Varias semanas luego de la consulta y referéndum del 7 de mayo y tras la “puja” en el conteo de los votos, el resultado electoral es que el Presidente Correa ganó otra vez en las urnas.
La oposición lo celebró como un triunfo, porque no fue “aplastante” como lo preveía el Gobierno. De un lado y otro, de lo que se trata es de salir al paso: el “triunfalismo” fue estrategia de campaña y la minimización de la “derrota”, la estrategia perdedora. Pero en democracia, la mayoría gana, aunque fuese con un punto.
Vistos con perspectiva elementos vinculados a la consulta, es posible afirmar que pocas veces –quizá nunca- hubo una confrontación más radical entre una propuesta presidencial y todos los adversarios juntos, incluyendo a sectores que poco antes fueron parte de Alianza País, pasando por los medios de comunicación, los partidos tradicionales, la iglesia católica y los sectores productivos.
Hace mucho el país no vio a los medios involucrados así en una campaña política. Las grandes empresass periodísticas y en especial la TV y las radioemisoras -beneficiarios económicos de las franjas publicitarias de ambos bandos-, manejaron desde lo “periodístico” la información, los noticieros, los editoriales y artículos, entrevistas, reportajes y coberturas, abiertamente contra la tesis gubernamental. Y lo hicieron hasta el día mismo de la votación.
La contienda fue desigual desde el punto de vista de la conducta de los medios de comunicación; que no hayan “triunfado” en las elecciones prueba la debilidad en que ha caído su influencia y credibilidad. Hay, más bien, “en provincias”, medios alternativos en realidad imparciales y creíbles. Parecido fenómeno ocurrió con la iglesia católica, la prédica de cuyos jerarcas a favor del No, fue poco menos que una voz en el desierto.
El No pudo ganar y acaso debió hacerlo con la cantidad de adversarios juntos contra el Sí del Gobierno. Pero hubo ingredientes determinantes, como la propia propaganda de los partidos tradicionales (ID, DP, PSC, PRE, MPD), cuya sola presencia en los medios, más la voz e imagen desgastada de sus líderes, favorecían la tesis contraria. Además, están la imagen y la presencia gubernamental con obras en el país, en carreteras, salud, soberanía nacional, atención social, etc., que no pueden descartarse del apoyo eleccionario.
El resultado induce a algunas consideraciones. En Cañar ganó el No, acaso como respuesta a la desatención a esa provincia en vialidad, una de las necesidades más urgentes. En Girón ganó el No –frente al aplastante triunfo del Sí en el Azuay-, porque la población no podía votar contra la tradicional temporada anual de los toros, espectáculo de ancestrales raíces culturales del lugar. La gente generalizó el No a todas las preguntas.
Los toros y los gallos le quitaron votos a Correa. No se estimó la cantidad de personas involucradas, de una manera u otra, en esas tradiciones. En Quito ganó el Sí a la pregunta taurina, lo que merecería una explicación: la tradicional feria capitalina llena la plaza de toros, pero los asistentes son minoría frente al público ajeno al espectáculo. Una “elite” no más goza en las ferias.
En Girón, el actual Alcalde fue elegido gracias a la popularidad que alcanzó como mantenedor del tradicional festival taurino del lugar.
Las peleas de gallos reúnen a grandes públicos en pequeños y grandes pueblos. Las preguntas sobre toros y gallos acaso, desde el punto de vista político, estuvieron por demás en la consulta. Cuando el gobierno advirtió el riesgo ya era tarde, por más que se empecinó en ciertas “aclaraciones”.
No fue aplastante, pero triunfó el Sí en la consulta. Lo que queda es esperar, de todas maneras, una voluntad de dar valor e importancia a las posiciones contrarias que, a fin de cuentas, casi han dividido por mitades a los ecuatorianos frente al Gobierno que tiene aún dos años por delante. Y ya se avizora la próxima elección presidencial.