Por Julio Carpio Vintimilla

 

Un buen número de personas, por personalidad o por educación cree en la libertad, en la tolerancia, en el consenso… Sin mucho reflexionar… Sin reparar en que éstas son viejas actitudes humanas y buenas actitudes políticas liberales… Sin preocuparse prolijamente de los antecedentes o supuestos filosóficos que están detrás de ellas… 

 

¿Cree usted que el inicio de la Filosofía puede ser considerado una revolución? / No lo pensó… Pero le gustaría conocer la respuesta a esta pregunta. / Bueno, nosotros -- con un cierto atrevimiento -- le diremos que sí. La Filosofía -- la revolución del pensar -- es el gran aporte que la humanidad les debe a los griegos. Ellos hicieron solos --  y de una primera y buena vez -- tan formidable tarea cultural. (A. N. Whitehead dijo, a propósito, que toda la Filosofía occidental es nada más que un interminable comentario de Platón. Conviene recordar semejante suceso en estos tiempos en que los helenos le están debiendo abultadas sumas de dinero a medio mundo. Créditos y deudas…)
 
¿Y por qué la Filosofía es una revolución?  Pues, por el motivo muy sencillo  de que La Filosofía es la afición al conocimiento racional o el aprecio de él. (Es amor a la sabiduría, sólo en los laxos sentidos de lo literal, lo etimológico y lo metafórico. Y, aparte, en un sentido definitorio estricto, la Filosofía es el estudio de los asuntos más básicos y generales de las personas, la sociedad y el mundo.) Y no es, limitadamente, -- observar: precisión muy necesaria -- el aprecio de (o la afición a) la verdad. Pues, resulta que la búsqueda de la sola verdad, escueta o desnuda, es, en lo esencial, una preocupación o hasta una obsesión religiosa. (Las personas analíticas saben que la verdad es, con mucha frecuencia, esquiva, parcial y relativa.) En otras palabras, deseamos dejar claro, en este punto, que -- al buscar el conocimiento amplio y no la verdad reducida -- los griegos dejaron atrás, olímpicamente, a todo el rutinario piquete de las creencias. Es decir, superaron de golpe un pasado de varios milenios; el pasado de las religiones… (Señalemos, sin embargo, -- para poner las cosas en la adecuada perspectiva -- que el inicio de la religión fue, igualmente, en su momento, una verdadera revolución.) Bueno, así, en definitiva, los griegos inauguraron una época completamente nueva. No imaginamos que esto le parezca  a usted poca cosa…
 
Mas, a pesar de semejante acontecimiento, el mundo -- diremos mejor el grueso de la humanidad -- sigue siendo tan creyente o, aun, tan simplemente crédulo como siempre ha sido. ¿Paradoja, contradicción, datos y hechos que no cuadran?  Sólo aparentes… (Tratar en detalle este asunto nos llevaría a otro tema; el tema del alcance y la trascendencia de las revoluciones. Dejémoslo, pues. Y retomemos nuestro hilo.) Entonces, ¿deberemos concluir, desalentadoramente, que la revolución griega apenas ha podido cambiar a fondo a una minoría de personas, en tantos siglos y en tantos países…?  Cierto y seguro… Y es justamente esto -- por sus implicaciones modernas -- lo que ha comenzado a preocupar, en los últimos tiempos, a muchos sociólogos, antropólogos, pensadores, escritores… Porque resulta que aun hoy se puede -- más bien fácilmente -- adoctrinar a la gente, engañar a la gente, manipular a la gente, perjudicar a la gente… Y hasta a la gente bastante educada… Es decir, se puede hacer marchar triunfalmente a las huestes del antipensar, de la antifilosofía… A los abominables contrarrevolucionarios del dogma y la creencia… Y tal cosa, por supuesto, es grave, torcida, antiprogresista, anacrónica e inmoral… Y es también -- en forma plena, alarmante y muy significativa -- antidemocrática. Y, por ser antidemocrática, tal cosa perjudica a la sociedad entera; daña a la buena, sana y perfectible vida civil. Existe, por lo tanto, aquí, un notorio problema intelectual y práctico de la vida moderna. (Creencia o pensamiento. Tolerancia o intolerancia. Democracia o dictadura. Estas son las alternativas que, por lo anterior, están en juego. Nada menos…)
 
Las religiones son refugios sicológicos. Dan seguridad. La creencia da seguridad… La Filosofía, en cambio, es un puesto de avanzada y de exploración. Le proporciona a usted  curiosidad, audacia y apertura mental, pero a cambio de la incertidumbre… El pensamiento -- como casi todo en la vida -- tiene su precio.

Hay, a propósito, una pregunta clara y precisa: ¿Por qué cree la gente?  Y, de otra forma: ¿Por qué es incapaz de discurrir bien?  Julia Kristeva -- una filósofa francesa de origen búlgaro -- ha señalado que la necesidad de creer es, incluso, anterior a las religiones. Tiene razón. A ver. Si un tigre aparece en la vereda por la que usted está caminando, usted se meterá en la primera puerta abierta que encuentre. (No se pondrá a pensar que tal cosa no puede ocurrir; que usted está teniendo una alucinación...) Actitud de siempre. Y los filósofos la conocen. Se trata del materialismo común o ingenuo. (Es decir, nosotros, todos, -- más o menos automáticamente -- les damos el debido crédito a nuestros sentidos. No puede ser de otro modo.) He aquí, pues, una primera, cuasi forzosa y muy acostumbradora razón (o sinrazón) para creer: la inercia que sigue a la conducta habitual… / ¿Filosofía? ¿Para qué? / Lo sabíamos. / Además -- y en un plano ya bastante más alto -- todos creemos sencillamente en un algo o en unos algos. Un buen número de personas, por ejemplo, -- por personalidad o por educación -- cree en la libertad, en la tolerancia, en el consenso… Sin mucho reflexionar… Sin reparar en que éstas son viejas actitudes humanas y buenas actitudes políticas liberales… Sin preocuparse prolijamente de los antecedentes o supuestos filosóficos que están detrás de ellas… ¿Materialismo o realismo de segundo grado?  Sí, señor. O un fenómeno bastante similar. Y trae consigo otra inercia justificadora del creer…

 

Y hay también otras varias y poderosas razones para seguir creyendo. Señalemos aquí algo más o menos obvio: Creer es fácil. Basta con aceptar una conjetura, una afirmación, una tradición; hasta un absurdo (las supersticiones). La pereza y la irreflexión son, pues, buenas “razones” para creer. ¿Y qué tal si le repiten a usted por años -- en la radio, la TV y los diarios -- que todo va mejor con X Cola? Bueno, ese martilleo verbal termina “lavando el cerebro” de la gente; y, en este caso, creando una clientela ablandada, fiel y bobalicona. (Para no exagerar, reconozcamos que tal éxito publicitario es un caso extremo.) Pero así -- es decir, con la simple y muy eficaz repetición -- trabajan las empresas, los partidos políticos, las confesiones… (Repetición de trivialidades, de medias verdades, de francas mentiras, de consignas…) Esta manipulación intelectual es, por desgracia, otra razón social para creer. (Famoso: Miente, miente, miente; que, al final, algo, reputado como cierto, quedará… / Viejo truco; que, sin embargo, -- para las mayorías inconscientes -- pasa desapercibido…) ¿Y se arriesgaría usted a pensar o actuar contra la opinión de todos o de la gran mayoría? Precisemos. En una sociedad predominantemente católica, por ejemplo, existe, por fuerza de las cosas, una presión social a favor del Catolicismo. En rigor, ser católico allí es lo social y políticamente correcto. (No se ría, por lo tanto, de los hábitos de los obispos; no proclame su ateísmo subiéndose al techo de su casa…) Última razón: Las religiones son refugios sicológicos. Dan seguridad. La creencia da seguridad… La Filosofía, en cambio, es un puesto de avanzada y de exploración. Le proporciona a usted  curiosidad, audacia y apertura mental, pero a cambio de la incertidumbre… El pensamiento -- como casi todo en la vida -- tiene su precio.
 
¿Se puede colegir, de lo anterior, que las sociedades son intelectualmente demasiado tardas y perezosas? ¿Qué casi no avanzan en su raciocinio…?  No, señor. No las midamos con los tiempos personales. Lo que sucede es que las sociedades mantienen sus creencias en los lapsos culturales convenientes y necesarios. Y su movimiento de cambio y renovación se produce con la parsimoniosa velocidad del tiempo histórico. (Para recordar: Una vida humana centenaria es apenas un día histórico. La Guerra Fría -- que tan importante fue para nosotros --  duró menos que un medio día histórico. Nuestra gran Revolución Filosófica está sumando, pues, nada más que unos veinte y siete días históricos…) Aceptemos, por lo tanto, la inevitable lentitud de las sociedades. Y alentemos, al mismo tiempo, -- para pincharlas y sacudirlas -- a los renovadores circunstanciales y trascendentes… Es todo lo que hoy día podemos hacer.

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