Por Alba Luz Mora
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Se advierte carencia de empleo y trabajo para una población concentrada en los mayores polos de desarrollo: Quito y Guayaquil y las capitales de provincia. El abandono del sector rural que protagoniza la migración interna y externa. |
El Ecuador ha llegado ya a los 14 millones de habitantes y con esta realidad se han acelerado procesos tan significativos como la urbanización, la multiplicación de las demandas de servicios básicos y los conflictos sociales. Desde la década de los 80, entidades como CEPAR, CEMOPLAF y algunos líderes de opinión advirtieron al Estado, las instituciones y la sociedad ecuatoriana sobre el gran desfase que ya se advertía entre el crecimiento indiscriminado de la población y la necesidad de políticas poblacionales que lo afronten, siendo pocas las entidades y personas que supieron comprenderlo. Hoy estamos inmersos en una realidad innegable: la escasez de servicios básicos frente a una población que ha cambiado su estructura. Un sector joven dominante que exige ingreso a la educación básica, media y superior y un enorme déficit de plazas disponibles. Se advierte carencia de empleo y trabajo para una población concentrada en los mayores polos de desarrollo: Quito y Guayaquil y en las capitales de provincia. Se da un cierto abandono del sector rural que protagoniza la migración interna y externa. Una visible incapacidad |
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económica y de gestión de todos los municipios para atender la creciente demanda de servicios elementales. El drama de la seguridad social que aun adolece de eficiencia y oportunidad para servir a sus afiliados y al sector de la tercera edad y la adultez mayor, cuya esperanza de vida aumentó en los últimos años. Tenemos el fenómeno de la maternidad precoz que aumentó en un 74% y es fruto de un ejercicio sexual irresponsable y de la ausencia de educación oportuna. Una creciente población marginal protagonista del comportamiento antisocial, la delincuencia y la violencia como formas de sobrevivencia. Si no se concientiza este drama social. Si no se planifica adecuadamente el equilibrio entre desarrollo y crecimiento poblacional. Si persisten todavía los prejuicios religiosos y sociales frente a una comunidad que creció en número y cambió de criterios y valores con el influjo externo y las nuevas formas de comportamiento social, nuestro desfase será peor y el país se nos irá de las manos. Estas realidades tan inquietantes no debemos desestimar y tampoco actuar con la política del avestruz. Al gobierno le corresponde orientar a sus pobladores y aplicar las políticas adecuadas. |