Por Julio Carpio Vintimilla
El hombre -- dice la opinión más común -- desciende del mono. Y el mono desciende (se baja) del árbol. Y, con tales hechos, comenzó eso que los hombres modernos hemos denominado la Historia. En otras palabras, comenzó la prolongada saga del único animal que -- en una medida muy considerable -- es capaz de adaptarse a casi todos los ambientes terrestres |
La vereda de un barrio cualquiera. Un perro le está persiguiendo a un gato. Éste se trepa ágilmente a un árbol. Por un momento, el perro le ladra; y, luego, sin más, se aleja. La banal escena nos lleva -- por asociación de ideas -- a reparar en las características de los animales, en la vida de ellos, en la evolución de las especies… El inesperado comienzo de un tema. Y, después, unas consecuentes, o arbitrarias, reflexiones. Adelante.
Cierto día, hace decenas de millones de años, unos pequeños y bastante inofensivos mamíferos cuadrúpedos -- acosados por sus poderosos enemigos cazadores -- lograron subirse a unos árboles de las sabanas o las selvas de África. Y tuvieron, a la fuerza, que permanecer en ellos. E irse adaptando, lenta y quizás difícilmente, a una nueva y especial forma de vida. Las hojas y los frutos debieron ser su principal alimento. Cuando se bajaban, -- para buscar el agua o por otras necesidades -- muchos fueron sorprendidos por los felinos o los cánidos; y perecieron malamente. Los afortunados que sobrevivieron empezaron a desarrollar unas manos elementales y una cola prensil. Es decir, se hicieron monos. (Hoy día, -- por la teoría de la evolución -- sabemos que unos animales se convierten en otros. Los peces se hicieron reptiles; y estos, a su vez, se hicieron aves.)
Y otro día, -- ya más cercano relativamente a nosotros -- unos cuantos monos se bajaron de los árboles. Ya tenían, en este momento, unas manos bastante hábiles. Uno de ellos encontró por ahí una piedra dura y con un buen filo. Y, con ella, le sacó punta a un palo fuerte. Este mono descendido fue el primer artesano; y su muy primitiva lanza fue la primera herramienta que se hizo en el planeta. Y también, simultáneamente, fue la primera arma. (Coincidencia del todo significativa… Casi cualquier herramienta y cualquier máquina -- desde un cuchillo de cocina hasta un automóvil -- es, también, de alguna manera, un arma. Para pensarlo.) Con su hechura, el habilidoso animal pudo cazar a otros animales y defenderse de sus enemigos. Su dieta cambió: comenzó a comer carne. Se hizo omnívoro. Con los residuos de la caza, pudo alimentar a perros y gatos; y pudo asociarse con ellos. Y pudo, además, domesticar a otros animales y servirse de los mismos para determinadas tareas; o criarlos para consumirlos. Y todos estos hechos favorecieron adicionalmente su propio desarrollo posterior: del cuerpo, en general; pero, principalmente, de las manos y del cerebro. Y, así, su evolución seguía en marcha. Bueno, de una familia, o unas familias, de estos arcaicos artesanos desciende el hombre moderno. El que, en cierto momento, dejó de ser mono. Y el que -- ya muy recientemente -- juntó la artesanía perfeccionada con el conocimiento avanzado. Creó la tecnología… Y, por lo tanto, pasó de ser simplemente hábil a ser sofisticadamente hiperhábil. Pasó, pues, a ser el animal tecnológico actual; el de nuestro título.
En consecuencia, el hombre -- como dice la opinión más común -- desciende del mono. Y el mono también, ciertamente, -- como dice el conocido juego de palabras -- desciende (se baja) del árbol. Y, con tales hechos, comenzó eso que los hombres modernos hemos denominado la Historia. En otras palabras, comenzó la prolongada saga del único animal que -- en una medida muy considerable -- es capaz de adaptarse a casi todos los ambientes terrestres. Y aun, en otra imprecisa medida, hasta de modificarlos y arruinarlos…
Y el hombre es también el único animal capaz de saber y conocer sistemáticamente. Y, por ello, entre muchas otras cosas, se preocupa de su pasado. Y lo ha ido despejando, lo ha ido empujando hacia atrás. Es decir, el hombre ha avanzado hacia la remota frontera de la Historia. Los intentos más antiguos: especulaciones legendarias al estilo de la Atlántida de Platón… En un conocido intento cristiano, se determinó unos “bíblicos” cuatro mil años transcurridos desde La Creación. (Calculados por algún ingenuo y esforzado cronologista.) Los estudios arqueológicos hicieron -- desde hace algo más de un par de siglos -- una tarea con resultados bastante confiables y seguros. (Ayudaron los conocimientos geológicos y el estudio de los paleoclimas.) Y, de este modo, nació la Prehistoria; la Historia de los restos humanos y de las herramientas. (La Historia sin documentación, sin la ayuda de la escritura.)
Y hoy día tenemos ya las eficaces claves del ADN. El hallazgo de ayer: Lucy -- la Eva de los homínidos, los antecesores prehistóricos del hombre moderno -- no estaba “sola”. Había con ella, o cerca de ella, otra especie parecida; con la cual, probablemente, la de Lucy se mezcló. Otro descubrimiento, de anteayer: la existencia de los denisovanos; quienes habitaron el Viejo Mundo miles de años antes que el hombre moderno llegara de Äfrica. (Estudios hechos en la gran caverna de Denisova, en los Montes Altai; sur de Rusia, cerca de Mongolia.) Los denisovanos se extendieron más ampliamente que los neandertalenses. (Fueron probablemente más exitosos que estos. Se ha encontrado genes denisovanos hasta en poblaciones de Australia y de las islas de Oceanía.) Los denisovanos desaparecieron hace unos 30.000 años; más o menos en simultaneidad con los neandertalenses. No se sabe si los denisovanos y los neandertalenses se mezclaron entre sí. Sí se sabe, en cambio, que los hombres modernos se mezclaron con los unos y con los otros; formando unas especies mixtas y más robustas. (Aptas para soportar, por ejemplo, los terribles fríos del interior del Asia.) Tampoco se sabe si el hombre moderno se mezcló con el hombrecito de Flores, Homo floresiensis, de la isla indonésica del mismo nombre. Este último todavía caminaba en sus selvas hace unos 17.000 años. (Su ADN es más difícil de analizar por el deterioro de los restos humanos en los húmedos suelos tropicales.)
¿Y que significa esta nueva perspectiva del pasado? Pues que la versión del hombre moderno -- que salió del África hace unos 50.000 años y se extendió amplia y exitosamente por todo el planeta -- era inexacta y simplificadora. El asunto era más complejo… Significa que ya sabemos cómo el hombre actual llegó a constituir una sola especie. Una especie mixta o híbrida. (Mestiza, diríamos los latinoamericanos.) Y, por otra parte, significa que el ADN ha convertido prácticamente la prehistoria humana en un libro abierto. De hecho, -- se sostiene -- ya no hay prehistoria. Hoy día, todo es Historia. Es decir, el pasado humano de los últimos 50.000 años es ya muy inteligible y se conoce con bastante precisión. Una muy lejana frontera del conocimiento ha sido, pues, alcanzada.
Y, ahora, columbremos la frontera del futuro. ¿Qué será de la humanidad en los tiempos que vendrán? ¿El animal tecnológico será capaz de mantener su planeta en buenas condiciones? ¿Y será capaz de mantener la exigencia de sus propias exigencias? Es decir, ¿será capaz de soportar la pesada carga de la sofisticada cultura que ha creado? ¿Será factible, en consecuencia, un animal cada vez más tecnológico? ¿Y podrá la humanidad soportar las futuras catástrofes terrestres? (Las futuras glaciaciones, la colisión de enormes meteoritos; el enfriamiento final de la Tierra, si es que la especie todavía vive para sentirlo. Lo cual es muy dudoso. Pues, los tiempos geológicos y astronómicos son sumamente largos. Y hasta las especies más exitosas -- que viven, por supuesto, en el limitado tiempo biológico -- terminan por desaparecer…) ¿O podrá la humanidad escapar de su planeta, si la situación así lo exige? ¿Podrá el animal que un día se bajó del árbol colonizar otros cuerpos celestes? En otras palabras, ¿podrá el hombre literalmente subir al Cielo? Bueno, señor mío, allá -- en las inmensas distancias siderales -- estará probablemente la ultima frontera del futuro de la humanidad.