Por Julio Carpio Vintimilla

 

Iguazú: las cataratas son, cierta y definitivamente, espectaculares. Entendemos a quienes dicen que ven allí, patente, la obra de Dios; o a aquellos que las visitan en forma regular, para hacer una especie de terapia sicológica y espiritual. Sus 275 saltos de agua-- argentinos y brasileños, recordémoslo sobre la marcha -- constituyen algo que directamente nos asombra y nos deslumbra

 

Oímos repetir cierta vez una afirmación muy contundente: La Argentina es el país más espectacular del mundo. Quien la había hecho se estaba refiriendo -- como se podrá suponer -- a la naturaleza literal, a la naturaleza física del territorio. (Hay que aclararlo, sin embargo; porque hay cosas humanas -- como un rascacielos de cien pisos o un desfile aéreo -- que también son espectaculares.) ¿Y quién era el quién? Pues, un turista suizo, cuyo nombre no recordamos, si se nos dijo. (¿Cómo recordar el millón de nombres que hemos leído u oído en la vida? Y que se nos perdone la casi irreparable falta de rigor.) Bueno, en principio, la afirmación nos pareció muy aguda y muy acertada. Pero, pronto, empezaron a aparecer las dudas. Helas aquí, en una forma muy nominativa y sintética. ¿Y Chile? ¿Y Brasil? ¿Y Canadá? ¿Y Rusia? ¿Y China? ¿Y Australia? Y, sobre todo, -- porque también tiene muchísimo que mostrar en este aspecto --  los Estados Unidos.  Habría, por lo tanto, que comparar los diversos hechos en cuestión debida y  prolijamente. Pero, por hoy, -- comienzo de una tarea periodística, nada más --  sólo examinaremos el patrimonio natural cierto y manifiesto del país sureño. 
 

 

El Aconcagua, con casi siete mil metros de altura, el segundo de los nevados más altos del mundo

Continuando, hay que hacer una precisión: ¿Y qué es lo espectacular? Convengamos en que es lo majestuoso, lo magnífico, lo imponente, lo impresionante, lo esplendoroso. Y, aquí, atención: No es lo grandioso. (Lo grandioso puede ser mucho más notable que lo espectacular; pero no es igual a lo espectacular.) Veámoslo con un caso nuestro y concreto. ¿Es Galápagos espectacular? Definitivamente, no. Pero nadie, probablemente, negará que el archipiélago sí es grandioso. Precisado. Y, así, parece  que, por suerte, tenemos ya en nuestras cabezas el quid del asunto. Es decir, lo importante, en este trabajito, es la distinción entre lo primero y lo segundo. Eureka. 

 
Busquemos, pues, las diferencias. Para ser espectacular, un hecho natural debe ser espacialmente reducido. Y el observador -- en el momento de apreciarlo -- debe estar convenientemente situado respecto a él. Y, aquí, otro ejemplo es necesario. El nevado Chimborazo resulta espectacular visto desde Urbina, en la Carretera Panamericana; en una de esas raras ocasiones en que el cielo de la zona está despejado. Y resulta -- esto ya es un efecto bastante menor -- sólo impresionante, si se lo ve de muy cerca, digamos desde la ventanilla de un avión. O, de lejos, desde Guayaquil, cuando alguna que otra vez se lo puede ver. (Nótese bien la diferencia de grado que hay entre lo espectacular y lo impresionante.) / En cambio, para percibir lo grandioso -- no para verlo, porque lo grandioso terrestre no se puede ver; salvo en el caso único y supremo del firmamento estrellado -- hay que apelar a la información y a la imaginación geográficas. En el caso del archipiélago ecuatoriano -- señalemos -- hay que comprender el volcanismo que lo formó; observar, en el mapa, la amplia dispersión de las islas; notar sus especiales condiciones morfológicas y climáticas, su aislamiento interno y exterior… En otras palabras, hay que saber. (Sancho Panza: El que no sabe es como el que no ve.) Y aceptemos, en consecuencia, incidentalmente, que un buen turista debe saber. Porque si no sabe, en muchas ocasiones, no podrá ver…
 
Y, ahora sí, podremos comprender por qué a nuestro ignoto suizo la Argentina le pareció espectacular. Sospechamos que su conclusión se basó, sobre todo, en la visita a tres lugares precisos: las cataratas del Iguazú, el cerro Aconcagua y el glaciar Perito Moreno. Bien, las cataratas son, cierta y definitivamente, espectaculares. Entendemos a quienes dicen que ven allí, patente, la obra de Dios; o a aquellos que las visitan en forma regular, para hacer una especie de terapia sicológica y espiritual. Sus 275 saltos de agua-- argentinos y brasileños; recordémoslo sobre la marcha -- constituyen algo que directamente nos asombra y nos deslumbra. (Quienes conocen también las cataratas del Niágara -- nos incluimos -- pueden atestiguar la neta diferencia que hay entre las dos. Se dice que, en Iguazú, el Presidente Teodoro Roosevelt, de los Estados Unidos, exclamó: “¡Pobre Niágara!” Y esto no significa, de ninguna manera, que las últimas sean algo desdeñable… Tienen lo suyo.) Como se sabe, las cataratas del Iguazú están incluidas-- admiración internacional duradera y notorio consenso, mediante -- entre las diez maravillas naturales del mundo.
 
En segundo lugar, el cerro Aconcagua -- visto desde su base, el sitio Plaza de Mulas, verbigracia -- debe ser igualmente espectacular. (Es posible que el suizo -- si era empeñoso -- lo haya visto desde allí. Nosotros -- como la mayoría de los turistas -- hemos debido contentarnos con una observación bastante lejana.) Hay que señalar que el Aconcagua se halla totalmente dentro del territorio argentino. (Está fuera de la divisoria continental de las aguas.) Este cerro -- 6.959  m.s.n.m. -- es el más alto de los hemisferios occidental y del sur. (Sólo superado en altura por los 16 gigantes asiáticos del Himalaya.) A diferencia del Chimborazo, el Aconcagua es muy visible. (La zona de Mendoza -- desértica -- registra unos 168 días anuales perfectamente despejados.) / En tercer lugar, el glaciar Perito Moreno -- en el Parque Nacional de los Glaciares, Patagonia del sur -- es otro clásico del turismo argentino. Por ciertas particulares condiciones hídricas, el hielo forma -- en el brazo Rico del lago Argentino -- un gran túnel de desfogue. Y, sobre éste, permanece una formidable bóveda, de unos 57  metros de altura; la misma que -- cada cuatro años promedialmente -- colapsa con un gran estruendo. (Hay un puesto de observación a sólo unos 400  metros de la bóveda.) El fenómeno -- muy esperado -- es un ocasional detalle espectacular; dentro de un conjunto que ya, por sí mismo, lo es en forma permanente. (El glaciar -- situado en un paisaje frío y muy hermoso de bosques y de aguas -- tiene un frente de cinco kilómetros de anchura.) Bueno, los lugares mencionados constituyen, en verdad, un conjunto natural bastante diverso, excepcional y espectacular. No cabe duda.
 
Pero, hay todavía mucho más. Y, siendo así, debemos continuar con el inventario de la afortunada desmesura. Tomemos la otra faceta de la cuestión: La Argentina  tiene también una naturaleza física grandiosa. A ver. La Pampa, el mar de hierba; el Río de la Plata, el más ancho del mundo, compartido con la República Oriental del Uruguay  (140 km. frente a Montevideo); las mesetas y los valles patagónicos, batidos por los vientos más fuertes y constantes de todo el planeta; la Cordillera de los Andes, compartida con Chile en unos 4.000 km., una de las fronteras más largas del mundo. Y los despoblados archipiélagos del Atlántico sur, en disputa con la Gran Bretaña. Y la Antártida. (Es decir, la parte argentina del continente helado. Hay cruceros para visitarla.) / Y sigue habiendo más. Unos rasgos menores, pero sorprendentemente notables: desiertos, sierras, volcanes, lagos, salares… (La Payunia, Bariloche…) Usted tendrá que entender muchas cosas… Las totalidades. Ya lo advertimos. Porque, en su viaje, sólo podrá ver los detalles sueltos y separados de las dichas grandezas. En la Pampa, por ejemplo, verá, entre otros, los cascos de las estancias con sus eucaliptales; o las “vacas inmóviles” de los cuantiosos rebaños distantes…
 
Y terminemos, anticipando algo que puede suceder. No faltará -- al leer esto -- quien recuerde el cuentito de la creación de los países. Dios -- al darle a la Argentina tantos dones naturales -- debió, en justicia, compensar de algún modo su enorme prodigalidad. ¿Cómo? Pues, poblando el bendecido territorio con unas gentes muy particulares y curiosas… Es decir, con los argentinos… 
 

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