Si la universidad ecuatoriana se hubiera reformado bien y a su debido tiempo, algunos catedráticos y periodistas no se preguntarían hoy cómo formar buenos periodistas. Y nosotros no estaríamos escribiendo estas cosas… |
Gracias al ovillo de Ariadna, Teseo pudo entrar al Laberinto de Creta y salir de él. (Después de haber matado al Minotauro.) Nosotros -- a una enorme distancia del héroe mitológico -- podemos entrar también en ciertos metafóricos laberintos criollos. Y, quizás, salir de ellos con algunos apreciables resultados. ¿Cómo? Atando cabos. Vaya un ejemplo.
Se trata del periodismo de opinión. (La clave de un artificioso “conflicto” político sudamericano de estos últimos años.) Al grano. Algunos periodistas y catedráticos han dicho que nuestro país necesita un nuevo y mejor periodismo. Es decir, necesitaríamos un periodismo más competente, más profundo, más incisivo. (A propósito, algo muy evidente: No hay entre nosotros un Vargas Llosa, un Edwards Bello, un Grondona; los mejores ejemplos y las raras excepciones de maestría en la profesión.) ¿Cómo conseguirlo? Ahí está el quid del asunto. Y, bueno, -- mirando bien y concretando -- ¿por qué el argentino Mariano Grondona es un buen periodista? Hay quienes ya tienen las respuestas. (1) Porque conoce bien los temas que trata. (2) Porque escribe bien. En distintas palabras, porque, por un lado, es un buen especialista (abogado, politólogo…) Y, por otro, es un buen comunicador; sabe trasmitir. (En su caso preciso, incluso oralmente. Grondona es un muy buen comentarista y entrevistador televisivo.) Entonces, convengamos: Si un buen número de profesionales llenaran este par de condiciones, -- conocimiento y oficio -- el periodismo ecuatoriano podría salir de su mediocridad…
Otro cabo. ¿Y por qué ocurre esta falla general? Respuesta: Porque nuestros periodistas sólo estudiaron periodismo. (Una pequeña base humanística, formas y teorías de la comunicación, las prácticas correspondientes…) Y hasta eso con muchas limitaciones… Y, cuando los egresados se lanzaron a la real y conflictiva sociedad, no supieron entenderla, interpretarla. (Agravante: El dogmatismo marxistoide que casi todos debieron absorber. Les enseñaron a creer, no a pensar.) Desde luego, -- en las actuales condiciones académicas del Ecuador -- estos desventurados profesionales no están solos. Hay también otros. ( Metodólogos de la investigación con insuficientes conocimientos de Sociología y Antropología. Pedagogos con insuficientes conocimientos de Geografía y Ciencias Políticas. Abogados en semejantes condiciones…) Tercer cabo. ¿Y por qué, a su vez, pasa esto otro? La respuesta se halla, ahora, en la estructura feudal -- de compartimentos estancos -- de nuestras universidades. Es decir, una profesión, una escuela. Escuela que crece, facultad. Una facultad formada y conformada, un feudo académico… Ejemplo propio y muy pertinente: Escuela de Periodismo, Facultad de Ciencias de la Información. (La última -- de modo muy explicable y muy paradójico -- se convierte en el feudo de las ciencias de la comunicación social…)
Veamos ahora más allá de América Latina. ¿Por qué, en general, en los Estados Unidos y Canadá, los periodistas están bien preparados? Pues, porque las universidades norteamericanas, casi siempre, están organizadas en departamentos. Y los departamentos -- al contrario de lo que la palabra parece indicar -- son estructuras académicas muy comunicantes. ¿Usted quiere ser periodista aquí, en la ciudad de San Francisco? / Muy bien. Tiene que completar un total de créditos. (Estudios con puntajes determinados.) Tiene que seguir un nivel básico. (College.) Tiene que estudiar -- en los departamentos correspondientes -- un buen número de materias complementarias. (Las mismas que tendrán, salvo excepciones, una orientación bastante específica: filosófica, histórica, sociológica, económica… En definitiva, las materias juntas llegarán a formar algo así como una especialidad menor.) Luego, vendrán los estudios propiamente profesionales./ Y, al final de su carrera, el periodista habrá, por una parte, entendido suficientemente bien a su sociedad; y, por otra, habrá aprendido igual de suficiente su profesión. Estará, pues, listo para empezar, con un buen nivel de competencia, su vida activa. De eso se trataba.
Más todavía. Si un periodista quiere ampliar sus estudios, podrá asistir a otros departamentos para hacerlo. Si quiere, por ejemplo, especializarse en asuntos locales, podría tomar las materias de Administración Municipal y Patrimonio Cultural… (Departamentos de Administración y Urbanismo, respectivamente.) Si quiere especializarse en asuntos deportivos, podrá tomar las materias que le interesen en el Departamento de Educación Física. Si quiere especializarse en asuntos latinoamericanos o asiáticos… El periodista en ciernes podrá, pues, tener una formación bastante flexible y muy adecuada a sus necesidades individuales. Habrá aprovechado unas muy grandes posibilidades de interrelación académica. Y, aquí, nos hemos encontrado con un concepto clave: interrelación. Y ojo: Ésta es, en el fondo, la única verdadera razón de ser de las universidades modernas. Reiteramos: la única. (Si no fuera por ella, las escuelas profesionales independientes -- ingenierías, tecnologías, agricultura, artes -- podrían ser mejores.) Bueno, con la presente referencia, hemos atado otro cabo.
Sigamos con una observación indispensable. El periodismo -- la comunicación social, mejor dicho -- es una ciencia aplicada e interdisciplinaria. (Sus bases se hallan en ciertas ciencias puras: Lingüística, Sicología, Sociología… En técnicas, como la impresión, la radio, la televisión, el diseño… Y hasta en las artes: la Literatura, el teatro; en alguna medida, la pintura…) Como profesión, el periodismo pertenece a la compleja familia de la medicina, la ingeniería civil, el urbanismo, los estudios de áreas culturales… Conclusión parcial: el periodismo, por lo tanto, necesita -- mucho más que otras ciencias -- de los estudios de complemento y de apoyo. ¿Estamos? Talvez sí estemos. Bueno, cosas del estilo dicho -- pequeñas y grandes -- son las preocupaciones que toda buena universidad debe tener y mantener. ¿Para qué? Pues, para que los periodistas -- y, en general, todos sus profesionales -- sean buenos, sean competentes. A este punto, queríamos llegar. Y, con un poco de suerte, hemos llegado.
Y atemos ahora el último cabo. Si la universidad ecuatoriana se hubiera reformado bien y a su debido tiempo, algunos catedráticos y periodistas no se estarían preguntando hoy día cómo hacer para formar buenos periodistas. Ya los habría. Y nosotros, por supuesto, no estaríamos escribiendo sobre estas cosas entrelazadas y potenciales. ¿Y, bueno, qué ocurrió en realidad en el ámbito académico del Ecuador? Pues que, hace un poco más de cuarenta años, nuestra clase dirigente intelectual -- progresista, socialista, comunista -- decidió que la tarea primera de las universidades era hacer la revolución… Es decir, se desvirtuó por completo a nuestras instituciones educativas superiores. ¿La locura de la educación o la irresponsabilidad de la política? Decídalo usted. Y así nos ha ido. Y, por eso, aquí estamos los periodistas: frustrados, preocupados, amenazados… Y malamente preparados; como la inmensa mayoría de los profesionales de este revolucionario y, sobre todo, revolucionado país.