Por Eugenio Lloret Orellana

 

Eugenio Lloret

La UNASUR, con 388 millones de habitantes, ostenta un producto superior a los 2.9 millones de millones anuales, posee un tercio de las fuentes de agua dulce del planeta, ubicada en el primer lugar en la producción mundial de alimentos y con reservas de hidrocarburos para los próximos 100 años

Las dos últimas décadas del siglo XX, a pesar de retomar los procesos políticos institucionales, fueron globalmente negativos para nuestro Continente.
En vez de imponerse nuestra creatividad teórica del pensamiento crítico latinoamericano a través de la CEPAL, del carácter dependiente de nuestras sociedades, con la teoría marxista de la dependencia y de mantener nuestra creatividad €“ aquella tan presente, reconocida y consagrada en el plano cultural €“ se impuso, a partir de los intereses de los centros imperialistas en complicidad con nuestras élites políticas y económicas un esquema acorde con los intereses del capital financiero mundial. En lugar de privilegiar el combate a las desigualdades sociales, fue llevado a la práctica un proyecto neoliberal que permitió crecer a la burguesía y a los estratos altos de las clases medias y condenar al abandono y la regresión a la gran mayoría de nuestras poblaciones.
En suma: se impuso la copia de los estilos de vida y de consumo de las sociedades imperialistas, se impuso el cinismo, el escepticismo, la corrupción en lugar de la moralidad y de la solidaridad en la vida pública.
Durante la primera década del siglo XXI América Latina se ha convertido en un laboratorio de cambios sociales, políticos y económicos de gran interés, sí bien parten de una realidad muy dolorosa: se trata del continente más desigual del mundo. América Latina se encuentra hoy en un momento contradictorio, en el que se abren oportunidades históricas debido a la nueva sensibilidad social de la gran mayoría de sus gobiernos, aunque también acechan graves amenazas como la crisis financiera global o aquella temida de repetir viejos errores que perpetúen algunas debilidades que parecen enquistadas, a saber, la visión clientelar de la vieja política, la incapacidad de fiscalizar a las élites poderosas y la continua modificación económica que depende de sus recursos naturales.
América Latina entra en el 2010 como un volcán en efervescencia, enfrentando la mayor

crisis social de su historia. Los grupos de poder están sentados impávidamente sobre barriles de pólvora que ellos mismos han puesto, mientras la inmensa energía de nuestros pueblos se pierde de forma destructiva, por la agitación de la olla en ebullición, en forma de crisis de seguridad pública, de violencia social y hasta catastrófica que, en el fondo, sirve a los poderosos para sus proyectos de perpetuación.
Socialismo o barbarie: ése viene a ser el desafío para América Latina. De nuestra capacidad de crear proyectos socializadores con el objetivo de la construcción de una sociedad de negación y superación del capitalismo, depende la victoria de la civilización o de la barbarie, es decir, del socialismo humanista sobre el capitalismo salvaje.
Los recursos naturales que posee América del Sur podrían convertir a la región en la cuarta economía más grande del mundo sí se trabajara con una visión de integración regional a través del UNASUR, último intento para ingresar a la nueva política y diplomacia multipolar del siglo XXI.
La UNASUR, con 388 millones de habitantes, ostenta un producto superior a los 2.9 millones de millones anuales, posee un tercio de las fuentes de agua dulce del planeta, ubicada en el primer lugar en la producción mundial de alimentos y con reservas de hidrocarburos para los próximos 100 años, y para su consolidación tiene la opción jurídica y política para unir los dos sistemas subregionales de la CAN y el MERCOSUR. Tiene como desafío fundamental la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, un sistema de seguridad y defensa regional con la prohibición de injerencia extranjera y el control de los gastos militares, la protección de la biodiversidad, los recursos hídricos y los ecosistemas, además de la lucha contra los efectos del cambio climático.
Estados Unidos ha perdido presencia política y comercial en el sur de América. Otros actores extra regionales, como Rusia, China e incluso Irán, podrían fortalecer la UNASUR. El reto está   planteado.

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