Por Julio Carpio Vintimilla
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En nuestra política campeó la más net a mediocridad. Un solo presidente llegó a tener la altura de un verdadero estadista: Galo Plaza Lasso. Otro, se acercó un poco a esa dimensión: Camilo Ponce Enríquez. Y nada más… Para peor: Velasco Ibarra -- la mayor figura histórica del siglo -- fue en lo esencial errático y muy negativo. |
La Carretera Panamericana es una especie de símbolo del siglo XX ecuatoriano. (De la misma manera que el Ferrocarril Guayaquil-Quito fue igualmente el símbolo de nuestro siglo XIX. Este ferrocarril -- es cierto -- fue terminado en 1908. Pero, desde luego, como proyecto, fue muy típico del siglo anterior.) Ahora bien, el ferrocarril -- el más difícil del mundo, según se dijo por entonces -- fue un notorio éxito del país. (Logrado en unas circunstancias relativas incomparablemente más desfavorables que las de tiempos recientes…) En cambio, la Panamericana es, también notoriamente, un semifracaso… ¿Y por qué? Bueno, ¿sabe usted, para empezar, cuál es el recorrido de la famosa ruta? Nosotros ya hemos hablado en otra ocasión de este confuso punto. Y, ahora, sólo vamos a añadir que el trazado mejor -- más corto, más derecho, talvez menos complicado por el relieve y más adecuado por las condiciones demográficas y económicas -- quizá sea el Rumichaca-Huaquillas, vía Quito, Riobamba y La Troncal. Y, además, que ni siquiera los adinerados regímenes petroleros han podido hacer la corta autopista que a nosotros nos corresponde en la segunda carretera mundial por su longitud.
Galo Plaza, el estadista ecuatoriano de mayor prestigio en el siglo XX. |
Y -- para ir directamente a lo medular del tema de hoy -- tomemos, en primer término, los hilos políticos de nuestro tejido histórico sigloventino. He aquí la constatación inicial y básica: Nuestra clase dirigente nos falló. (El grupo dirigente ecuatoriano del siglo XIX fue, en su conjunto, muy respetable: Bolívar / Independencia, Gran Colombia / Flores, Rocafuerte, Urbina, García Moreno, Alfaro. Todos ellos fueron, en grande o regular medida, estadistas.) ¿Y qué pasó en nuestra política del siglo XX? Pues, que campeó, en ella, la más neta mediocridad. Un solo presidente llegó a tener la altura de un verdadero estadista: Galo Plaza Lasso. Otro, se acercó un poco a esa dimensión: Camilo Ponce Enríquez. Y nada más… Para peor: Velasco Ibarra -- la mayor figura histórica del siglo -- fue en lo esencial errático y muy negativo. Por sus dotes personales, un gran caudillo; pero casi insignificante en las tareas colectivas de la construcción nacional… Y Velasco, en últimas cuentas, nos dejó una herencia desastrosa: el muy duradero Populismo; las condiciones políticas que hasta el momento nos dominan, nos desorientan, nos entontecen y nos esterilizan…
Adelante. En este páramo político, nada más que cuatro presidentes pudieron despertar ciertas débiles esperanzas de renovación: Ayora, Roldós, Hurtado y Borja. Ayora algo hizo efectivamente. Los otros tres, en cambio, nos defraudaron casi por completo. Los izquierdistas han mitificado en cierta medida a Roldós. Pero este guayaquileño no fue en verdad una gran figura. (Fue candidatizado artificiosamente; nunca tuvo una organización propia, ni una estrategia, ni un plan; y hasta se desgastó en poco tiempo. Acordarse de la rechifla del Estadio Atahualpa, unas horas antes de que su avión se estrellara en Loja.) En definitiva, Roldós fue un populista más… Hurtado, un intelectual, -- que sucedió al anterior y que dio una primera impresión de político serio -- es recordado hoy por la deplorable sucretización, por sus curiosos resbalones expresivos, por su consejo de prescindir de las arvejas y por alguna otra anécdota llamativa. (Cerca del final de su mandato, la opinión popular había evaluado implícitamente su desempeño: Se lo llamó El Chambón de Chambo.) Y Borja, un caso aparte… Nuestro mayor desengaño político del siglo XX… (Ya nos hemos referido a él con cierto detalle.) De los demás, -- muy regulares y corrientes -- mejor no hablar. Y, en este momento, la memoria inmisericorde nos trae los recuerdos que nos estaban faltando: el calamitoso de Arroyo del Río, el payasesco de Bucaram y el intrascendente de una docena adicional de pequeñas estaturas.
Y vamos ahora con los hilos del Socialismo. Esta ideología -- aunque no lo parezca en una mirada inicial -- es la segunda clave de nuestro desenvolvimiento histórico sigloventino. (La primera, obviamente, es el Populismo.) De hecho, el Socialismo manejó la educación; la cual, como se sabe, es el factor esencial del moderno desarrollo de los países. Ha dicho Alfonso Reece Dávila (EL UNIVERSO) que el Ecuador empezó a joderse un día preciso: el 5 de Junio de 1960. (Cuando los votantes prefirieron reelegir a Velasco y no a Galo Plaza.) Nosotros disentiremos con este buen periodista capitalino. En realidad, el Ecuador empezó a joderse con el temprano y lamentable agotamiento del Liberalismo. (Hacia 1920. Hecho revelador: En 1925, la izquierdista Revolución Juliana le arrebata a Leonidas Plaza el poder que aún mantenía sobre el ejército. Y, unos años antes, ya había habido un preanuncio de tintes anarquistas: La huelga guayaquileña de Noviembre de 1922.) ¿Qué había pasado? Pues, que el Liberalismo había envejecido irremediablemente. En un cuarto de siglo, se había convertido en una antigualla… Había hecho relativamente poco… No respondía ya a las nuevas necesidades del país… Y, con este envejecimiento, se había creado un sorprendente vacío político; grande, casi enorme...
Y el Socialismo, paso a paso, fue llenando buena parte del vacío dejado por el Partido de las Luces. En la década de los treinta, la izquierda, aunque minoritaria, ya era significativa. (En 1932, Benjamín Carrión fue ministro de educación; se promulga el Código de Trabajo; aparece una militante literatura social.) En La Gloriosa -- la gran revuelta popular de 1944 -- la izquierda tuvo una participación muy importante. Se funda luego la Casa de la Cultura. Se fortalece la Caja del Seguro. (Entidad sucesora de la Caja de Pensiones de los años veinte.) Las universidades públicas -- salvo la renacida Politécnica -- ya están izquierdizadas. La tendencia sigue en la década de los cincuenta. (Carlos Cueva Tamariz, por ejemplo, es el ministro de educación de Galo Plaza.) Y, en la década de los sesenta, comienza la izquierdización intensiva y decisiva que persiste hasta hoy… (La UNE es absorbida por el MPD. La organización del magisterio se convierte en “la troncha” política de la izquierda…) Bueno, ¿alguno de los muchos ministros socialistas intentó reformar bien la educación ecuatoriana? Ninguno. ¿Y a qué viene esta pregunta? Pues, viene a señalar que la izquierda -- como suele hacer -- no puede sacarle el bulto a sus ya largas responsabilidades históricas. Pudo y debió haber actuado. Y no supo actuar. Y vaciló; por sus dudas ideológicas y sus estrechos cálculos políticos… Y peor aún: fue destruyendo paulatinamente lo poco de bueno que en la vieja educación nacional había…
Y Gabriela Calderón (otra vez, EL UNIVERSO) nos ratifica lo anterior; pero desde el punto de vista económico. Al reseñar un estudio de historia económica recientemente aparecido, hace notar que las medidas económicas de corte socialista fueron, desde 1963, notablemente numerosas. (Leyes, impuestos, instituciones creadas; negativas a la liberalización y a la modernización del país… La anécdota: Hasta Febres Cordero se declaró partidario de la economía social de mercado.) Y concluye la analista: Por lo tanto, Montecristi y la posterior “profundización del modelo” son nada más que el remate de una ya antigua, vasta y fuerte tendencia socializante… ¡Qué tal! En definitiva, aquello de “la larga noche neoliberal” es pura palabrería. Digámoslo en forma más contundente: Esta supuesta “noche” es la mayor mentira que se ha dicho en la historia del Ecuador. Y he aquí la estricta realidad económica del último medio siglo: Tuvimos un nublado y larguísimo día socialistoide. En fin, caractericemos bien el hecho con otra metáfora pertinente: El Socialismo nacional consiguió meterse en el alma de todos nuestros populismos… Y, de este modo sinuoso e inclusivo, el Ecuador fue perdiendo -- en buena medida y casi sin darse cuenta -- su siglo XX histórico.
Los resultados. En el siglo XX, los ecuatorianos perdimos mucho territorio y nuestro acceso directo al Amazonas. Tuvimos una masiva emigración al exterior. Tuvimos sólo un limitado crecimiento económico. (Entre otras cosas, nos industrializamos insuficientemente; las pésimas finanzas nos dejaron sin moneda propia…) Tenemos un pobre sistema educativo. Tenemos apenas una incipiente infraestructura. Nuestro estado es obeso, pero débil e ineficaz… Y, al final, la perspectiva necesaria: Comparemos estos resultados, proporcionalmente, con los que han logrado México, Colombia y Chile. Nada más. Para no hablar, desde luego, del Brasil…