Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
Algunas universidades estatales se salvaron de un justo cierre, por el hecho de ser públicas, cuya clausura hubiera originado protestas en las provincias y ciudades donde se asientan. Ojalá con la depuración a lo “Herodes” venga un sustancial mejoramiento en la calidad académica de las universidades poco calificadas que se salvaron “por un pelo” político

 

 

Culminando el proceso gubernamental, a través de la SENACYT, de eliminar a las universidades que habían sido ubicadas en el último peldaño de calidad académica, esto es la Categoría E, se cierra con ribetes dignos de la clausura de carnicerías que vendieran al público productos en mal estado, con rótulos de cierre y todo, decenas de miles de estudiantes se quedaron en un verdadero limbo, por una razón de la cual no eran en lo absoluto culpables puesto que las universidades cerradas calificadas de “universidades garaje” por los dudosos locales en los que la mayoría de estas se alojaba- fueron en su debido tiempo gestionadas y aprobadas por diputados de todas las tendencias, para quedar bien con caciques provincianos o industriales de la Educación Superior con deseos de contar con “universidad propia”.

Nadie puede negar que el cierre de aquellas universidades de mala calidad era una necesidad para depurar el conjunto de nuestra maltrecha educación superior –Academia como se la denomina ahora con cierta pomposidad seudo elitista-, pero quizá el camino expedito y veloz seguido no fue el más adecuado, en relación a los “damnificados” de aquella eliminación vía rápida de universidades. Ahora estos ex alumnos son vistos como verdaderos “apestados académicos” por el “delito” –si cabe el término- de haber cursado las vitandas universidades hoy clausuradas. También el personal administrativo y de maestros de aquellas universidades hoy rumian en la desocupación, con un “sambenito” difícil de sacárselo de las espaldas: haber servido, bien o mal, eso no importa,
 

 

 

a las universidades-negocio zaheridas desde los organismos rectores de la educación superior.
Por razones que cabría sospechar como meramente políticas, algunas universidades estatales se salvaron de un justo cierre, por el hecho de ser públicas, cuya clausura hubiera originado protestas en las provincias y ciudades donde se asientan. Ojalá con la depuración a lo “Herodes” venga un sustancial mejoramiento en la calidad académica de las universidades poco calificadas que se salvaron “por un pelo” político.

Tras el cierre de las universidades indignas de seguir funcionando y los problemas consiguientes y aún no resueltos, un segundo capítulo de la transformación cualitativa en la Educación fue el reciente examen, cumplido a nivel nacional, de los futuros bachilleres que quieren optar por la educación superior. Esto  es casi todos, porque en el Ecuador el simple bachillerato no asegura ni siquiera una colocación como dependiente de un almacén de medias a una joven, o como guardia nocturno a un joven.

Así las cosas, los técnicos de la Educación parece que recién descubren que para mejorar realmente la educación en el país hay que empezar por los cimientos, esto es la formación de niños y adolescentes, para entonces sí aspirar con realismo a una formación superior y académica con calidad de “Primer Mundo”. Lamentablemente, se está experimentando a buen tún tún con los “revolucionarios cambios”.

 
 
 
 
 

 

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233