Por Eugenio Lloret Orellana
Ahora vivimos un cambio de época dominado por los efectos de la globalización y la influencia de la revolución digital. Hoy, las tecnologías de la información han permitido el aparecimiento incontrolado de redes sociales al margen de las estructuras de las instituciones del Estado y de las organizaciones políticas para plantear sus reclamos, sus protestas a través de masivas movilizaciones |
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Se subraya con frecuencia el hecho de la irrupción de los mass media en tanto instrumentos efectivos para educar o deseducar, según se mire, y como paradigmas en el proceso de comunicación humana. Las nuevas redes virtuales, los ciberespacios, las más extrañas formas de rutas informacionales, hacen pensar en un mundo enmarañado, donde la tradición y el presente, el canon y la urgencia de ampliarlo con lo diverso y lo distinto, son vinculados a la luz de otras formas de ser y estar, por otros rubros que nutren el abanico de alternativas para hacernos visibles, quizá, en un hipertexto que aboga por los diálogos y rechaza de los dogmas y fundamentalismo extremos.
Y en esta suerte de circunstancias, se ha llegado a considerar que el Libro, prolongación de la memoria y de los sentidos – la idea es de Borges – tiende a desaparecer bajo el imperio de la imagen cinética o televisiva, frente a los nuevos formatos operados por la pantalla del computador y otros instrumentos tecnológicos. Hoy se acude a las hojas electrónicas alimentadas por memorias artificiales, por ships y la web que alimenta autopistas, señala ventanas, indica recorridos hipertextuales, se burla de la finitud, hace del shatteo la más embrollada forma de comunicación; mientras nosotros, nos hemos quedado en el sótano del analfabetismo virtual refugiados en el lomo sugestivo de un libro hasta que venga el cansancio, el sueño.
Ahora vivimos un cambio de época dominado por los efectos de la globalización y la influencia de la revolución digital. Hoy, las tecnologías de la información han permitido el aparecimiento incontrolado de redes sociales al margen de las estructuras de las instituciones del Estado y de las organizaciones políticas para plantear sus reclamos, sus protestas a través de masivas movilizaciones.
Están los que claman democracia y libertades en los países árabes, los indignados en España y en otras naciones de Europa que protestan contra la crisis económica, los indignados en Estados Unidos que acusan al FMI y Wall Street de ser responsables de la crisis. Y
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los estudiantes chilenos que exigen educación pública gratuita y de calidad.
Los indignados en todas partes del mundo proponen acortar la brecha entre ricos y pobres y reivindican los derechos ciudadanos, la democracia y la protección del medio ambiente, y lo hacen utilizando las modernas tecnologías de las comunicaciones a través de las cuales han levantado nuevas relaciones de poder para competir con los Gobiernos y con los Parlamentos, con los partidos políticos, con los medios de comunicación, debilitando la democracia representativa y la pluralidad ciudadana.
A decir de Antonio Leal, “ los ciudadanos se auto convocan, emiten sus propios mensajes, fijan agendas, condicionan a los gobiernos y a los parlamentos, lo cual coloca en tela de juicio y borra la acción de los partidos políticos “…
La democracia contemporánea está cada vez más marcada por esta nueva forma de hacer ciudadanía a través de las redes sociales, y por tanto, los partidos, el gobierno y los parlamentos, están obligados a situarse a la vanguardia de las nuevas tecnologías.
Hoy la política es pragmática y los políticos corresponden a una casta privilegiada de la sociedad que se ha separado de ella y por la cual no se siente representada; de allí la necesidad de fortalecer a la política y a los partidos para atender las demandas ciudadanas.
¿Percibirán nuestros dirigentes políticos, de los partidos, del Gobierno, de la Asamblea la magnitud de lo que está sucediendo?.
Y si ello es por descuido, vanidad, omisión o sentimiento de superioridad habría que recordarles que, por esencia, el poder es efímero y que lo que permanece son las ideas.
El sentir de los indignados en el mundo va creciendo y los testimonios expresados en las redes sociales, lienzos, murales y grafitis muestran en toda su amplitud y crudeza la aguda crítica ciudadana en muy diversos temas que reflejan el sentir mundial de los indignados, un movimiento que está creciendo geométricamente al ritmo de las nuevas tecnologías de la información.
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