Por Alba Luz Mora
Vocablos alarmistas, palabras ambiguas o expresiones que fomenten la desconfianza, pueden causar sucesos que terminen con la paz pública |
El periodista es un narrador de la realidad. Traslada al papel un acontecimiento o situación determinada para que sea difundido con el fin de informar a la colectividad. Por esta razón resulta un interlocutor válido entre los hechos sucedidos y el destinatario final. Su versión debe ser clara y fidedigna, no tergiversada ni redactada en forma que suponga doble efecto o intención. Con mayor razón, si ambientes como el nuestro sufren de una exagerada politización.
Hay que reconocer que entre nosotros hay una tendencia a capitalizar toda noticia con sentido político, de allí que cualquier hecho o declaración oficial, el menor signo que propicie un debate, trae consigo la interpretación equivocada y las discrepancias de los líderes de opinión.
Se disiente con lo aseverado, se lo rechaza en diferentes formas y se fomenta la frivolidad y la especulación. El caso del libro “El Gran Hermano” precisamente, generó una reacción politizada, desencadenó una desproporcionada reacción oficial que puso en duda todos sus contenidos y llevó al juicio contra sus autores.
Otro asunto importante es cuidar de los titulares, que deben resumir la verdad sin deformarla, porque son los que introducen al lector a las noticias, sobre todo, aquellas que pueden alterar la paz ciudadana, despejar alguna incógnita o clarificar sucesos o publicaciones de interés general.
En este punto tiene una gran responsabilidad el Jefe de Redacción del medio escrito o electrónico, pues antes de que las informaciones pasen a la fase de difusión, tiene que cumplir una tarea seria ante el público, con actitud tinosa y meridiana. El uso de vocablos alarmistas, palabras ambiguas o expresiones que inciten a la violencia, desconfianza o duda, solo servirán para fomentar la suspicacia del receptor y provocarán actitudes que alteraran la paz pública.
Igualmente, tienen igual o mayor importancia los espacios dedicados al entretenimiento y a la distracción y la forma en que se las difunde, porque permiten toda liberalidad, a veces devenida en ridiculez y ejercen una mayor influencia social por los estereotipos que presentan, aunque no siempre acierten con los paradigmas y contenidos.
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Hay segmentos que aluden a la vida de la farándula, que se supone importa a los más jóvenes, aunque es una verdad que desorientan a los temperamentos influenciables. Las series o enlatados por lo general conllevan violencia, mafia, sexualismo y machismo, sin previa selección, que al complementarse con la crónica roja, resultan aberrantes y nocivas para el ambiente social.
En este punto casi todos los diarios ofrecen las secciones de Cartas de los Lectores que invitan a los usuarios a expresarse, disentir de lo publicado o defender algún aspecto trascendente que pasó desapercibido. Esta oportunidad contribuye a equilibrar las noticias y a alimentarlas de contenidos importantes o desvirtuarlas con argumentos respetables.
La Ley de Comunicación del Ecuador expedida, dispone drásticas sanciones para quienes la pueden infringir. Quien informa u opina debe sopesar equilibradamente las inquietudes nacionales y trasladarlas al lector exento de exageraciones, condicionamientos y especulaciones. Aunque también es muy importante que quien ejerce la máxima autoridad reciba con serenidad lo que se expresa, aunque sean las más duras verdades, mejor sería aprovecharse de ellas para aclarar los malentendidos o exageraciones. Es decir, propender a un necesario equilibrio, que no implique amenazas o sanciones desproporcionadas, sino el responder con serenidad y paciencia, a tal punto que por ello no se exaspere el actor, el censor y el lector, lo que contribuiría a un clima democrático sin tensiones.
Entre nosotros tenemos empresas independientes en las dos principales regiones del país, Costa y Sierra, que realizan la tarea informativa por muchos años y mantienen varios rotativos que han hecho historia en el Ecuador. Su servicio es importante porque difunden a todo público los sucesos y mensajes nacionales y del exterior, son el testimonio de las diferentes épocas, regímenes, ambientes políticos y actividades sociales que han llenado la vida del país.
Por ello creemos que la mejor manera de proceder con la nueva Ley, es que los medios se empeñen en informar, plantear y promover asuntos importantes, positivos y nobles, y omitir lo insustancial, negativo, burdo y ofensivo, para contribuir a un ambiente sano en el espíritu popular.
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