Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora La nueva modalidad de las cumbres entre gobernantes para conocerse mejor y socializar con los jefes de Estado del hemisferio es positiva en pos de la solidaridad regional que tanta falta hace en un mundo 
 
El mundo estuvo pendiente de los resultados de la VI Cumbre de Jefes de Estado de nuestro hemisferio y esperaba promisorios efectos. Sin embargo varios factores empañaron sus resultados. Uno de ellos y fundamental, la no asistencia unánime de todos los países de la región, como el nuestro,  y la excepción que se hizo de Cuba, no reconocida por el sistema interamericano de la OEA ni por el gobierno norteamericano, que sufrió una discriminación.
 
Dentro de la Agenda establecida se omitió debatir ampliamente la Estrategia Hemisférica para combatir el narcotráfico y el uso de la droga y su Plan de Acción 2011-2015, que ha sido responsabilidad de la Comisión Interamericana, al que ya se adhirieron los países miembros. 
 
   Sólo fueron reconocidos y no el punto de partida de la discusión, porque de él dependen acciones concretas, como los pretendidos observatorios nacionales de cada uno de los países; las medidas de control, como la inteligencia efectiva, el combate a los delitos conexos del crimen transnacional, el desmantelamiento de bandas criminales y la cooperación internacional como estrategia hemisférica. 
 
 
Asuntos soslayados que volverán a preocupar en el próximo evento que en este año se realizará en México.
 
Lo que no se valorizó, especialmente por parte del Ecuador, es que la Cumbre es la más amplia y reconocida oportunidad para establecer contactos directos y provechosos entre los jefes de Estado, al calor de un ambiente distendido y de camaradería predominante, para lograr acuerdos mutuos positivos. 
 
   Y la actitud del Canadá, al oponerse a que se trate el tema de las Malvinas, diferendo de peso entre la corona británica y Argentina por la posesión de ese estratégico territorio insular, pese a la vigencia del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, que obliga a los países signatarios a que actúen frente a un conflicto en que el agresor sea un país extracontinental.
 
   La nueva modalidad de las cumbres entre gobernantes para conocerse mejor y socializar con los jefes de Estado del hemisferio es positiva en pos de la solidaridad regional que tanta falta hace en un mundo empequeñecido por la rapidez de las comunicaciones y que no guarda misterios para el concierto de países del mundo.
 
 

 

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