Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
La historia es angustiosa y, sobre todo, de una vileza sin límites, ya que tras la muerte a manos de elementos policiales de los jóvenes, se pretendió engañar a los familiares de las víctimas y a la opinión pública con grotescos subterfugios y trampas, incluida posiblemente la versión de que los cuerpos de ambos jóvenes fueron arrojados a la desolada laguna de Yambo
La presentación de un documental realizado por la única hermana de los jóvenes Restrepo Arismendi, cobarde y sanguinariamente desaparecidos en la década de los ochentas del siglo pasado, bajo el gobierno de Febres Cordero que se caracterizó por un reiterado irrespeto a los derechos humanos, ha tenido la virtud de resucitar el bullado caso y las consiguientes investigaciones, las cuales fueron incompletas como la propia Comisión de la Verdad, conformada bajo el presente régimen lo confirmó en su documento sobre las violaciones a los derechos fundamentales investigados, sobre todo en la época del régimen febrescorderista.
 
De esta manera, se reabre un proceso que posee varias espinosas aristas. En primer lugar, justo cuando transcurrió un año del alzamiento policial, cuyas heridas están lejos de haber cicatrizado, reabrir el proceso de los hermanos Restrepo Arismendi equivale a rasgar otra herida en el cuerpo policial. No debe olvidarse que el Caso Restrepo movió las estructuras policiales y las prerrogativas de esa institución, que bajo el referido gobierno socialcristiano llegaron al extremo de contar con una verdadera “Patente de Corso” para el cometimiento de las peores violaciones a los derechos humanos –asesinatos, torturas, desapariciones, etc.-. Solamente bajo ese clima de impunidad y la confianza de ciertos elementos policiales de que “nada les pasaría” se puede explicar el doble crimen de los jóvenes Restrepo, tomados bajo el apremio de elementos de la Policía por la fatal coincidencia de que disponían de un 
 

 

vehículo de las características del robado a un jerarca policial.
 
La historia es angustiosa y, sobre todo, de una vileza sin límites, ya que tras la muerte a manos de elementos policiales de los jóvenes, se pretendió engañar a los familiares de las víctimas y a la opinión pública con grotescos subterfugios y trampas, incluida posiblemente la versión de que los cuerpos de ambos jóvenes fueron arrojados a la desolada laguna de Yambo, hoy convertido en macabro símbolo de un gobierno ferozmente represivo.
 
Se ofrece hoy investigar hasta las últimas consecuencias a fin de que quienes han permanecido impunes teniendo graves responsabilidades en el delito, respondan ante la Justicia, ya que los crímenes calificados de lesa humanidad no prescriben.
 
Algunos de los oficiales acusados por Pedro Restrepo, el infatigable padre de los muchachos asesinados, ocupan por azares del destino y la jerarquía policial, altos cargos en la Institución, y de hecho la reapertura de las investigaciones sobre el caso despierta la incomodidad y el malestar en determinados estamentos policiales, cuando de forma paralela el Presidente de la República y el Ministro del Interior han ofrecido “limpiar” de malos elementos a una institución que no cesa de depurarse por diversas circunstancias y que necesita un cambio estructural profundo para que casos como el aciago de los jóvenes Restrepo no vuelvan a repetirse “nunca más”, como rezaba la consigna de las investigaciones contra los represores de la dictadura argentina de los años setentas en el pasado siglo.

 

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