Las buenas relaciones entre los países vecinos generan una corriente turística que ha impulsado el desarrollo de la ciudad peruana, dotándola de una infraestructura de ofertas cada vez mayores

Cientos de ecuatorianos disfrutan de las playas de Máncora, al norte del Perú, los fines de semana. Los hoteles se llenan con turistas de Azuay, Cañar, Loja y El Oro, que van a gozar del clima, de los paisajes y del mar más allá de las fronteras de su país. No faltan los ecuatorianos del norte del país, especialmente en largos feriados, como el de agosto por la fiesta de la Independencia.


Máncora es distrito de la provincia de Talara, en la región de Piura. Su clima es cálido todo el tiempo y entre diciembre y abril sube hasta los 35 grados centígrados. Se encuentra a mitad de camino entre las ciudades de Tumbes y Talara.

Puente de la Paz en la frontera ecuatoriano - peruana, construido por los gobiernos de los dos países. Arriba la placa conmemorativa de la inauguración.

Lo distraído empieza por el viaje: las carreteras que unen el austro ecuatoriano con el norte peruano están en perfectas condiciones. Quedaron atrás las molestias y peligros de conducir por las vías plagadas de baches como en tiempos anteriores. En vialidad €“justo es aplaudirlo- el Presidente Correa ha cumplido las aspiraciones seculares de los pueblos del sur ecuatoriano.


Pasados los controles fronterizos de Huaquillas y Aguas Verdes, el viaje sigue por la Panamericana Sur también en condiciones excelentes, para el recorrido que atraviesa Tumbes, Zorritos y otros pequeños pueblos del trayecto: en gran parte la vía está próxima al mar, lo que constituye de por sí un singular atractivo para la gente de los pueblos serranos del Ecuador.


Para pasar la frontera hay que cumplir un trámite de pocos minutos en las oficinas migratorias de Huaquillas y en las de Aguas Verdes en el lado peruano. No se necesita más documento que la cédula de identidad y la matrícula de los vehículos.

 


Máncora está a 130 kilómetros de la frontera ecuatoriana. El pueblecito de 10 mil habitantes llama la atención por el dinamismo y el ajetreo de los turistas, que tienen locales comerciales, restaurantes, hoteles, discotecas y diversos sitios de diversión, para alternar con la playas apacibles del Pacífico. "En Máncora nunca falta el sol", repiten los habitantes del lugar seguros de que en todo el año, el clima favorece a los amantes del mar y de la arena.

 


La ciudad se extiende entre el mar y el barranco de lomas desérticas donde se ve en lo alto algunos locales de hospedaje y diversión. La vía principal es la Panamericana que pasa entre el bullicio de la ciudad con cientos de transeúntes, turistas nacionales e internacionales, pues el lugar es un destino exclusivo para turismo.


El pueblo se identifica con el muelle de pescadores artesanales, la playa, el Point Surf, los instructores de surf y kitesurf, los kioscos de venta de alimentos, las discotecas y bares. Por la calle principal circulan las típicas mototaxis, motocicletas adaptadas como triciclos, cubiertas con un asiento posterior para dos o tres pasajeros. Cientos de estos aparatos pululan de ida y vuelta, reemplazando a los taxis o buses de transporte urbano del común de las ciudades.


Pasando Máncora y el muelle de pescadores están las playas de Pocitas y Vichayito, menos públicas y más privadas, con el mar más cercano a las montañas, cual farallones recortándose en el azul del cielo permanentemente despejado. En esta zona están los hoteles y restaurantes más exclusivos y elegantes. Cuando la marea está baja quedan entre las rocas pozos que son un atractivo especial para bañarse al sol, como si fueran piscinas. Muchos buscan estos parajes para buceo y pesca.


Hasta hace menos de una década Máncora no era más que la vía de paso hacia el sur peruano desde la frontera con Ecuador. Ahora llama la atención su crecimiento, con viviendas y edificios de hoteles, centros comerciales y de diversión, instalados entre la antigua vía y la orilla del mar.


El desarrollo turístico del pueblo peruano se sustenta en gran parte por la afluencia de ecuatorianos que lo visitan. La experiencia de conocer el paraje es interesante y novedosa, pero también invita a reflexionar a los ecuatorianos sobre cómo, más allá de la frontera nacional, ofertan mejores propuestas turísticas que dentro del Ecuador.


Para Cuenca, la playa más cercana es la de Jambelí, en Puerto Bolívar, distante apenas algo más de 200 kilómetros, pero pese a la belleza del lugar e inclusive la mejor calidad de la arena y la topografía plana de su playa, es poco concurrida, porque no se encuentra en ella las ofertas turísticas que hagan divertida la presencia de los visitantes.

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