Por Eliécer Cárdenas
Es penoso decirlo pero la evidencia no admite refutación: en general a los galenos, enfermeras y más personal paramédico de nuestro sistema de Salud le falta algo elemental: mística y voluntad de servicio. Cuántos pacientes se han topado con la indiferencia, cuando no la hostilidad de quienes deberían compadecerse de sus dolencias
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El caso de los neonatos, o recién nacidos con problemas de salud, que fallecieron por decenas en el lapso de algunos meses en hospitales de Guayaquil, Loja y otras ciudades, destapó un problema de vieja data: el de la mala calidad de los servicios públicos ecuatorianos, que con honrosas excepciones no escapan a este fatal diagnóstico que demuestra que, a pesar de los miles de millones inyectados por el Gobierno de la "Revolución Ciudadana" en construcción, ampliación y mejoramiento de los locales y equipamientos hospitalarios, éstos no han conseguido ofrecer servicios de mejor calidad a los centenares de miles de ecuatorianos y ecuatorianas, pobres en su inmensa mayoría, que acuden a las casas asistenciales del Estado para curar sus dolencias. El por qué de ello no ofrece dudas. Se puede contar con hospitales de última generación, por decirlo así, equipamientos con la mejor tecnología, camillas, ascensores para los pacientes, etc. pero si falla el elemento humano de nuestros servicios de Salud, no puede éste mejorar por más miles de millones que el Gobierno gaste en la Salud Pública. Es penoso decirlo pero la evidencia no admite refutación: en general a los galenos, enfermeras y más personal paramédico de nuestro sistema de Salud le falta algo elemental: mística y voluntad de servicio. Cuántos pacientes se han topado con la indiferencia, cuando no la hostilidad de quienes deberían compadecerse de sus dolencias, y han debido permanecer en las áreas de Emergencia horas, y a veces días, |
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en espera de una atención que en muchos casos no puede demorar porque la salud del infortunado paciente puede derivar sencillamente en muerte.
Los poderosos sindicatos y asociaciones de empleados y trabajadores de la Salud se han preocupado, generalmente, por "blindarse" con toda clase de supuestas conquistas para sus gremios, pero han olvidado que su misión radica en atender a los enfermos con un mínimo de solidaridad humana. Y si aún existen médicos abnegados que trabajan sin escatimar tiempo ni esfuerzos, hay por desgracia de los otros, para quienes su servicio en los hospitales públicos no es más que un engorroso pasatiempo, en el que permanecen lo justo, y a veces menos, para ir presto a sus consultorios o a clínicas privadas donde ganan muy bien por sus labores. Y no es que en los hospitales públicos perciban remuneraciones tan malas, sino que la salud hoy se ha convertido en fuente de enriquecimiento, dejando de lado los principios éticos que deberían guiar en todo momento la conducta de los galenos.
De este modo, nuestra Salud Pública difícilmente podrá mejorar, aunque el Gobierno siga invirtiendo millones en sanar a un enfermo que sencillamente no puede sanar, porque los principios y valores éticos se hallan en algunos casos a la deriva. Claro que los buenos médicos, no tanto buenos por las especialidades y maestrías que ostentan, sino por su disposición de servir sin escatimar tiempo ni esfuerzos, aún existen en los hospitales públicos para honra de esa profesión. |