Por Alba Luz Mora
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No debe culparse al Presidente de la Asamblea o a determinadas figuras gobiernistas por esta conducta generalizada e insuperable
-ni tampoco quienes no están con el oficialismo conservan su posición meridiana y patriótica-, sino mejor al sistema parlamentario que siempre reinó en el Ecuador.
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El pueblo ecuatoriano ha mirado con estupor y desencanto el papel que ha cumplido hasta ahora la Asamblea Nacional en su tarea de legislar, fiscalizar y organizar el Estado. Un trabajo que debió realizarse disciplinadamente, con madurez y serenidad, mostrándose tolerante con quienes se discrepa y permitiendo que reflexionen y opinen los contrarios y se favorezcan los consensos equilibrados y patrióticos, ha sido un fiasco. Todo ha desembocado en el caos politiquero de siempre. Posiciones extremas y antagónicas irreconciliables, desconfianza y duda sobre todo y radicalismos desmedidos, que dejan advertir un sectarismo político sin medida, que obstaculiza la comprensión, torna muy difíciles las discusiones serenas y provechosas y jamás favorece las aprobaciones equilibradas. No creemos que al Presidente de la Asamblea o a determinadas figuras |
gobiernistas deba culparse por esta conducta generalizada e insuperable, ni tampoco que quienes no están con el oficialismo conserven su posición meridiana y patriótica, sino mejor al sistema parlamentario que siempre reinó en el Ecuador, muy proclive a identificarse con posiciones antagónicas irreflexivas, siempre apelando al número y no a la razón ante las discrepancias, que confunden. En el caso de los gobiernistas, por mostrarse incondicionales con las causas oficiales sin sostener posiciones serias y equilibradas. Prueba de este panorama desconsolador es que se archivaron o "fueron al limbo" proyectos tan importantes como La Ley de Aguas, la Ley de Comunicación y el proyecto de reorganización de la Educación Superior. Es irresponsable, infructuoso y nulo el tiempo y los ingentes egresos económicos que son financiados por todos los ecuatorianos. |