Por Julio Carpio Vintimilla
![]() |
La sensatez sociológica, antropológica e histórica empieza a instalarse en la Argentina. El país parece sentir y asimilar su evidente realidad latinoamericana, sin complejos |

Resulta interesante examinar cómo se fue constituyendo históricamente la población del país. Los primeros los hijos del suelo, como dice el himno nacional del Ecuador: Hace unos nueve o diez mil años, los indios americanos ya estaban presentes en las diversas regiones de la actual Argentina. Y, luego, al llegar, -- desde el Perú o por el Océano Atlántico -- los conquistadores españoles se mezclaron con ellos. (Según las deducciones de los lingüistas, la palabra española gaucho viene de la quechua huacho huérfano, sin padre; originada por el hecho de que los españoles se juntaban con las indias y posteriormente abandonaban a sus hijos…) Esa población mestiza -- con predominio de sangre originaria -- fue creciendo; y formó, con el tiempo, un grupo especial, vigoroso y representativo. (Aindiado o “negro” son los adjetivos argentinos que se aplican a los miembros más oscuros de este grupo. Al respecto, la anecdótica afirmación que sigue es casi natural y lógica: Negro es el apodo argentino más generalizado. Por otra y diferente parte, pero en el mismo punto, hallamos un pequeño y demostrativo detalle de la cultura nacional: Una gauchada es un acto que se considera muy típico, noble y aun ejemplar.) Al mismo tiempo, en Buenos Aires y las principales ciudades, creció también el grupo de los españoles americanos, los criollos; aquí, hasta principios del siglo XX, siempre tan destacados y destacables. (Ellos pusieron, en rigor, la sólida base cultural del país. Criollos fueron San Martín, Rosas, Sarmiento, Roca, Avellaneda, Mitre… Y su obra es ampliamente reconocida. Aunque, por supuesto, no todo lo de ellos se considera bueno y loable… Acordémonos del caudillismo, de la famosa y más bien negativa viveza criolla y otras cosas más.) Y, desde África, -- directamente o vía Brasil o Banda Oriental -- llegó también algún contingente negro. (Quedan sus huellas; más de las que podrían suponerse, según unos estudios recientes; he aquí, al azar y para más señas, la letra de una canción conocida: “Candombe, candombe negro, la fiesta de Buenos Aires…” Es un ingenuo y grueso error sostener que los negros fueron sacrificados, en su casi totalidad, en el Ejército de los Andes. En un gran monumento a la Independencia -- en el Cerro de la Gloria, Mendoza -- hay un soldado negro: Un interesante reconocimiento a la participación afroamericana en las luchas libertarias.) Luego, -- con la gran ola inmigratoria; 1880 - 1930, sobre todo -- se produce la europeización étnica de los argentinos. (Llegaron unos tres millones de extranjeros; italianos y españoles, la mayoría; más unos cientos de miles de árabes, judíos, alemanes, eslavos…) La última etapa del proceso se produce a partir de la década de los cincuenta; cuando arriba algo más de un millón de inmigrantes de los países limítrofes; principalmente, paraguayos y bolivianos, pero también uruguayos y chilenos; de más allá, viene un considerable grupo de peruanos; y, de mucho más allá, otro grupo de orientales… (De hecho, y como tenía que suceder, el nuevo aporte latinoamericano ha contribuido aún más al mestizaje argentino.)

Concluyamos. Hoy día, -- después de casi un siglo de frustraciones y fracasos repetidos -- la sensatez sociológica, antropológica e histórica parece que empieza a instalarse en la Argentina. El país, en general, parece sentir y asimilar su evidente realidad latinoamericana. Y parece irse acomodando a ella, ya sin complejos. Se insinúa, al presente, un elemento de autoestima y revaloración: un nuevo y positivo orgullo mestizo, que se va extendiendo. El mestizaje -- opinan algunos -- es muy bueno, por varias razones… Aún más: Se advierte, con buenas miras, que el mestizaje formará la humanidad del futuro. Y se reconoce, con satisfacción, que, en esto, los latinoamericanos hemos sido los pioneros. Por lo tanto, la pretensión argentina de ser blancos fue sólo una ingenuidad y una equivocación…Y fue, también, desde luego, una actitud segregacionista y muy injusta… Y, hasta, -- se dice -- hicimos un poco el ridículo… Bueno, en fin, como siempre, la realidad ha sido porfiada. Resistió e insistió. Y ha terminado diciendo lo suyo, en forma muy contundente, convincente y prácticamente definitiva: Mis queridos señores, somos mestizos. Asúmanlo. Y punto.