Por Julio Carpio Vintimilla
En esta columna, hablamos, casi siempre, de asuntos controversiales; y, a veces, muy espinosos: política nacional, elecciones, relaciones internacionales, desarrollo, educación, ideas… Y, con cierta frecuencia, terminamos preocupados, desanimados, algo pesimistas. Hoy, vamos a variar. Hagamos un poco de humor |
El latinoamericano perfecto.- He a quí una versión actual, corregida y aumentada, de la más o menos conocida ocurrencia:
El latinoamericano perfecto debe tener: la modestia de los argentinos, la identidad de los uruguayos, el desarrollo de los paraguayos, la sinceridad de los chilenos, la riqueza de los bolivianos, el pacifismo de los peruanos, la iniciativa de los ecuatorianos, la honradez de los colombianos, el buen gusto de los venezolanos, la castidad de los brasileños, el pragmatismo de los cubanos y la belleza de los mexicanos. / ¿Completo? / No, aún. / Alguien añade que -- por nuestras madres patrias -- semejante espécimen también debiera tener la delicadeza de los españoles y la valentía de los italianos… / Ahora sí, ¿para qué más?
Nota.- Nos curamos en salud; dadas las preocupaciones y las manías actuales. No se les ocurra acusarnos de prejuiciados o de discriminadores. Les decimos, en todo caso, que
-- para superar los muy humanos defectos -- nos empeñamos en no serlo… Y, además, por supuesto, hay muchos venezolanos que no ponen ángeles y patos de yeso en sus jardines; y que tienen casas verdaderamente hermosas… Y, también, no todos los uruguayos se parecen a los bonaerenses, como una gota de agua a otra… El humor
-- ustedes lo saben o lo pueden adivinar -- trabaja muchas veces con estereotipos y caricaturas. Y, por otra parte, sepamos reírnos de nosotros mismos. Es saludable.
El diálogo de los burros.- En Bolivia, -- debido, como en el Ecuador, a las marcadas diferencias internas -- se inventa chistes regionales, raciales y culturales. La gente del Altiplano -- el suboficial de este cuento -- suele ser de raza y lengua indígenas. La gente de la zona más baja del país -- los cruceños o cambas; el soldado de este cuento -- suele ser mestiza y de lengua española. Bueno, con la explicación, vaya el anunciado cuento:
-- ¡Soldado Moreno!
-- A sus órdenes, mi suboficial.
-- ¿Ve usted ese par de burros que están conversando, allá por el centro de la cancha de fútbol?
-- Sí, mi suboficial.
-- Bueno, acérquese a ellos, con disimulo; y, luego, escuche, con mucha atención, de qué hablan. Procure que no desconfíen. Esos burros hasta podrían ser agentes infiltrados del enemigo. Los chilenos son muy astutos…
Moreno toma una escoba y un recogedor de basura y se acerca lentamente a los burros. Entiende, obviamente, la mala intención del suboficial. Y sabe, desde luego, que puede recibir un inmotivado castigo. Piensa: ¿Y ahora que le digo a este desgraciado? Después de unos quince minutos de dar vueltas alrededor de los burros, Moreno vuelve a ver al suboficial.
-- Permiso, mi suboficial.
-- Oigo, Moreno.
-- Efectivamente, - como usted dijo, mi suboficial - los burros estaban hablando…
-- Bueno, al grano, ¿y qué decían?
-- Pero, resulta que no pude entender nada, mi suboficial…
-- No pudo entender… ¿Y por qué demonios, Moreno?
-- Porque los burros estaban hablando en quechua, mi suboficial.
Recuerdo de la Guerra de la Triple Alianza.- En las cercanías del pueblo de Ibiratapá, -- Brasil, a unos veinte kilómetros de la frontera con el Paraguay -- hay una placa de bronce con esta leyenda:
En este campo, lucharon dos mil valientes brasileños contra docientos cobardes paraguayos.
Mal entendido.- El verbo es el alma de la oración. -- decía el gramático español Luis Fradejas Sánchez. / Por lo tanto, siempre hay que usarlo correctamente. Y nunca hay que malusarlo, ni suponerlo… He aquí, una confirmación de lo dicho. Un famoso compatriota suyo -- el filósofo José Ortega y Gasset -- hizo una vez una famosa exhortación: ¡Argentinos, a las cosas! / Quería decir, por supuesto: ¡Argentinos, a hacer las cosas! A trabajar… Pero, muchos gauchos -- especialmente, los políticos -- entendieron: ¡Argentinos, a robarse las cosas! / Y, a los argentinos -- por sólo un verbo omitido -- así les ha ido…
Éramos tan pobres… .- Éramos tan pobres, que todos dormíamos en el mismo cuarto. Y la abuela -- que era insomne -- se pasaba la noche con nosotros, sentada en un banco. Y todos nos dábamos la vuelta, al mismo tiempo, para no golpearnos las rodillas. Y todos soñábamos el mismo sueño, a la misma hora: Que nos habíamos ganado la lotería, sin comprar el boleto…
El chiste absurdo.- La vaca muge. La puerta cruje. Y tu suegra se fue a la romería de la Virgen de El Cisne.
Las coplas pícaras.- Un mismo asunto, con tres coplas y tres acentos. La mexicana: / Cuando estaba yo en Capiro, / me dijo una capireña: / Si me ves con mi marido, / no me hagas ninguna seña. // La argentina: / Cuando estaba yo en Santiago, / me dijo una santiagueña: / Si me ves con mi marido, / no me esperés en la peña. // Y la española, probablemente antecesora de las otras dos: / Cuando estaba yo en Toledo, / me dijo una toledana: / Si me ves con mi marido, / sigue tú, como si nada… //
Concluyamos. / Cantando viné. / Cantando estuvé. / Cantando, cantando, cantando m’iré. / Cantando, cantando, cantando andaré. // Bueno, siga usted por el optimista carril del canto. Y, en consecuencia, cante, si puede… Y, si no puede, también cante. Inténtelo… En todo caso, su ánimo mejorará. Y de eso se trata. ¡Feliz Navidad!