Por Julio Carpio Vintimilla

 

Julio Carpio Vintimilla

El periodista debe ser leído. Es su obligación. Para ello, debe escribir con calidad. Reiteramos: debe producir con calidad. Remachamos: debe esforzarse para lograr la calidad. Y, si no es así, se perderá espacio, papel, tinta, trabajo de los canillitas; y   dinero de los inversionistas o, peor, de los pobres y sufridos contribuyentes

Siempre hubo algún periodismo bueno. Y, por supuesto, también, mucho, mucho, de malo. Veamos lo bueno. En los primeros años de la década del cincuenta, éramos colegiales. Y €“ entre los recuerdos que conservamos €“ está la expectativa, de nuestros familiares y   conocidos,   por la aparición de   LA ESCOBA, de los domingos. Los jóvenes escritores de dicho semanario humorístico hacían, ciertamente, un periodismo más bien local. Pero, al mismo tiempo, amplio, renovador, polémico; útil para Cuenca, entonces una medio arcaica, adormecida y   aislada urbe. En pocas palabras, hicieron un periodismo interesante y   de buena calidad. Por eso, ellos encontraron su público; conquistaron, en buena forma, a sus lectores. Unos años después, el mismo fenómeno se repitió, a escala nacional, con LA CALLE; la revista política quiteña, de Alejandro Carrión y sus colegas. La expectativa era igual. Viejos y   jóvenes disfrutamos de su lectura. ( Hasta cuando, por desgracia, su cuerpo de redactores se enemistó; y se dividió. Y   LA CALLE quedó debilitada. Y su retoño €“ la revista MAÁ‘ANA, de Pedro Jorge Vera €“ terminó convertida en una regular y   estereotipada publicación de la izquierda marxista.) Esto, en cuanto a publicaciones nacionales. Porque, en esa época, en Cuenca, se leía, también, la LEOPLÁN, de Argentina; la MUNDIAL, de Uruguay; la SUCESOS, de México; la O CRUZEIRO, de Brasil, edición en español; la BOHEMIA, de Cuba; y, desde luego, la muy famosa y   controvertida SELECCIONES, de los Estados Unidos. Todas estas revistas generales €“ y   otras especializadas; v.g. ECRÁ€N, cine, Chile €“ practicaron, en mayor o menor medida, un buen periodismo. Nos informaron, nos hicieron pensar, nos distrajeron. De eso, se trataba. Y   lo consiguieron, a veces, con sólo el "soporte" del papel periódico; y   la tecnología antigua de la linotipia y   el clisé. ¿Y no es este resultado, justamente, lo que, hoy día, -- con tanta moderna sofisticación tecnológica €“ a menudo, no logramos conseguir?   Y, tampoco, había, en aquel tiempo, tantas escuelas de comunicación Para pensarlo.
Vayan estas preocupaciones a   propósito de INTERNET, y   de la real, o supuesta, decadencia del periodismo en "soporte" de papel. La pantalla se difunde; es cierto. Desaparecen algunos diarios; es cierto. ( ¿Cuándo, no?)   Se encogen las plantillas y   los sueldos de los periodistas; otra vez, cierto. ( ¿No ha sucedido esto, también, antes, en otras crisis?)   Pero, ¿podemos deducir, de ello, la inminente y   total supremacía de la pantalla; y la inevitable desaparición de las publicaciones periódicas en papel?   No es tan seguro. (Ya hemos dicho, anteriormente, algo sobre el asunto. Así que, dejémoslo.) Y, para seguir adelante, volvamos al tema de la calidad.
Nos encontramos, en este punto, con una noticia animadora. Hernán Casciari €“ columnista, en Barcelona, del diario LA NACIÁ“N, de Buenos Aires --   nos informa de la aparición, en Francia, de la revista XXI. " como el siglo de la debacle del papel Se publica una vez cada tres meses y   cuesta quince euros.   El dato más interesante este magazine de papel no tiene publicidad. Ni una sola. Es un mamotreto de doscientas páginas con reportajes y   entrevistas muy   extensos, fotografías de autor, ilustraciones de vanguardia y   cómic, mucho cómic. Todos los contenidos de XXI se ofrecen en papel y absolutamente ninguno en la web. El último número el octavo editó 47.000 ejemplares y se imprimieron más cuando se agotó varios números anteriores ya han sido reeditados Es la (revista) más vendida en las librerías francesas. Su   redactor   jefe, Patrick de Saint-Exupery, trabajaba antes en Le Figaro No soportaba ajustar sus artículos a un número limitado de líneas. (Trata de) reivindicar el periodismo de investigación. El mismo que la prensa tradicional perdió a causa de Internet (o) por querer parecerse a Internet. (Sostiene Saint-Exupery que) La batalla para el futuro de la prensa se libra en el contenido, así de sencillo." Eso es. Bueno, ¿qué les parece?
Los contenidos son, casi siempre, más importantes que los continentes. Realmente, las ideas son las que cambian el mundo. El alfabeto fonético y   los números arábigos   (pensamiento, programa, software) fueron -- relativa y   civilizatoriamente €“ más importantes que la imprenta y   la pantalla (máquina, soporte físico, hardware).
Examinemos, ahora, una experiencia nacional completamente contraria: EL TELEGRAFO, de Guayaquil; el denominado "primer diario público ecuatoriano". En aras de la brevedad, sólo mencionemos, de paso, los malos cálculos; el vicioso sesgo oficialista; las desmedidas expectativas €“ mejor ilusiones €“ de nuestra intelectualidad de izquierda; la autocensura interna; las pérdidas de dinero, que ya suman 30 millones de dólares Y concretémonos, más bien, al real desempeño del diario. Noticias: como los demás; ninguna verdadera diferencia. Investigación periodística: hasta ahora, inexistente. Opinión: diríamos que, en general, inferior a la de HOY y   EL UNIVERSO; que tampoco son del todo buenas, pero sí, lo mejor que tenemos (Un articulista nos habla de sus excursiones gastronómicas en Lima; otro, de ciertas personales e íntimas ensoñaciones amorosas ; un tercero, nos confiesa, de entrada, cuanto le costó ¡encontrar su tema semanal ! Vaya, ¡es casi imposible abandonar el fácil, usual y   rutinario opinionismo!   Nota.- Un Alejandro Carrión no aparece, por cierto, como las flores anuales Chomsky €“ o, por lo menos, el Galeano de hoy -- lucen como cumbres inalcanzables )   Análisis: por lo anterior, casi nada. Pedagogía social: casi cero. (Con la única excepción de unos tres artículos históricos de Jorge Núñez Sánchez.)   Ni siquiera, los "enlatados" extranjeros convencen. (Periodísticamente, Rosa Montero y   Ángeles Mastretta están en la medianía.) El defensor del lector no defiende nada; no juzga, ni recomienda nada; se limita a publicar las cartas que recibe Y todo con muy buena tecnología En fin, un fiasco; otro notable y costoso fracaso. Mucho ruido y   sólo un par de nueces; como casi todo en nuestra etérea y chapucera Revolución Ciudadana.
Para recordar: La gente no come aserrín Y, en general, no es tonta En el periodismo, quiere algo de sustancia, algo de   interés,   algo de amenidad. El periodista debe ser leído. Es su obligación. Para ello, debe escribir con calidad. Reiteramos: debe producir con calidad. Remachamos: debe esforzarse para lograr la calidad. Y, si no es así, se perderá espacio, papel, tinta, trabajo de los canillitas; y   dinero de los inversionistas o, peor, de los pobres y   sufridos contribuyentes
Y, para terminar, olvidémonos un poco de los "soportes" físicos. Las fábulas de Esopo eran buenas, leídas en los rollos de papiro; y   siguen siendo buenas cuando salen de la rutilante pantalla de un computador. Notemos que los contenidos son, casi siempre, más importantes que los continentes. Realmente, las ideas son las que cambian el mundo. El alfabeto fonético y   los números arábigos   (pensamiento, programa, software) fueron -- relativa y   civilizatoriamente €“ más importantes que la imprenta y   la pantalla (máquina, soporte físico, hardware). Aceptemos, desde luego, la modernidad; con todas sus maravillas tecnológicas. Son, ciertamente, en muchos casos, una bendición. Pero, hasta ahí nomás. Valoremos correctamente el talento y   los materiales. Y no seamos como aquellos indígenas que se dejaban deslumbrar con las bolitas de colores, los calidoscopios y   los espejitos                              

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