Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora Las mayorías han despertado, muestran esa actitud de rebeldía y dignidad que son respetables. Y los gobernantes requieren de un sentido cabal de equilibrio y justicia para atenderlos. 
 
No hay duda que existe una actitud regional generalizada en nuestros países latinoamericanos respecto de los derechos sociales acumulados durante décadas y no satisfechos. Se trata de un clamor casi siempre ignorado o postergado por los gobiernos sucesivos. Y al mismo tiempo hay una innegable aparición de un extenso tejido de movilización social que demanda una real democracia como sistema de vida, defiende los bienes estratégicos comunes y reprueba la tendencia de los gobiernos para contraer compromisos económicos internacionales. 
 
Tal es el caso de las demandas de tierra para trabajarla que hacen los paraguayos, la exigencia del agua en todos las ambientes, la necesidad de servicios elementales, trabajo y salarios racionales. Y en otros  estados de la región, la nacionalización de la explotación petrolera, el usufructo de la riqueza minera, como fuentes de desarrollo estratégico.
 
Es tan evidente este panorama social que los gobiernos recientes del Uruguay, Ecuador, Bolivia, Chile Paraguay, Argentina lo están afrontando. El pueblo uruguayo por ejemplo, mediante un referéndum, declaró el agua como “derecho humano” que debe estar en manos públicas. En Bolivia se produjo el alzamiento de la Policía para rechazar sueldos inhumanos. Los peruanos impugnan el proyecto minero CONGA que alterará su hábitat. 
 
Nosotros hemos propuesto el Proyecto YASUNI como modelo de supervivencia y tuvimos la Marcha Nacional por la Vida y la Dignidad 
 

 

de los pueblos y se habla de “economía verde” y “desarrollo sustentable”. La actividad de las sociedades transnacionales está desdibujando el contenido de la democracia representativa y ha generado la crisis que nos afecta. 
 
Es decir, las mayorías han despertado, muestran esa actitud de rebeldía y dignidad que son respetables. Y los gobernantes requieren de un sentido cabal de equilibrio y justicia para atenderlos. Y se invoca el cumplimiento del preámbulo de la Carta de la Organización de Naciones Unidas que empieza:..”nosotros los pueblos de las Naciones Unidas”.
 
Visto así este panorama de nuestros pueblos, la Conferencia de la UN sobre Desarrollo Sustentable efectuada en Río de Janeiro este mes de junio, fue una especie de propuesta a las demandas sociales requeridas regionalmente como en el ámbito mundial. Y aun cuando se reconoció la existencia de múltiples crisis sin aclarar sus causas estructurales, hubo una velada decisión que sólo busca mantener y reproducir el modelo económico que se cuestionaban.
 
 
En el caso paraguayo, el Presidente Lugo se ha visto envuelto en una crisis surgida dentro de un sistema conservador, aún no evolucionado y contra  un Mandatario de profunda sensibilidad social, que anhelaba ofrecer a su pueblo lo que necesita: tierra, agua, trabajo, protección social, igualdad de oportunidades, dentro de un modelo que no empieza todavía a ser superado.

 

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