Por Yolanda Reinoso

 

                                    Los escaparates que, por cierto, siempre son llamativos por una u otra razón, deslumbran por la belleza fresca con que están vestidos los maniquíes; no son diseños armados con tela e hilo, sino con flores de todo tipo, símbolo de que los botones se abren por ser abril, primer mes oficial de la primavera

 

 
Como no suelo ir de compras por pasatiempo, debo admitir que sólo en dos ocasiones he puesto mis pies en Macy’s, esa enorme tienda, considerada parte de la cultura  cosmopolita de New York, y la segunda más grande del mundo. En el 2008, este almacén de 11 pisos cumplió 150 años de vida y su presencia en la urbe va ligada a tradiciones de la cultura estadounidense, pues apadrina el tradicional desfile anual del Día de Acción de Gracias, el espectáculo de fuegos artificiales del 4 de julio, eventos especiales de las fiestas decembrinas, y una exposición muy llamativa que es motivo de este artículo: el “Show de las Flores” en abril de cada año.
 
Durante este mes, los escaparates que, por cierto, siempre son llamativos por una u otra razón, deslumbran por la belleza fresca con que están vestidos los maniquíes; no son diseños armados con tela e hilo, sino con flores de todo tipo, símbolo de que los botones se abren por ser abril, primer mes oficial de la primavera. 
 
Bajaba por la calle Broadway cuando al paso un hombre me dio una hoja volante que detallaba el origen de las flores usadas en los vestidos, y como si hubiese sabido de antemano lo que encontraría, mi mirada recayó sobre la línea que rezaba “rosas de Ecuador en la falda”, así que me apresuré a encontrar la vitrina en cuestión. No es de sorprender sin embargo que nuestras rosas hayan sido las escogidas para ese diseño que el lector puede admirar en la fotografía que ilustra este texto, pues a precios excesivos se pueden hallar en los supermercados o en las tiendas de barrio que abundan en la isla de Manhattan así como en Brooklyn, Queens, etc. El papel celofán siempre lleva un sello que dice “imported from Ecuador”.
 
La blusa de la expresiva maniquí está hecha con hojas de cala, y la vista se maravilla más al ver chaquetas, vestidos, chales, elaborados a base de gerberas, girasoles, lilas, etc.
 
Tenía pues que entrar a la tienda, para comprobar que la exhibición de los diseños no textiles es sólo parte de esta fiesta florida; adentro las escaleras eléctricas, las zonas destinadas a las distintas marcas de cosméticos y perfumería, abundan de figuras hechas de flores y relacionadas con el mundo de la flora y la fauna: pájaros e insectos vistosos parecen hechos para durar por siempre no sólo por la frescura de los pétalos que los componen, sino por la solidez que aparentan.
 
Otros espacios están ornamentados con arreglos referentes al tema del evento, que varía cada año, desde tópicos de interés universal como el cuidado del medio ambiente, así como otros que apelan a cada quien según su experiencia, como el de este año, que se refiere a preciosos jardines tropicales típicos de Brasil.
 
El espacio estético que crea Macy’s llama la atención del público porque, además de la belleza implícita en un evento de tal naturaleza, existe un trasfondo cultural, y es que da cabida a la creatividad de diseñadores de vestuario con una visión contemporánea de la moda, y cuyas creaciones han desfilado por pasarelas famosas. Además, como se nota en las fotografías, éstas reflejan gracias al vidrio la realidad neoyorquina, su trajín, la historia de sus edificaciones, características propias de la Gran Manzana.
 
Como es inevitable, el evento dura apenas 14 días y, en los últimos, suele verse ya que los pétalos comienzan a decaer y hasta pueden verse flores enteras en el suelo. En parques y parterres florecen en esta época los tulipanes y otras especies de plantas a menudo importadas, y el contraste con el frío húmedo y los días grises de un invierno que acaba de pasar convierte la estación primaveral en una suerte de milagro vital que se acentúa donde el ser humano experimenta las cuatro estaciones. El cambio de una etapa a otra explica el afán de Vivaldi por imitar mediante notas de violines el canto de los pájaros y otros sonidos propios de la primavera, una sensación que no se comprende a cabalidad sino hasta que se experimentan las cuatro estaciones.

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