Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
En materia de leyes, las palabras y la interpretación que se les da es más cuestión de habilidad y “pirueteo”. El lenguaje, en manos de un poeta, produce sorprendentes resultados lingüísticos, metáforas, choques estelares de significados, pero el lenguaje en manos de los juristas, suele deparar sorpresas nada metafóricas

 

La semántica de las palabras y las leyes se llevan como “el agua y el aceite”, y sirven para las más diversas interpretaciones, no de parte de los lingüistas, por cierto, sino de los juristas que, en ocasiones, retuercen los significados para ponerlos a su servicio. Eso ha sucedido exactamente, a propósito del proyecto de reformas tributarias que el Gobierno las envió con el carácter de “urgente”. Esta palabrita, para los opositores, significaba una imposibilidad absoluta, ya que no se puede, dicen, de acuerdo a la Constitución, enviar leyes tributaras con el carácter de “urgente”, sino por la vía ordinaria. Ahora bien, ¿una reforma es una ley? Allí los juristas y sus interpretaciones del lenguaje pueden enfrascarse en disquisiciones bizantinas.

Pero, también la palabra “mayoría” se prestó a discusión en la Asamblea, a propósito de las últimas reformas tributarias. Mediante una mayoría de 53 votos, en la Asamblea se resolvió negar el proyecto de reformas tributarias, pero el Gobierno interpretó lo de mayoría a su manera. Se habría necesitado una “mayoría absoluta” de la Asamblea, aduce, para archivar dicho proyecto. Pero la palabra “archivar” no estaba en el léxico de los opositores, que negaron

 

 

ley, algo diferente, sostienen, a su archivamiento.

En materia de leyes, las palabras y la interpretación que se les da es más cuestión de habilidad y “pirueteo” que de acudir a un diccionario de la Real Academia o  uno jurídico, como sabe de sobra cualquier abogado que se precie de tal. El lenguaje, en manos de un poeta, produce sorprendentes resultados lingüísticos, metáforas, choques estelares de significados, pero el lenguaje en manos de los juristas, suele deparar sorpresas nada metafóricas y discusiones que pueden  eternizarse por los siglos de los siglos. La Constitución y las leyes admiten las circunstancias, y eso lo saben muy bien tanto los asesores jurídicos del Gobierno como los legisladores de oposición duchos en leyes. Con eso, las interpretaciones legales y constitucionales pueden servirse “en menú”, para el paladar de cada quien, algo que al ciudadano común le mantiene patidifuso pero que en los predios de la política  es moneda corriente, tan corriente como interpretar una mayoría como “simple” o “absoluta”, según las circunstancias lo exijan. Es que no hay “ciencia” más inexacta que las leyes cuando se hallan entrampadas en los intereses de la política.

 

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