Por Julio Carpio Vintimilla

 

¿Por qué ciertos gobiernos latinoamericanos se han obsesionado con el supuesto poder de la prensa escrita independiente? De manera más precisa y concreta: ¿Por qué aquellos le dan tanta importancia a las reducidas y, con bastante frecuencia, pobres páginas de opinión de ésta? Recordemos. La prensa escrita es sólo una parte pequeña del gran conjunto de medios de comunicación de un país. Y, en otra dirección, recordemos que muy poca gente lee los periódicos y las revistas

 

El mundo de la comunicación humana y social es sumamente amplio. (En su propia base original, aparte de las técnicas modernas que lo han extendido aún más.) Nos explicamos. La gente se comunica mediante varios lenguajes: visuales, sonoros, verbales, corporales, conductuales… Nosotros, en este momento mismo, estamos en contacto mediante la forma escrita de un lenguaje verbal. (Limitado, por lo tanto, algo estrictamente, a lo que las palabras, en el papel, pueden expresar y trasmitir.) Si, en cambio, hiciéramos una exposición hablada del presente asunto, ya estaríamos usando simultáneamente tres lenguajes: el verbal genérico, el sonoro y el corporal o gestual. ¡Diferencia notable! Y la música -- sobre todo la culta -- es una forma muy especializada, compleja y bella, de un lenguaje sonoro. Y, a falta de audición, los sordos pueden comunicarse entre sí por señas: un lenguaje visual; de la clase de aquel de las banderolas de los militares o los boy scouts. Y si alguien, en la calle, pasa rápido y derecho, nos está comunicando, conductualmente, que su salud física y talvez mental están bien. En fin, con esta introducción, queremos decir que nuestros ámbitos humanos están siempre plenos de significantes y de significados. O, de otro modo, que la esfera de la comunicación es una parte importante e imprescindible de nuestras realidades o circunstancias. Y, así, pronta y directamente, nos encontramos con una pregunta de mucha actualidad: ¿Por qué ciertos gobiernos latinoamericanos se han obsesionado con el supuesto poder de la prensa escrita independiente? De manera más precisa y concreta: ¿Por qué aquellos le dan tanta importancia a las reducidas y, con bastante frecuencia, pobres páginas de opinión de ésta? Recordemos. La prensa escrita es sólo una parte pequeña del gran conjunto de medios de comunicación de un país.
 
Y, en otra dirección, recordemos que muy poca gente lee los periódicos y las revistas. (Un dato expresivo y decisivo. Ya hemos hablado de tal cosa y no vamos a redundar. Demos, pues, ahora, los detalles pertinentes del punto por dichos y entendidos. Y sigamos.)
 
Hablemos-- para no extendernos demasiado -- sólo de los periódicos. Y hablemos de espacios y secciones. Las noticias ocupan mucho espacio. Muchas de ellas, nacionales e internacionales, son preparadas por agencias especializadas; que, generalmente, nada tienen que ver con los dueños de los diarios individuales. También ocupan un espacio muy considerable las secciones de modas, de espectáculos, de variedades, de cultura… (Las que casi nunca interesan a los gobiernos.) Igual cosa hay que decir de las secciones policiales y deportivas. (Éstas tienen, de hecho, muchos más lectores que las de opinión. Y aquí, de paso, en las publicaciones amarillas, la opinión política casi no importa.) Y, además,-- en forma proporcional al tamaño de las ciudades --  tienen su correspondiente espacio la publicidad y los anuncios clasificados. (Sin los cuales, -- a diferencia de los órganos públicos y oficiales -- los diarios privados simplemente no podrían vivir…) Y, así, tenemos ya, a su vez, una conclusión parcial: La opinión es una pequeña parte de la prensa escrita. Y la tal sólo tiene la relativa importancia interna que cada órgano le da. (Los diarios metropolitanos y sofisticados suelen preocuparse mucho de ella. Piensan en los lectores con más educación… Los diarios provincianos y comunes, en cambio, suelen tomar la opinión  a la ligera: una menor e inevitable tarea…) Y, siendo así el asunto, ¿por qué los gobiernos tienen que preocuparse tanto de lo que diga un Palacio, un Montaner o un Morales Solá? ¿Misterio? No. Otra cosa: realidad distorsionada. La explicación no está en la idiosincrasia de la prensa. Está en la mentalidad autoritaria y en la paranoia conductual de ciertos sectores de nuestra clase política. (Los que no buscan el debate y la pluralidad de las voces públicas, sino la aprobación total e incondicionada del gobierno en ejercicio.) Y, sobre esto, nosotros y otros colegas ya hemos dicho también lo suficiente.
 
Y -- ya que estamos ahora en el meollo del asunto -- examinémoslo bien. En caso de tener calidad, idoneidad y oportunidad, la opinión periodística puede ciertamente influir en la opinión pública. (Y puede hacerlo en forma significativa: Sería el caso de un liderazgo periodístico que influye en el conjunto del liderazgo social.) No crearla. Y no puede crearla porque la opinión pública, en cualquier sociedad, depende de factores culturales como la religión, la educación, el civismo; y, desde luego, de los factores económicos… (Todos, de mayor fuerza e importancia que la circunstancial opinión periodística del día o de la temporada; y obviamente anteriores a ésta. Hay que añadir, aquí, que la opinión pública sí se puede, en cambio, manipular. Pero, bueno, esto ya es otra cosa…) Además, -- distingamos en forma correcta -- la prensa privada influye siempre en varios sentidos. Y nunca puede, como la variedad totalitaria, influir en un sentido único, exclusivo y oficial. De tal modo, la dicha prensa puede ser y es, simultáneamente, favorable, neutral u opositora a un gobierno. (En nuestros cotidianos recorridos periodísticos, nos encontramos, con bastante frecuencia, con los comentaristas que se abstienen, con los que hacen equilibrios forzados, con los que doran las píldoras, con los que se intimidaron, con los ciegos natos o de conveniencia… E, incluso, nos hemos encontrado con alguno --excepcional y algo extraño en un diario más bien conservador -- que le defiende al Presidente Correa en forma abierta, radical  e hiperideológica.) Nota.- Estamos examinando los hechos. No estamos defendiendo ciertos abusos, omisiones o chambonerías de la prensa privada, ni ciertas irregularidades internas que de vez en cuando se comentan… Y, tampoco, dejamos de observar su general y notoria incompetencia. (Cuando Correa habla de la mediocridad de la prensa ecuatoriana, lamentablemente, se está portando generoso…)
 
En definitiva, hablar del “partido de la prensa” es describir, en forma arbitraria, caricaturesca y grosera, una realidad más bien delicada y compleja. ¿Y la prensa corrupta? Bueno, los casos concretos de corrupción podrían llevarse a los tribunales correspondientes… ¿Y el poder fáctico? Vaya… Los gobiernos, las burocracias y los ejércitos sí tienen poderes fácticos. 
Y hay cosas que directamente la prensa privada no puede hacer. Aquello de que unos presidentes títeres consultaban sus decisiones -- asesorarse es muy distinto -- a los dueños de los periódicos es una afirmación sin fundamento. ¿Y las campañas permanentes y sistemáticas? (Más allá de lo ético, esto sería difícil de lograr, imprudente y hasta contraproducente. Y es bien sabido que, en general, los directivos periodísticos ecuatorianos son poco exigentes, algo descuidados y muy permisivos…) Vea usted. Ni siquiera ha sido posible unir a todos los diarios privados para hacer algo que sería legítimo y muy conveniente: Defender, en forma constante y eficaz, la libertad de conciencia, la libertad de expresión y la libertad de prensa. A estas alturas de la confrontación, una tarea de importancia vital… (Usar, por ejemplo, -- una posibilidad entre tantas -- una partecita de las primeras páginas para llevar a los lectores unos mensajes breves, precisos y contundentes en tal sentido.)
 
En definitiva, hablar del “partido de la prensa” es describir, en forma arbitraria, caricaturesca y grosera, una realidad más bien delicada y compleja. ¿Y la prensa corrupta? Bueno, los casos concretos de corrupción podrían llevarse a los tribunales correspondientes… ¿Y el poder fáctico? Vaya… Los gobiernos, las burocracias y los ejércitos sí tienen poderes fácticos. La prensa, no… Y eso del “cuarto poder” siempre ha sido pura retórica. Y hablar de la prensa “comercial” o “mercantilista” o de la “descomunicación” es hablar para una galería ignorante e ideologizada. (No, de ninguna manera, para el pueblo menos educado y más pobre; que, en realidad, ni compra, ni lee los diarios. Y, más bien, -- como ha dicho alguien -- desgraciadamente, sólo los utiliza a la manera soviética…) Cuando más, --  si fuera una corporación efectiva -- la prensa privada podría ser un grupo de presión menor. (En general, menos influyente que los obreros, que los empresarios, que los estudiantes, que los indígenas…) Remachemos. Una prensa verdaderamente competente y eficaz sólo tiene un poder blando y bastante laxo: el poder del servicio público; el poder del conocimiento, de la razón, de la persuasión… 
 
 

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