Por Julio Carpio Vintimilla

 

Julio Carpio Vintimilla

En Educación, Argentina se sitúa detrás de Chile, Uruguay, México, Colombia y   Brasil  
Y, entre los latinoamericanos de un informe
internacional, sólo por delante del Perú y   de Panamá. Vergüenza, en el país de Domingo
Faustino Sarmiento, el Maestro de América

Dolió. Sí. Aunque la Argentina de las últimas décadas está acostumbrada a los reveses, el último revés importante dolió fuerte. Diciembre del 2010. La Argentina obtiene, en educación, el puesto 58 entre los 65 países de la OECD / Informe PISA. (Organización de la Cooperación Económica y   el Desarrollo. / Programa Internacional de la Evaluación Estudiantil. Siglas en inglés.) La Argentina se sitúa detrás de Chile, Uruguay, México,   Colombia y   Brasil   Y, entre los latinoamericanos de dicha organización, sólo por delante del Perú y   de Panamá. Vergüenza, en el país de Domingo Faustino Sarmiento, el Maestro de América. (Ya no queda nada de Sarmiento. €“ escribe el historiador Luis Alberto Romero. /   Y añade: El populismo y   el izquierdismo progresista objetaron su pensamiento; y   destruyeron su obra educativa, política y   cívica ) La Argentina fue, por más de un siglo, el país mejor educado de la América Latina. Pero, ahora, estamos en el rincón del tonto Así, graficaba, James Neilson, tan lamentable situación, en The BUENOS AIRES HERALD. (Acordarse: En la vieja y   ruda pedagogía práctica, de muchos países, el rincón del tonto era la parte del aula donde se les ponía, con un bonete de papel en la cabeza, a los ociosos ) Y agregaba el columnista: Si seguimos con esta infeliz tendencia, en los próximos años, tendremos un nivel educativo similar al de Paraguay o Bolivia /   ¡Qué tal!

¿Qué pasó?   ¿Cómo explicar el desastre?   Pues, que sumados los errores, las omisiones y   los disparates de unos sesenta años, -- en un proceso de deterioro muy gradual; y, por lo tanto, bastante imperceptible €“ la Argentina ha retrocedido hasta dicho modesto lugar. (Claro que, por otro lado, está también el progreso €“ igualmente gradual €“ de varios países de nuestra gran región.) Implicaciones. ¿Y la vieja gloria de haber sido el primer país del mundo que eliminó el analfabetismo? (En las primeras décadas del siglo XX, los analfabetos solían ser los inmigrantes europeos ) ¿Y el hecho notable de haber producido €“ en la primera mitad del siglo pasado €“ centenares de textos de estudio, utilizados en todo el mundo de habla española? ¿Y las ejemplares publicaciones infantiles, que estimularon el hábito de la lectura de millones de niños sudamericanos? ¿Y la Reforma Universitaria de Córdoba? ¿Y las universidades distinguidas, que fueron, durante un buen tiempo, las mejores de América Latina? Bueno, bueno, laureles marchitos. (Sólo fueron temporales los laureles que supimos conseguir ; muy al contrario de lo que pide el   desiderativo e   hiperbólico verso del himno nacional: Sean eternos )

¿Y qué futuro le espera a un país con deficiente educación?   El mismo Neilson lo señala: La Argentina será €“ de seguir así €“ un país flojón, productor de alimentos y   de materias primas (La vuelta al pasado; al momento en que empezó €“ hace un siglo y   medio €“ la audaz y   tesonera   marcha hacia el progreso y   la riqueza )   Para otros, sin embargo, quedan las dudas. ¿Se cerrará mañana, o un poco más tarde, el triste círculo de la involución?   ¿U, oportunamente, se   reparará, desde casi lo básico, el sistema educativo y   el sistema político?   ¿Una verdadera reparación será factible?   Esperemos un poco para verlo; pero, -- para la segunda posibilidad -- ya observamos que el tiempo del mundo está jugando en nuestra contra. O, con otra metáfora, los trenes de la historia no esperan a los atrasados

Bien, pero no han faltado quienes   relativicen el fracaso; y   le quiten algo o mucho de su importancia. Hay quien ha afirmado que las diferencias educativas, entre los países latinoamericanos más avanzados, son pequeñas Hay quien ha dicho que ningún país del mundo parece estar satisfecho con su educación Hay quien ha afirmado que los analfabetos funcionales son bastantes en todas partes. (Un veinte por ciento de los italianos no es capaz de seguir una pequeña y   sencilla lista de instrucciones escritas.) Hay quien ha señalado que, también, los Estados Unidos han retrocedido (Ocupan el puesto 13 en la lista de marras. España, 33. ¿Y qué?   Mal de muchos, )   Hay quien ha manifestado que €“ más que el puesto en el escalafón €“ lo que importa es la calidad y   la pertinencia de la educación. (Una carencia latinoamericana genérica y   fundamental: No tenemos una educación que conduzca al desarrollo.) Hay quien ha hecho notar que la sola educación €“ por buena que sea €“ no garantiza el éxito internacional de un país (Es el caso patético de Cuba. Sólo con una economía dinámica, se puede dar empleo a una población bien educada. Hay, pues, que preocuparse del engranaje social completo y   entero. No hay que creer en fórmulas simplistas.) Todo puede ser Pero, en la Argentina, la sensación de inquietud y   desaliento no ha cedido. De paso, aquí, al menos, el debate político y   social es vigoroso. (Lo cual indica cierta robustez intelectual, ausente en tantos países.) ¿Quién tuvo, retuvo y   mantuvo?

Y la mala perspectiva del futuro vuelve a los argentinos a la revisión del pasado. La declinación tiene muchas causas y   facetas. ¿Por qué no crecimos demográficamente? (Somos cuatro gatos, en un país tan grande como media Europa. Colombia nos ha sobrepasado en población. Los brasileños ya son unos doscientos millones ) ¿Por qué no recibimos más inmigración?   El número no es todo; pero, con 40 millones de habitantes, no podemos tener una economía de escala. (Un mercado grande; el primer paso para ser una economía mundialmente significativa.) ¿Por qué no nos industrializamos adecuadamente? ¿Por qué, en parte, nos hemos desindustrializado? ¿Por qué dejamos que se arruinara nuestra gran red de ferrocarriles? ¿Cómo pudimos llegar a estas trágicas condiciones de inseguridad y   corrupción? ¿Por qué hacemos tantos papelones internacionales? (La selección de Maradona, el rechazo a la maderera Botnia, las estadísticas K, el asunto del avión Globemaster de la USAF ) ¿Por qué somos incapaces de gobernarnos bien? ¿Por qué no podemos superar el populismo demagógico? ¿Por qué no podemos rectificar nuestro rumbo? En fin, se repiten €“ con pocas respuestas satisfactorias €“ todas las importantes preguntas del último medio siglo nacional. Preguntas que pueden reducirse a una sola, actual y   medio tanguera: ¿Por qué seguimos cuesta abajo en la rodada?   Para contrastar con rotundidad: Los chilenos creen que, al paso que van, llegarán al desarrollo en el año 2018 Desde luego, muchas comparaciones internacionales de hoy   nos desfavorecen.

Paradoja final. La economía, actualmente, está bien. Gracias a la agricultura, -- maltratada, en general, por el presente gobierno €“ la Argentina ha crecido, en los últimos años, a tasas asiáticas. Uno que otro éxito industrial. (La Argentina fabricará e instalará las turbinas de la central hidroeléctrica brasileña de Belo Monte, en el río Xingú; la tercera central de su clase en el mundo. Los vinos argentinos siguen ganando los mercados del exterior.) Las artes muestran un alto nivel (cine, música, pintura, literatura...).   El deporte sigue cosechando triunfos. El país, pues, continúa creciendo, a pesar de los políticos Quizás, por estos factores favorables, los argentinos se ubican €“ en otra encuesta internacional €“ entre los pueblos más optimistas del mundo. ¿Cómo puede ocurrir semejante cosa? ¿Las condiciones argentinas dan para lo posible y   lo imposible?   ¿La gente pasa del pesimismo al optimismo en uno y   el mismo día? Único hecho cierto: Si se observa bien, predomina la zozobra y   la incertidumbre. Y nadie sabe, realmente, adónde va el país o adónde debiera ir. No hay un consenso. No hay objetivos comunes y   aceptados. No hay una estrategia. Y ese es, en el fondo, hoy día, el gran problema nacional.

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