Por Eugenio Lloret Orellana

 

Eugenio Lloret

 

Es considerable la amenaza de una catástrofe nuclear igual o peor que las de Hiroshima y Nagasaki y, no obstante, no estimamos que sea inevitable. En el mundo entero las iniciativas de paz lideradas por las Naciones Unidas son estímulo para las personas de buena voluntad, porque las consideran el fundamento del gran viraje de la guerra a la paz, de la destrucción a la creación

 
   
   
El desvelo por los destinos del mundo y de la humanidad, por los valores humanos, nos obligan a señalar que los negros nubarrones de la amenaza nuclear recubren el horizonte del planeta y penden como la espada de Damocles.
 
Qué trágico fin tendrá todo lo creado en el planeta por las civilizaciones a lo largo de milenios si nosotros, juntos, no empeñamos nuestra palabra para poner término a la creciente locura de los círculos imperialistas dispuestos a sacrificar el destino de pueblos enteros. ¿Es posible que seamos tan sórdidos e incapaces de no poder hacer entrar en razón a los que atentan contra el magno valor de la humanidad: la paz?
 
El escritor no puede detener el vuelo del cohete con carga nuclear, pero, hoy su ética, su talento e imaginación son más urgentes que nunca. Con la palabra, potente arma, el escritor puede contribuir a la formación de un clima y de una cohesión de esfuerzos individuales y colectivos en el mundo globalizado factibles de cerrar el paso a los traficantes de armas, al militarismo y a la agresión, atajar el peligroso curso de los acontecimientos y evitar, por ejemplo, que el Medio Oriente se convierta en un polvorín.
 
Pueden ser diferentes los puntos de vista en torno a los problemas que afligen a las naciones, pero nadie y peor un escritor sensato desearía que la guerra, palabra maldita, haga explotar al mundo para la sobrevivencia de las cucarachas. Esta amenaza debe declinarse a costa de todos los esfuerzos humanos.
 
Es considerable la amenaza de una catástrofe nuclear igual o peor que Hiroshima y Nagasaki y, no obstante, no estimamos que sea inevitable. En el mundo entero las iniciativas de paz lideradas por las Naciones Unidas son estímulo para las personas de buena voluntad, porque las consideran el fundamento del gran viraje de la guerra a la paz, de la destrucción a la creación.
 
Exhortamos a los escritores del planeta y a las naciones a trabajar en aras de los ideales del bien y la justicia con libertad, a actuar militantemente en defensa de la paz. 
 
Cuanto más pujante sea esta actividad humanitaria, tanto mayor dificultad experimentarán las fuerzas militaristas para sembrar el odio, quebrantar la unidad espiritual de los hombres y el diálogo pacífico de los pueblos, y preparar las guerras psicológicas y de las galaxias.
 
Nuestro mundo real es complejo, contradictorio y, a veces, despiadado. Y, sin embargo, la vida es digna y hermosa . Se puede y hay necesidad de mejorarla, más en la actualidad lo principal es salvarla. Salvar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, salvar a nuestro futuro y nuestro pasado. Por ello, vale la pena luchar y aunar esfuerzos, alzar la voz y gritar al mundo que la guerra no es sino el suicidio de los hombres, que odian la dicha de vivir.
 
Para tratar de impedir que eso ocurra estamos aquí, sumando nuestras voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas nucleares. De nosotros depende, hombres y mujeres de la inteligencia y la fraternidad, de la ciencia, las artes y las letras que los invitados a esa consagración quimérica no vayan a su fiesta atómica con nuestros mismos terrores de hoy.
 
Todas las guerras han sido crueles y se han consumado por la ambición personal de caudillos, por las ansias de expandir el comercio y controlar el imperialismo económico. Otras han sido guerras de odios raciales y fanatismos religiosos. En todo caso la guerra es un estado de barbarie.
 
Es hora, como dijo Gabriel García Márquez, en uno de sus tantos encuentros por la paz de hacer un firme compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir el diluvio atómico.
 
En fin, la guerra nuclear sería un desastre humano y ambiental definitivo en donde toda la riqueza cultural y material que el hombre ha acumulado a lo largo de milenios de civilización desaparecería en minutos..
 
 
 
 
 

 

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