Por Yolanda Reinoso
Su paso por Estados Unidos dejó huella: en la colección de San Petesburgo resalta el lienzo de Gala contemplando, desnuda, el mar Mediterráneo desde una ventana rodeada de elementos que en apariencia sólo guardan la geometría de la imagen, pero visto a una distancia de unos cuantos metros, revelan el rostro de Abraham Lincoln
|
El 23 de enero de 1989, al morir el pintor surrealista Salvador Dalí, mi conocimiento de su trabajo se limitaba a los cuadros más famosos, el tinte polémico que le rodeaba, y a una canción muy sonada del trío español Mecano en honor del artista, pero no fue sino hasta cuando vi su obra real que logré comprender a carta cabal el por qué de su impacto.
Me refiero al museo Dalí ubicado lejos de su tierra natal, en St. Petersburg, Florida, de modo que su paso por EU dejó huella; en esta colección resalta el lienzo de Gala contemplando, desnuda, el mar Mediterráneo desde una ventana rodeada de elementos que en apariencia sólo guardan la geometría de la imagen, pero visto a una distancia de unos cuantos metros, revelan el rostro de Abraham Lincoln. Dalí utiliza la cabeza de su amada como ojo, el cuerpo hace de nariz que desciende hacia una boca no del todo definida y, sin embargo, inconfundible como el resto de las facciones, enmarcadas en bloques de matices que, inicialmente, son el marco de la ventana; un juego visual que a muchos les dificulta el discernimiento de los personajes.
La producción pictórica se quedó corta cuando tuve la oportunidad de visitar el museo ubicado en la ciudad catalana de Figueras, que es un indicador más tangible de quién fue Dalí, pues el edificio mismo es extravagante, como no podía serlo menos tratándose de un diseño concebido por él sobre el Teatro Municipal, y que es hoy el mayor objeto surrealista del mundo.
Sobre la fachada rojiza resaltan "croissants" franceses ( "cachitos" en nuestras panaderías), seguramente rememorando la faceta francófila de Dalí. Al borde del techo se observa una hilera de huevos intercalados con figuras humanas estilizadas con los brazos en distintas posiciones, brillando doradas a la luz del sol y recordándome, personalmente, las estatuillas emblema de los premios Á“scar. La llamada "Torre Galatea en la esquina del edificio, es la continuación del mismo diseño, y su nombre está inspirado en Gala.
El monumento al escritor y filósofo catalán Francesc Pujols, que destaca en la entrada al museo en la fachada posterior, recuerda al Narciso de su Metamorfosis por la cabeza ovalada transformándose en un huevo perfecto, y las extremidades refinadas.
Adentro, persiste el surrealismo como elemento consistente de la colección pictórica, pero vale resaltar la instalación "Rostro de Mae West utilizado como apartamento", pues se ingresa a una habitación donde a simple vista se ven dos cuadros en la pared, cada uno representando un ojo, un cojín grande moldeado como sillón de descanso, en forma de nariz y otro en forma de rojos labios, mientras que las cortinas parecen cabello rubio; lo particular es que cuando el visitante se sube a una escalera improvisada a un lado del cuarto, a través de un lente puede ver el conjunto de todos los objetos mencionados formando el rostro de la actriz estadounidense en cuestión.
En el centro del museo, la cúpula de cristal deja entrar los rayos del sol que iluminan el camino hacia la sala de las joyas Dalí, donde se pueden apreciar los diseños basados en los dibujos realmente únicos que el artista produjera inspirándose en Gala: un prendedor en forma de labios con perlas que hacen de dientes, dijes de sus relojes blandos, collares y brazaletes sacados de las imágenes que vemos en sus pinturas, y otras piezas geniales y originales en el estricto sentido de ambos términos.
Los huevos adornan también la fachada de su casa-museo en Cadaqués, y que es un enigma porque estaba cerrada el día que procuré conocerla, sin que pueda predecir lo que alberga, ni siquiera tras haber visto dos museos completos.
Dalí pervive aún 22 años después, porque logró plasmar en objetos tangibles el complejo mundo interior que todos poseemos, y que nuestro inconsciente nos devela fugazmente durante la nocturnidad como algo vago y en apariencia absurdo, pero muy bien esclarecido en su inimitable obra e irremplazable genialidad.