Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
De labios para fuera, la ex embajadora americana era todo mieles y cortesía hacia el Gobierno ecuatoriano, pero otra cosa había sido la comunicación reservada con su gobierno. Con falta de rigor, se encargaba de "alimentar" a sus superiores con las comidillas y habladurías que sus agentes e informantes recogían de los medios opositores, tan poco profesionalmente que ni siquiera entrecomillaba la chismografía y por lo tanto pasaba por ser su propia opinión

La virtual degradación de las relaciones diplomáticas con los poderosos Estados Unidos de América, a raíz de las curiosamente extemporáneas, pero quizá secretamente oportunas, revelaciones del cable de Wikileaks sobre comentarios despectivos y prejuiciosos de la diplomática sobre asuntos que, dentro del país, no pasan de ser escándalos de efímera notoriedad, pero que transmitidos vía diplomática al gobierno de los EE.UU. contribuyen sin duda a cargar de prevenciones a un régimen que ha dado muestras de no buscar desesperadamente "quedar bien" con la poderosa nación, constituye un episodio de la diplomacia que muestra de cuerpo entero, por así decirlo, los mecanismos de unas relaciones que todo pueden ser, menos sinceras y transparentes.
De labios para fuera, la ex embajadora americana era todo mieles y cortesía hacia el Gobierno ecuatoriano, pero otra cosa había sido la comunicación reservada de esa diplomática con su gobierno. Con una poco menos que absoluta falta de rigor, esa funcionaria se encargaba de "alimentar" a sus superiores con las comidillas y habladurías que sus agentes e informantes recogían de los medios opositores, tan poco profesionalmente que la ex embajadora ni siquiera entrecomillaba la chismografía recogida, y por lo tanto pasaba por ser opinión de la entonces embajadora.
De otra parte, esta clase de mensajes dan cuenta del inocultable menosprecio con que los embajadores de la poderosa nación del norte toman a sus relaciones con los países latinoamericanos, donde per se cualquier infundio que hable de corrupción, autoritarismo, favoritismo, etc. es sin más creído

porque, se supone desde los EE.UU. estos países serían dados a todo tipo de bajezas, siempre creíbles. Imaginemos si algún embajador o embajadora estadounidense en Suecia, por poner un ejemplo, creyese sin más algún bulo sobre corrupción policial a sabiendas de ese gobierno. Aquel embuste hubiera sido desechado sin más y no se hubieran dignado a pasar por conducto reservado tan sospechosa especie.
Por lo tanto, la ex embajadora mereció salir del país por su actuación tan poco diplomática. Falta ahora saber si el drástico y expeditivo camino de la declaratoria de Persona non grata fue el más adecuado. México despachó bonitamente a un ex embajador de los EE.UU. de parecidos defectos, limitándose su gobierno a manifestar el malestar por su actuación. A los pocos días, aquel diplomático fue sacado por la propia administración estadounidense. Quizá, suponen algunos, se debió proceder en forma similar con la ex embajadora, no sin antes darle una buena reprimenda de parte de la Cancillería.
En todo caso, la situación está dada, y quienes deploran con lágrimas posiblemente poco sinceras la ruptura, son los elementos de la oposición, sumados a personajes que quizá por algunos favores recibidos de la embajada en cuestión tienen motivos para sentirse dolidos por el asunto. Para nadie es desconocido que la embajada USA paga favores de informes y hasta chismes, según se ve, a los acuciosos correveidiles que no trepidan en pasar mentiras o versiones no comprobadas a una diplomacia de antemano dispuesta a creer lo peor de gobiernos poco sumisos a la administración norteamericana.

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233