Lenín Moreno Garcés es un personaje sobre el que se han acumulado simpatías en el pueblo ecuatoriano por su gestión humanitaria en la Vicepresidencia de la República, desde enero de 2007. El próximo mes cesará en sus funciones –que bien podría haberlas continuado si aceptaba otra postulación- pero se va con la satisfacción del deber cumplido.
 
Las limitaciones físicas a las que le sometió un malhadado episodio delictivo del que fue víctima, no le impusieron la derrota: Al contrario, desde una silla de ruedas, ha sido ejemplo de superación personal y de entrega a causas nobles en beneficio de sectores sociales desprotegidos que él los conocía y comprendía mejor que nadie. Al despedirlo, los ecuatorianos no pueden hacerlo sino con admiración y gratitud, más aún tratándose de un hombre público que supo desempeñarse con prudencia, lealtad y responsabilidad.
 
Gran parte del éxito del Gobierno de Correa se debe a que escogió acertadamente a un buen ciudadano para hacer binomio. El sucesor tiene las puertas abiertas para proseguir sus iniciativas, con la grande y grave responsabilidad de mantener la altura, la tolerancia, la proyección social en el desempeño. Los ecuatorianos recordarán mucho tiempo a Lenín Moreno, a diferencia de olvidados ex Vicepresidentes que apenas dejaron huellas.
 

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