Cuando el 30 de enero de 1912 aún flotaba en el aire capitalino el olor de la hoguera bárbara, falleció en Cuenca Luis Cordero Crespo, el Presidente que renunció doce años atrás, luego del incendio político provocado por la “venta de la bandera”, episodio que estimuló la revolución liberal de Eloy Alfaro