Cinco años han transcurrido desde que una insurrección popular, en Quito, derrocara al Presidente Lucio Gutiérrez, acusado de excesos en el ejercicio del Poder, corrupción y traición a las promesas electorales mediante pactos con sectores políticos, judiciales y económicos representantes de caducas y desprestigiadas prácticas públicas.
Vale recordar el acontecimiento en los actuales momentos como un referente sobre lo que no debe repetirse en la vida nacional. Caminar sobre lo andado, repetir los errores, es lo menos que puede esperarse tras aquella asonada cívica y social con la que arrancó un movimiento patriótico que llegó rápidamente a escalar posiciones de liderazgo hasta llevar a la Presidencia al actual gobernante del país.
Lo que vino tras la terminación del período truncado, respetando la Constitución, fue la irrupción de una nueva forma de mirar la integridad nacional, con promesas de cambio a tono con las expectativas mayoritarias de los ecuatorianos, con criterios de justicia, igualdad, democracia, soberanía, solidaridad.
En los últimos tres años y cuatro meses del actual gobierno bastante ha trajinado el país por esos nuevos rumbos. Sería de ciegos no reconocerlo e injusto menospreciarlo. Pero para eso votó el pueblo en los repetidos procesos electorales que respaldan la gestión del gobernante, cuya obligación es ser leal a los mandatos de la voluntad predominante de los ecuatorianos.
En días y semanas recientes, el país ha vivido agitadas zozobras políticas cuyos oleajes semejan a corrientes turbulentas que recuerdan temporales que es preciso no olvidarlos, especialmente de parte de quienes tienen poder para evitar que se repitan las tempestades. El pueblo no puede ser traicionado nunca más. La responsabilidad de quienes fueron encargados para gobernarlo es sumamente grande con el presente y con la historia.
El destino del país dependerá del acierto, la prudencia, la sabiduría, el patriotismo y hasta la honradez con la que el gobierno nacional proyecte su gestión en adelante, tomando en cuenta que le queda más de medio camino que parece será siempre cuesta arriba.
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