La aplicación de la nueva Ley de Universidades ha generado problemas por la exigencia académica a la que deben someterse los bachilleres aspirantes a ingresar en ellas. La ingerencia del Estado, para que la Educación Superior ecuatoriana tienda a la excelencia -que le hacía tanta falta- fue la respuesta a la pauperización al descenso en los niveles de formación en muchos planteles, sin una decisión apropiada de esos centros de estudios para superar sus deficiencias. Hubo y hay excepciones, que son reconocidas.
 
El problema de la Educación es integral, empezando por los niveles básicos, hasta los de graduación en los más altos niveles, incluidos postgrados y masterados, que han proliferado: lo que abunda no siempre es satisfactorio.
 
Entones, pues, los problemas deben afrontarse a partir de esa integralidad, con la participación de todos los sectores involucrados, aceptando y reconociendo las falencias, los errores y la  descoordinación entre los niveles de estudio. Pero también es preciso aceptar y reconocer la necesidad de actuar con prudencia y realismo, pues en la práctica resulta imposible resolver antiguos problemas en forma abrupta e inmediata.
 
El mejoramiento de la Educación Superior es una necesidad con proyecciones hacia el futuro del país en todos los órdenes, pues no es posible abstraerse de la competitividad que impone como nunca antes la globalidad del mundo de estos días. De la calidad de los técnicos y profesionales que se formen hoy, dependerá mañana mucho el destino nacional en lo político, en lo económico, en la cultura y el arte, en el Buen Vivir.

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