Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
Vamos a llegar al fin de año y nos aguardan sucesos movidos e importantes, como la campaña política, la elección del Presidente del Ecuador y la consecuente cúpula gubernativa y con ella la suerte del país. El período se insinúa intenso, absorbente y controversial. 
 
 
Futbolizados, como estamos, al punto de que todas las tareas se suspenden cuando empiezan los partidos y no queda página de la prensa ni emisora o canal que no dedique gran parte de los espacios a discusiones interminables y pormenorizadas sobre los  eventos… Mareados, como también nos advertimos, cuando el Ejecutivo decreta largos feriados, a veces injustificables, y partimos eufóricamente aunque sólo sea con dinero plástico para “quemar” las horas en playas y otros sitios y convencernos que  nos divertimos y fomentamos el turismo interno, situación que ocasiona  hasta el silencio informativo de los medios de comunicación como que la vida ha detenido su curso...
 
En definitiva, manipulados, para restar importancia a momentos de tensión o problemas de fondo, estamos desentendiéndonos de la realidad nacional y confiándola a otros sin el seguimiento respectivo. Nos pasan inadvertidas las innovaciones legales de la Asamblea, que implican cambios importantes sobre todo en lo organizacional, económico y comercial, se olvida o pierde el rastreo de los casos de corrupción, nepotismo e ilegalidad que se investigan y demandan soluciones drásticas. Se relegan o echan cortinas de humo sobre los favoritismos o privilegios creando diferencias entre unos y otros. Hay apatía y permisión inconsciente frente a los nombramientos incompatibles con el tipo de entidad y su función específica, o aquellos que se extienden  sin evaluar bien a los favorecidos. Prevalecen los compromisos políticos, al margen de la ley, prescindiendo del perfil profesional o político adecuado, que recaen sobre personas que no son aptas para el cargo y gente que ya llegó al límite legal de su carrera.
 
Con tales antecedentes vamos a llegar al fin de este año y nos aguardan sucesos movidos e importantes, como la campaña política, la elección del Presidente del Ecuador y la consecuente cúpula gubernativa y con ella la suerte del país. El período se insinúa intenso, absorbente y controversial. Las opciones varias, de diversas tendencias ideológicas, no se advierten claramente entre los grupos formales y las facciones de procedencia diferente, pese a que el evento electoral es inminente y trascendente, porque conlleva estabilidad nacional o mayores inestabilidades sociales.
 
Tales verdades nos impelen a compenetrarnos más con la realidad. A estudiar los planeamientos más importantes que favorecen el orden, la igualdad, la seguridad y el bienestar generales. Dejar de lado los sectarismos políticos o clasistas. Pronunciarnos con objetividad y convicción ideológica. Reflexionar detenidamente sobre nuestra suerte  futura en medio de las grandes desigualdades y contradicciones nacionales.  Apoyar los candidatos con seriedad, responsabilidad y alta conciencia política para buscar en último término  el bienestar colectivo que favorezca la estabilidad social e ideológica sin extremismos ni exclusiones. Recordemos lo que dijo el 15 de febrero de 1819 el mayor estadista americano Simón Bolívar: “el sistema de Gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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