Por Yolanda Reinoso


Yolanda Reinoso

Los granos de arena del desierto árabe son finísimos - la presencia de sal es mínima - , de una consistencia similar a la del polvo y una suavidad incomparable No he tocado nada más suave que eso hasta ahora y correr con los pies descalzos por las dunas no se compara a una caminata en la playa o en el pasto

 

No hay imagen en el cine ni postal que pueda darnos fe de la real belleza de un desierto. El que yo vi por primera vez, al llegar en Emiratos Árabes, me cautivó de inmediato y, para mí, es el paisaje más impactante que existe sobre el planeta.
La visión de las inmensas dunas del desierto árabe, que es sobre el cual se asienta la mayor parte del territorio de EAU, implica contemplar una vasta extensión de finísima arena cuyos matices varían del beige a un naranja de mayor o menor intensidad según la luz solar. Las ondulaciones de las dunas, de cuyos bordes se desprende la arena por acción del viento constante, dan la impresión de olas moviéndose casi imperceptiblemente, y ese estado casi estático del paisaje, infunde una calma sin par, pues allí el silencio total es casi posible, de no ser por el rumor de la brisa.
La altura de algunas dunas es sencillamente impresionante. Hacia el sur del territorio, el desierto de Rub-al-Khali deja ver las más empinadas en una zona llamada Liwa. Á‰sas son las que la gente prefiere para ir a conducir sus jeeps y sentir la sensación de estar en un tobogán que no tiene fin.
Las dunas ascendiendo o descendiendo en curvas tan pronunciadas que a menudo parece que acabaran en un abismo, permiten sombra aquí y allá, variando aún más el color de la arena. La vegetación no está ausente, y hay zonas donde ésta crece más que en otras en forma de arbustos aislados y a veces dejando que las acacias sean tan frondosas, que sus hojas bien pueden servirle de alimento a un camello.
En ciertas áreas, es sabido que bajo las dunas se puede encontrar agua si se cava un metro, aunque en la mayoría de casos el fresco líquido yace a mayor profundidad según la época del año: si es invierno, el frescor del día y el frío intenso de la noche permiten que el agua aflore y se mantenga más cerca de la superficie.
La fauna pasa la mayor parte de su día bajo dos o tres capas de arena: arañas, serpientes, escarabajos negros y reptiles, prefieren enterrarse en las horas de más sol, pues la frescura está garantizada a sólo unos cuantos centímetros de la superficie de las dunas. Cuando uno va por la noche al desierto, el sitio ideal para una parrillada nocturna si es que hay luna llena, no es raro ver a los escarabajos trepándose por las patas de las sillas que la gente dispone pensando que así evitará a estos insectos.

Los halcones salvajes no son raros durante el día, pero para observarlos hay que adentrarse en el desierto al menos una hora lejos de la carretera. Hay también ratones y por supuesto, escorpiones. Se sabe que en lo más profundo del desierto, todavía se hallan ejemplares del llamado leopardo árabe, así como manadas de gacelas propias de la zona, que la mayoría sólo llega a apreciar en una visita al zoológico ubicado en el emirato de Sharjah, dedicado principalmente a la exhibición de especies árabes, y actualmente encargado de un proyecto de reproducción de antílopes Orix, una especie a punto de extinguirse como consecuencia de la caza por parte de los británicos que colonizaron el área en los años sesenta.
Los granos de arena del desierto árabe son finísimos y la presencia de sal es mínima, razón por la que su arena es de una consistencia similar a la del polvo y de una suavidad incomparable. De hecho, no he tocado nada más suave que eso hasta ahora, y correr con los pies descalzos por las dunas es una experiencia única: no se compara a una caminata en la playa o en el pasto.
Una menor extensión de territorio en EAU, corresponde a la del desierto rocoso en algunas partes de la frontera con Omán principalmente, de una belleza distinta a la del arenoso.
Al sentarse sobre una duna, es fácil comprender cuánto ha cambiado el planeta a lo largo de su historia. Donde hay desiertos hoy, hubo mar alguna vez, y hay que admirar que los beduinos hayan encontrado maneras de sobrevivir y adaptarse a un ambiente tan arduo como el desértico; la vida y la belleza también son posibles en la aridez.

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