Entre los  extremos  veranos o  inviernos, la vida de Cuenca ha estado  pendiente del comportamiento de los ríos que engalanan su paisaje y marcan su destino

Un verano inclemente en 1906 y el desbordamiento  del río Tomebamba en 1950 son los fenómenos climáticos extremos registrados en el siglo XX en Cuenca.
Al río Tomebamba, referente obligado de la cotidianidad de los cuencanos, con caudal exiguo en las sequías o inflado en tiempos de lluvia, se ha asociado y asocia el destino de la ciudad, entre la contemplación poética del paisaje o el terror de las inundaciones y catástrofes.
Han transcurrido 60 años de la mayor crecida del Tomebamba del que se tiene información probada, aunque no completa. El 3 de abril de 1950 aumentó súbitamente el caudal, provocando al paso la destrucción de viviendas, cultivos y puentes, mientras la corriente arrastraba piedras, árboles, animales y talvez seres humanos.
Al parecer un deslave en la zona de El Cajas taponó el cauce y dio origen a un embalse  de al menos cinco millones de metros cúbicos de agua que, al desbordarse, arrasaron cuanto aparecía a sus orillas, con una crecida pico de 400 metros cúbicos por segundo a su paso por la ciudad.

El 3 de abril de 1950 el Tomebamba se llevó los puentes de El Vado, Todos Santos y El Vergel

puente de el vado

El antiguo puente de El Vado.

puente de todos santos

Tramo del puente de Todos Santos que "se rompió" con la crecida de 1950.

el vergel

Puente y capilla de El Vergel reconstruidos luego del fenómeno.

Esa es la apreciación de Felipe Cisneros, ingeniero especialista en aguas, director del Programa de Manejo de Agua y Suelos (PROMAS) de la Universidad de Cuenca. Fue, en menor escala, fenómeno similar al de La Josefina, donde el derrumbe del cerro Tamuga el 29 de marzo de 1993 formó un dique y un lago de 250 millones de metros cúbicos que al desbordarse el 1 de mayo siguiente con una crecida pico de 10 mil metros cúbicos por segundo, produjo destrucción y catástrofe aguas abajo.
En 1950 el Tomebamba se llevó los puentes de El Vado, Todos Santos y El Vergel. El de El Vado lo había construido el arquitecto itialiano Martín Pietri entre 1811 y 1813 y el de Todos Santos el gobierno del Presidente Vicente Rocafuerte, hacia 1849. Los puentes de El Centenario y Mariano Moreno resistieron la riada.
Desde 1950 no se han producido crecientes mayores que esa, aunque no  hay información certera definitiva, pues las mediciones hidrológicas confiables son recientes. Además, el encauzamiento del río mediante muros ha profundizado el lecho, por lo que ha aumentado la capacidad de tránsito de las aguas y disminuido las posibilidades de desbordamiento.
Una isla de aproximadamente 60 por 40 metros, en las proximidades del puente de El Centenario, había desaparecido con la creciente de 1950, así como una gigantesca piedra redonda en las proximidades, a la que subían niños y jóvenes para lanzarse en nado a las aguas y de la que dan cuenta cuencanos que entonces eran menores.
Seis décadas después de la "famosa" crecida del Tomebamba, estas páginas rescatan fotografías que dan cuenta de aquel episodio hidrológico que es recuerdo e historia.

el vado

Fragmento del puente de El Vado luego de su destrucción.

 

El puente roto de Todos Santos, al otro día de la gran crecida.

 

Construcción del estribo sur del puente de Todos Santos a finales de la década de los 60.

El puente de El Vado y el barrio de San Roque.

 

La bajada de Todos Santos y el acceso directo al antiguo puente.

 

El puente de El Vergel destruido por la creciente.

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