Por Yolanda Reinoso

                                    ¿Qué país no tiene intereses que cuidar? La ola migratoria, legal o ilegal, tiene efectos positivos y negativos; el impacto lo experimenta directamente la gente que convive con el extranjero recién ingresado, a menudo observando conductas que ofenden su cultura, sus costumbres, etc.

 

A dos siglos de independencia, nuestro Ecuador experimenta la inmigración en casa propia, así que vale pensar en cuán crucial es el momento de acceso a un territorio extranjero, dado el trámite previo que implica, y es que el hecho de que existan pasaportes, visas y límites geográficos, indica que el mundo sin fronteras que muchos soñamos, está alejado de la realidad: los documentos cuentan nos guste o no.

 


El quid del asunto radica en que la migración no se detiene porque una visa sea negada, a la vez que no se puede otorgar sin límites.
En el ámbito del Derecho Internacional Público, el Estado como entidad jurídica es una gran casa que alberga a sus ciudadanos. ¿Podemos quejarnos de no poder entrar libremente a cualquier otra casa? La respuesta mal puede ser un no rotundo, porque encierra en sí  las complicaciones de la migración ilegal que, por cierto, es la fuente de ingreso de quienes se aprovechan de la desesperación de los dispuestos a emigrar a toda costa y, mientras se abusa de su vulnerable situación en el riesgoso viaje de cruzar sin documentos, atrás quedan familias rotas y el desentendimiento gubernamental como si la migración no tuviera su origen en la descomposición social; en ese sentido hemos avanzado gracias a la Secretaría Nacional del Migrante.


A menudo se dice que los “indocumentados” ejecutan los trabajos que los ciudadanos no quieren, lo cual es un argumento débil puesto que incluso los países desarrollados cuentan con población que podría ejecutar las labores manuales que solemos atribuir cual tarea exclusiva de los “indocumentados”. En países como EU, muchos ven como persecución de ilegales a las redadas que hace la policía migratoria, pero la realidad es que existe una base legal, pues la Ley de Control Migratorio dispone que las redadas son el deber de tal entidad a fin de controlar no sólo la migración ilegal, sino además imponer las sanciones respectivas a los empleadores que, con el propósito de evadir impuestos, contratan trabajadores ilegales, librándose del pago de beneficios y remunerándoles por debajo de la tarifa mínima.
Con eso vino incluso la controversia por la construcción del muro a lo largo de la frontera de Arizona, al que se lo comparó con el de Berlín a pesar de que los motivos son completamente distintos, ya que no se está dividiendo una nación en dos, y lo que se hizo fue reforzar una barrera que ya existía. Una de las prerrogativas del Estado es precisamente la de proteger su frontera.
Las fronteras son parte de la política internacional de un Estado en tanto sirven para proteger intereses nacionales. ¿Qué país no tiene intereses que cuidar? La ola migratoria, legal o ilegal, tiene efectos positivos y negativos; el impacto lo experimenta directamente la gente que convive con el extranjero recién ingresado, a menudo observando conductas que ofenden su cultura, sus costumbres, etc., lo cual amerita un poco de comprensión, como cuando uno va de visita a la casa de alguien y no actúa exactamente igual a como lo hiciera en la suya propia.
A lo conflictivo del tema, se añade el estereotipo del racismo, un asunto que debiera tratarse con suma delicadeza, porque no se puede generalizar en base a casos aislados que no denotan una actitud general; en este contexto, es indiscutible que el ser humano, documentado o no, sigue gozando de los derechos básicos y, también, de las obligaciones implícitas en aquellos.


“El derecho al respeto ajeno es la paz”, dijo Benito Juárez, enunciando con ello la clave del comportamiento humano a fin de evitar disputas. Dado que la migración es un fenómeno antiquísimo, mal podemos esperar que la gente pare de migrar; quizá más bien debiéramos procurar ponernos en los zapatos del otro, respetar la casa ajena así como a nosotros nos gusta que respeten la nuestra, y ser prácticos con respecto a la necesidad de las restricciones fronterizas porque si por un lado nos dividen, a menudo suelen unirnos también.

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