Por Alba Luz Mora
Entre la esperanza de que el nuevo Pontífice sepa sortear los asuntos controversiales de la iglesia Católica y la desconfianza en las manifestaciones incontrolables de una población acostumbrada a un líder poco fiable y muy ambicioso, los próximos meses seremos testigos de sorpresas buenas o malas |
Dos sucesos significativos para nuestra región latinoamericana caracterizaron el inicio del mes de marzo del 2013: la elección del jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, como el Papa Francisco, y la muerte del Presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías. Ambos, de impacto mundial y regional. En el primer caso, por vez primera un latinoamericano ha llegado al Pontificado de la iglesia católica, que yace ahora sumida en acusaciones y actitudes controvertidas y necesitada de un norte claro para avanzar. Y el segundo hecho, la muerte del líder latinoamericano, el comandante Hugo Chávez, impulsor de la llamada Revolución Bolivariana y de la ampliación de la organización regional de izquierda llamada ALBA, empeñada en secundar a los pueblos que no simpatizan con la política norteamericana. Hugo Chávez, víctima del temible cáncer, desapareció súbitamente y alteró la secuencia normal de las elecciones presidenciales venezolanas para un nuevo período, con sorpresa para sus seguidores.
El nombramiento del Papa Francisco es un gran aliciente para los mil millones de fieles católicos de todo el mundo, especialmente de América, que esperan cambios en la política vaticana, tan reacia a progresar en su ideario. Los antecedentes de hombre austero, sereno, jovial, auténtico, sencillo y abierto, nos han puesto frente a una figura de tintes positivos en la esfera mundial. Su actitud, menos conservadora, universal, y frontal ante una iglesia conflictuada, diversa y plural, tiene a los millones de seguidores esperanzados en insoslayables cambios.
Es además un valiente pastor que fomenta el regreso a los valores cristianos básicos, bastante transgredidos y que a pretexto de humanismo y democracia han fomentado una conciencia aperturista ilimitada frente a las transgresiones morales exageradas que insinúa una decadencia innegable y confunde libertad con libertinaje.
Todos tenemos como antecedente positivo la conducta del nuevo Papa, quien cuando era Arzobispo de Argentina,
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tuvo una actitud valiente y definida ante la ley del matrimonio homosexual alentada por los esposos Kirstncher.Y mejor se mostró preocupado por la opción preferencial por los pobres, la lucha contra la pederastia y las reformas necesarias de la curia para descentralizarla y volverla más colegiada, a lo mejor libre, para optar o no por el celibato y con un manejo prístino de los bienes del Vaticano. En una palabra, democrática.
La muerte del Presidente Hugo Chávez era previsible por su grave enfermedad. Exitoso líder de una masa inculta y bastante irreflexiva, despertó una reacción popular devenida peligrosamente en idolatría, cuando se alentó el desfile de la multitud por días enteros frente al féretro y se reclamaba su embalsamiento para acercarlo al pueblo y honrarlo eternamente... El secreto de Chávez fue lograr que la mayoría popular se sintiera preferida por su gobierno y atendida en sus demandas, desarrolló obras y programas sociales a su beneficio y descalificó permanentemente a las clases pudientes. Es decir, marcó esa línea divisoria tan peligrosa entre los que representaban el éxito de las clases altas y a su entender antidemocráticas y la esperanza no perdida de las masas olvidadas.
Que Ricardo Maduro, su momentáneo sucesor, haya acentuado el giro hacia un enfrentamiento de clases, al forjar en la mente ciudadana mayores y profundos resentimientos, es un riesgo para la seriedad democrática de las elecciones presidenciales y para el futuro del gobierno por elegirse, mientras que Latinoamérica permanece atenta a los sucesos por venir, que sin duda afectarán el espectro político de la región.
Entre la esperanza de que el nuevo Pontífice sepa sortear los asuntos controversiales de la iglesia Católica y la desconfianza en las manifestaciones incontrolables de una población acostumbrada a un líder poco fiable y muy ambicioso, los próximos meses seremos testigos de sorpresas buenas o malas. Estamos en medio de dos acontecimientos que de alguna manera nos involucrarán en cuanto se trate del futuro de una región latinoamericana.
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