Por Eugenio Lloret Orellana
El principal patrimonio renovable de la ciudad está en su gente que participa en el desarrollo de la urbe. Pero su amabilidad no es suficiente para determinar la sustentabilidad, pues la ciudad no puede vivir sólo de su estatus patrimonial, necesita desarrollar perspectivas ciudadanas, nuevas tecnologías y oportunidades que creen las mejores expectativas de calidad de vida | |
“… Esta ciudad que yo creí mi pasado/ es mi porvenir, mi presente “ son las palabras sentenciosas y severas de Jorge Luis Borges en un poema sobre su villa nativa. Las hago mías. Mi vida toda se conjuga en Cuenca. Crecí a la sombra del compromiso social de mis mayores. No he conocido más amor lugareño sino el que me ha dado mi ciudad y no he amado otro terruño con más ardor y entrega. De la voz y de los libros de mi padre, conocí de sus orígenes y su pasado reciente, de las responsabilidades que nos atan a los conciudadanos, y a medida que los años pasan valoro más su enseñanza y más me nutro en la fuente de su gran conocimiento histórico y biográfico de Cuenca, urbe nativa y milenaria que nació del regazo cañari como Guapondélig y que con el advenimiento de la conquista incásica el nombre cambió a Tomebamba. Y cuando el virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza resolvió fundar una ciudad que llevara el nombre de su suelo nativo, instruyó a su Gobernador de Quito, Ramírez Dávalos, buscar un sitio adecuado a este fin, y cuando apareció la comarca de Paucarbamba, en donde, al fin, se levantó hace ya 456 años la ciudad española y castellana de Santa Ana de los Ríos de Cuenca.
Y, a decir, de Antonio Lloret Bastidas, Cronista Vitalicio de Cuenca ( 1920-2000 ) en todos los períodos de nuestra historia el nombre de la ciudad, sus fastos, sus devenires, sus grandes hechos, sus pequeños sucesos diarios, la vida de sus habitantes, sus pesares, sus avatares, su modo cantarino de hablar y sus costumbres, sus sueños y realidades, todo eso ha hecho su idiosincrasia, sus modales, su alma eterna; y, por obra y gracia de sus poetas que transformaron el despectivo morlaco en un gentilicio total y auténtico: morlaquía, es decir, la ciudad de la Morlaquía, que se traduce por generosa, hospitalaria, culta, buena, altiva y que desde diciembre de 1999 con el consenso de la Unesco se enorgullece ser considerada como Patrimonio Cultural de la Humanidad, flamante dignidad que tenemos que conservarla y llevarla por los caminos del mundo, como ciudad sustentable.
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El patrimonio visto más allá de un museo de fachadas, monumentos y arquitectura, tiene una parte intangible que tiene que ver con la construcción de relaciones humanas, ambientales, sociales y climas culturales asociadas a la estructura física de la ciudad que invite a vivir y permanecer en ella.
En términos de los habitantes de una ciudad, la sustentabilidad de los recursos tangibles e intangibles que la hacen permanecer en el tiempo está referida a la amabilidad de la misma, una ciudad amable es aquella susceptible de ser amada y las formas de amar una ciudad son muchas, está contenida en el tamaño, sus sistemas de redes y servicios básicos.
Sí existe en Ecuador una ciudad complejamente querida por sus habitantes y visitantes, esa es Cuenca. Entender las razones por las cuales es y puede ser amada en el tiempo por sus vecinos, es comprender uno de los modos de hacer de Cuenca una ciudad sustentable. En este sentido, el principal patrimonio renovable de la ciudad está en su gente que participa en el desarrollo de la urbe.
Pero esta amabilidad, no es suficiente para determinar la sustentabilidad, pues a la hora de los recuentos se advierte que la ciudad no puede vivir sólo de sus estatus patrimonial, se necesita desarrollar perspectivas ciudadanas, nuevas tecnologías y oportunidades que se acerquen a las mejores expectativas de calidad de vida de sus habitantes.
Finalmente quienes harán sustentable a Cuenca serán siempre sus habitantes. La participación ciudadana bien articulada, informada e instrumentalizada, es un eje fundamental de la sustentabilidad. Los desafíos son por ahora mejorar el transporte público, recuperar la biodiversidad de las micro-cuencas urbanas, aumentar la densidad de los espacios verdes, recuperar sus ríos y quebradas, reconocer sus limitaciones y los patrones sociales y físicos de habitabilidad de la ciudad y de ese modo se logre hacer sustentable a la ciudad en los próximos años.
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