Por Eugenio Lloret Orellana

 

Eugenio Lloret

 

Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino“Vox populi, vox Dei”.  Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el tonto pueblo no tiene una sola voz, el gobierno interpreta la voz del pueblo, lleva esa versión al rango de verdad oficial, y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante

   
   
Al populismo se define como aquellos movimientos y doctrinas que hacen un llamamiento excluyente y dan preferencia al pueblo como una masa indiscriminada en donde el individuo es solo un pasivo instrumento de ese poderoso que es “El Pueblo“ y por lo tanto sus acciones quedan determinados al conjuro de su palabra mágica. Así, absolutizan los elementos armónicos de la sociedad y reniegan de las contradicciones, de las disidencias, o los conciben como un potencial peligro porque propenden a la disolución. Pretender una homogeneidad en el concepto populista de pueblo, es sólo posible a través del autoritarismo y por lo tanto de la degradación del concepto mismo de democracia.
Enrique Krauze, intelectual mexicano y autor entre otros libros, de Travesía liberal, establece el Decálogo del Populismo y propone para el debate los siguientes rasgos específicos:
- El populismo exalta al líder carismático. No hay populismo sin la figura del hombre providencial que resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo.
-  El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella… La palabra es el vehículo específico de su carisma. El populista se siente el intérprete supremo de la verdad general y también la agencia de noticias del pueblo. Habla con el público de manera constante, atiza sus pasiones, “alumbra el camino“, y hace todo ello sin limitaciones ni intermediarios.
- El populismo fabrica la verdad. Los populistas llevan hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino “Vox populi, vox Dei“.  Pero como Dios no se manifiesta todos los días y el tonto pueblo no tiene una sola voz, el gobierno interpreta la voz del pueblo, lleva esa versión al rango de verdad oficial, y sueña con decretar la verdad única. Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla.
  - El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado que puede utilizar para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere importantes, sin tomar en cuenta los costos. El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión.
- El populista reparte directamente la riqueza. Lo cual no es criticable en sí mismo, pero no reparte gratis: focaliza su ayuda, lo cobra en obediencia.
- El populista alienta el odio de clases: hostiga a los ricos, pero atrae a los empresarios que apoyan al régimen. El populista no busca por fuerza abolir el mercado: supedita a sus agentes y los manipula a su favor.
- El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales. El populismo apela, organiza, enardece a las masas. La plaza pública es un teatro donde aparece “Su Majestad El Pueblo“ para demostrar su fuerza y escuchar las invectivas contra  “los malos“ de dentro y fuera.
- El populismo fustiga por sistema al “enemigo exterior”. Inmune a la crítica y alérgico a la autocrítica, necesitado de señalar chivos expiatorios para los fracasos, el régimen populista requiere desviar la atención interna hacia el adversario de fuera.
-  El populismo desprecia el orden legal. Por eso, una vez en el poder el caudillo tiende  a apoderarse del Congreso e inducir la “justicia directa“ que para los efectos prácticos, es la justicia que el propio líder decreta para manejar a su conveniencia, al Poder Judicial.
-  El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia participativa.
 El populismo tiene, por añadidura, una naturaleza “moderada “, no termina por ser dictatorial ni totalitario, pero alimenta la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los errores que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, vive de la demagogia y hace todo para subvertir a la democracia.

 

Suscríbase

Suscríbase y reciba nuestras ediciones impresas en su oficina o domicilio llamando al 0984559424

Publicidad

Promocione su empresa en nuestras ediciones impresas llamando al 0999296233