Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora Hemos tratado de organizar el país con la Constitución de Montecristi y la integración de los tres poderes del estado, pero en la práctica hemos caído en contradicciones y controversias innecesarias. Las tendencias regionalistas se han exacerbado en torno a temas localistas que en ningún instante deberían involucrar a todos los ecuatorianos. 
 
La aspiración de todo ciudadano es vivir en tranquilidad, armonía y esperanza. Sin embargo esto no ha sucedido en el Ecuador desde el inicio del año 2011. La ausencia de tolerancia y de serenidad de las autoridades para afrontar los problemas cotidianos y la crítica ciudadana, han favorecido las discrepancias, las amenazas y la inseguridad en todos los órdenes. 
 
Dos sectores están enfrentados: un gran sector los gobernados y los funcionarios gubernamentales. Este clima de contradicciones crea una atmósfera de escasas garantías para seguir la lucha cotidiana.
 
Hay tensiones entre las clases populares que ven truncado sus sueños de progreso, cuyas autoridades deben ser su guía y ejemplo. Se ahondan las diferencias entre los partidarios del régimen y las otras fuerzas y organizaciones sociales. Se han producido conflictos con entidades internacionales relacionadas con la defensa de las libertades que garantizan las constituciones de todos los países y los Tratados Internacionales rubricados por ellos.
 
Hemos tratado de organizar el país de acuerdo con la Constitución de Montecristi y la integración de los tres poderes del estado, pero en la práctica hemos caído en contradicciones y controversias innecesarias.
 
 Las tendencias regionalistas se han exacerbado en torno a temas localistas que en ningún instante deberían involucrar a todos los ecuatorianos. 
 
Y los procesos de reorganización de las entidades de educación superior han generado descontento, discrepancias e inseguridad entre el estudiantado y las autoridades universitarias.
 
Frente a este panorama está el Ecuador, con sus aspiraciones, metas propuestas y programas ya trazados. El anhelo de los ciudadanos de vivir positivamente y de cara al futuro, salvando diferencias que podrían ser conciliables si planteamos las situaciones con realismo y honestidad. 
 
El legítimo deseo de mejorar el nivel de vida, ser garantizados por el Estado en toda actividad que emprendamos y vivir en paz, cuyo ambiente nos permite pensar y actuar con equidad y justicia.  
 
Ahora muy bien podríamos traer a la memoria lo que pedía Simón Bolívar a la gran Colombia:”Os pido, os ruego que permanezcáis unidos, para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos”.
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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