tarea para quienes trabajen en la investigación de la historia reciente de nuestro atribulado país.

Nosotros, en cambio, trataremos del presente. Con un enfoque comparativo. Adelante. En lo económico, los colombianos están obteniendo actualmente resultados muy notables. Los ecuatorianos, en cambio, obtenemos, en general, sólo resultados  mediocres o pequeños. Siendo así las cosas, ¿no sería bueno observarlas, con cuidado, para deducir qué es lo que nuestros vecinos están haciendo bien y qué es lo que nosotros estamos haciendo mal? Y, en cuanto a las universidades, no sería bueno preguntarnos: ¿Por qué los estadounidenses ganan, por cestas, las medallas de los premios Nobel; y nosotros, en cambio, no hemos conseguido hasta hoy ni una sola? (Y parece que, en nuestras humildes “ciudadelas”, nadie, ni siquiera, ha soñado en conseguirla…) Bueno, si las universidades nuestras fueran -- como se dice con impavidez -- la sede de la razón, de la ilustración y de la inteligencia, ya tendríamos decenas de expertos y especialistas estudiando el asunto. ¿Y qué pasa en realidad?  Pues que únicamente tenemos -- para decirnos, casi siempre, generalidades y vaciedades -- una magra media docena de aficionados y semiinformados opinólogos. Así estamos, señores…

Y, aparte de eso, hay, todavía, una lista adicional de cosas malas. Algunas, a modo de ejemplo. ¿No hemos oído, varias veces, el mezquino alegato de los intereses creados? (Y nosotros no estamos en contra de los derechos laborales de nadie. Eso es algo que los cambios institucionales siempre deben respetar. Y, desde luego, es  otro asunto.) ¿Y no se ha producido ya la enojada reacción del corporativismo? (Con la protección consecuente -- y totalmente injustificada -- de los miles y miles de “catedráticos” de los niveles regulares y malos. ¿Dónde quedó la ampulosa retórica de la excelencia?) Y la fiebre -- ya justamente desacreditada -- de las costosas y flojas maestrías? Y la lámpara maravillosa del porcentaje de doctores “extranjeros” (con un supuesto y formidable Ph D).Y, ahora, las “fábricas” de tesis. (Que se promocionan públicamente, -- en los postes de las calles del centro de Quito -- como asesoramiento personalizado a los graduandos.) ¿Y cómo tomar en serio aquello de la Ciudad de la Ciencia, de Imbabura; aquello de la Universidad de la Educación, de Azogues; aquello de la declaratoria legislativa de Cuenca como Ciudad Universitaria? ¿No son éstas meras y lamentables improvisaciones?  ¿O, peor todavía, nada más que folclóricos desatinos? Y nos asombramos con el increíble rechazo de las más prestigiosas evaluaciones internacionales (The London Times / Universidad de Shangai); con el artificioso pretexto de que nuestras universidades operan en ciertas “propias y específicas realidades”. (Como si las universidades ecuatorianas fueran instituciones de otro planeta; y no comunes conjuntos de escuelas superiores, perfectamente comparables con cualesquiera otros de cualquier otro país.)  ¿Y cómo no acordarse -- una tragedia absurda -- de las decenas de miles de jóvenes, a los cuales la inveterada irresponsabilidad y tontería académicas han dejado fuera de la educación superior?  Más que triste situación…

Hay, pues, en este asunto, buenas razones para molestarse mucho. Y hasta para indignarse… (Con las universidades mismas, con los “especialistas” de la SENPLADES y la SENESCYT  / Sec.Nac. Planificacion y Desarrollo / Sec. Nac. Ed. Superior… /, con el Gobierno Nacional.) Pero, como siempre, es mejor tomar las cosas con serenidad… Hagámoslo así. Bueno, esta mañana, puntualmente, el Sol volvió a salir. Pero, -- para la educación superior ecuatoriana -- este día será muy, muy distinto, de todos los doce mil días anteriores. Nos trae novedades mayúsculas e inusitadas. Hay que conocerlas.
 
en cuanto a las universidades, no sería bueno preguntarnos: ¿Por qué los estadounidenses ganan, por cestas, las medallas de los premios Nobel; y nosotros, en cambio, no hemos conseguido hasta hoy ni una sola? (Y parece que, en nuestras humildes “ciudadelas”, nadie, ni siquiera, ha soñado en conseguirla…)

Primera, en cuanto a las formas de trabajo académico: Lo que un profesor enseña, en varias universidades de los Estados Unidos, es apenas un treinta por ciento de la materia examinable. El setenta por ciento restante, lo estudia el alumno, por su propia iniciativa, con la guía correspondiente y dentro de ciertos límites… (Nosotros aún estamos en el apuntismo…) Segunda. Las mejores universidades del País del Norte se están volviendo “piramidales”. Es decir, todos los estudios comienzan con una gran base general (“orientaciones” modernas, que perfeccionan el antiguo “college”).Y, luego, van avanzando, gradualmente, al ápice de las profesiones y las especialidades; que se terminan de adquirir en los cursos de las maestrías y los posgrados. (Un auténtico y verdadero cuarto nivel. Nosotros aún vivimos en el feudalismo de las facultades estrechamente profesionalizantes…) Tercera. Se está entrando, allí, a un masivo “reciclaje” académico. Un profesional -- para adaptarse a las muy cambiantes condiciones económicas y técnicas -- deberá volver a las aulas. (A lo mejor, un par de veces durante su vida de trabajo; y, posteriormente, una tercera, para la producción creativa de la jubilación.) En otras palabras, ir de una profesión a otra…Nada menos. (Esto, aquí, es simplemente inaudito; en el sentido muy literal de lo nunca oído…) Cuarta. Un poco más adelante, cualquier persona -- que sepa inglés y tenga autodisciplina -- podrá estudiar, a distancia, en las mejores universidades de los Estados Unidos. (Cursos especialmente diseñados para seguirse en INTERNET. Lo presencial -- nuestros viejos y abundantes encierros cuasi horarios -- va perdiendo importancia…) Quinta. ¿Sabían ustedes que casi todas las universidades estadounidenses de primera línea están abriendo sucursales en la China? (En la China; sí, señor. No, en Costa Rica o el Paraguay. En esa China, que manda astronautas al espacio; que compra, por millonadas, los bonos del Tesoro de los EE.UU.; y que es ya hoy  la segunda economía del mundo. ¿Qué dirán, al respecto, nuestros “heroicos” defensores de todas las soberanías?) Bueno, por hoy, suficiente.


 Y vamos a cerrar esta charla. Se está recordando, en estos días, la predicción de Alvin Toffler; el célebre futurólogo de los años sesenta. Más pronto que tarde, -- observó -- el analfabeto no será aquel que no sepa leer y escribir. Será quien no pueda, o no quiera, aprender y  reaprender… (Es  la sociedad del conocimiento, gil…, -- se podría decir, parafraseando al campechano Bill Clinton. La  sociedad que está, al momento, ya definiéndose en el horizonte inmediato…) Y  las universidades actuales, en todo el mundo, deberán prepararla o perecer… Ese es el dilema.

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