Por Eugenio Lloret Orellana

 

Eugenio Lloret

Una gran masa amorfa, sin identidad, sin liderazgo o mejor con exceso de jefecitos sin poder ni presencia, disfrazados de mil colores, sin dirección ni destino. En la oposición caben todos, porque no existe la convicción ni los valores que aglutinen, ni la visión de un país diferente que emocione, ni los proyectos sino puros intereses personales

La oposición política en Ecuador desde la época republicana hasta nuestros días ha tenido sus páginas de gloria, de sacrificio y dolor, y unas cuantas grises llenas de incongruencias, carentes de cualquier respeto al principio de veracidad. En los momentos actuales tenemos una oposición que no está a la altura de las circunstancias, sino alineada a los intereses de la vieja política con sus dimensiones siniestras y destructivas. Lo peor es el protagonismo y la necesidad de notoriedad conspirativa de un grupúsculo que representa a la derecha oligárquica del Ecuador, creyendo que son ellos quienes tienen "la fórmula secreta " para redimir al país.
Sabemos quienes son los protagonistas directos de esas posturas extremas, emotivas e irracionales, como sabemos que hay una mayoría de ciudadanos que ya no está de acuerdo ni con el gobierno ni con la oposición. En democracia lo lógico sería pensar que existe una oposición que debe criticar, y a veces con dureza, pero también puede, e incluso debe, propiciar acuerdos en temas de Estado y que afecten al interés general. Esa cívica práctica ha sido casi inexistente en las maneras y en las actuaciones de la derecha política y en un sector de la izquierda, en relación con el Gobierno. Muchos que se llaman oposición, lo son porque son adictos a la contradicción, eternos perdedores en las urnas.
A unos les gustan las marchas para gritar consignas, mentiras e insultos. Son esos políticos de plazuela, líderes regionales y hasta jefecitos que han quedado acobardados con lo del neoliberalismo. Pero también hay de los que después de las marchas salen a reunirse con el ministro a discutir los destinos del país, esperando la oportunidad.

En la oposición hay de todo: hay ingenuos, hay pícaros de siete suelas, hay oportunistas, y hay quienes ignoran por qué están en la oposición. Y hay los veras narcisos de siempre que se creen indispensables y mueren por tener un micrófono cerca. Están los colados y los infiltrados, los que esperan un refrigerio o una papa.      
Para ser justos también hay una legión interminable de descontentos, de insatisfechos, de desempleados y resentidos. Lo cierto es que la oposición es una gran masa amorfa, sin identidad, sin liderazgo o mejor con exceso de jefecitos sin poder ni presencia, disfrazados de mil colores, sin dirección ni destino. En la oposición caben todos, porque no existe la convicción ni los valores que aglutinen, ni la visión de un país diferente que emocione, ni los proyectos sino puros intereses personales.
Por eso termina siendo una oposición desarticulada, sin sentido y soñando en un líder carismático que no existe. Eso quizás explique el perfil de los que desfilan a las siete de la mañana por los estudios de la televisión creyéndose redentores y salvadores de la patria. Lo que tenemos es lo que merecemos, una oposición abstracta, llena de discursos y análisis de "expertos " que a la hora de la verdad no dicen nada. A las cabezas visibles de la oposición les falta coraje y humildad para saber qué significan ellos como oposición en democracia. Les falta pensamiento y acción, y competencias para orientar a la comunidad hacia logros concretos. Ecuador merece tener una oposición seria y responsable, con líderes auténticos, no capataces de pacotilla ni de narcisos que presumen de políticos.

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