Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
El perdedor supo aceptar su desventaja y reconocer
noblemente el triunfo de su contrincante. El candidato Eduardo Frei-Tagle democratacristiano y el
triunfador Piñera hicieron declaraciones sensatas y el perdedor supo abrazar cordialmente a su opositor, anhelándole éxito en la tarea a cumplir


La forma civilizada con que Chile realizó sus elecciones presidenciales entre los contendores Sebastián Piñera, de derecha, y Eduardo Frei, de izquierda, debe hacernos meditar sobre la madurez a que ha llegado un pueblo latinoamericano similar al nuestro y con parecidos problemas regionales.
Primero fue la actitud de los dos postulados finalistas: activos y precisos en   sus planteamientos, respetuosos con las fuerzas opuestas, claros en pensamiento y precisos en las agendas a desarrollarse. Nunca se supo de actitudes negativas, ni de acciones populares controversiales ni de actos reñidos con la ética y los derechos humanos. Las campañas se cumplieron en todo el territorio, en ciudades y poblaciones de ese país, nadie se desdijo de sus postulados ideológicos, señalaron los retos que deben afrontarse prioritariamente y llevaron su bandera partidaria convencidos de que su fórmula era la mejor y conveniente para Chile.
Pero, sobre todo, luego de la primera vuelta y de la segunda y definitiva, el perdedor supo aceptar su desventaja y reconocer noblemente el triunfo de su contrincante. El candidato Eduardo Frei-Tagle

democratacristiano y el triunfador Piñera hicieron declaraciones sensatas y el perdedor supo abrazar cordialmente a su opositor, anhelándole éxito en la tarea a cumplir.
Para el pueblo chileno y para quienes espectábamos desde otros países, quedó muy clara esa conducta noble de los contrincantes, ejemplo que cundió entre sus respectivos partidarios y hasta en los análisis de prensa que se sucedieron después de estas elecciones ejemplares. Sin embargo lo admirable y edificante fue el discurso del exPresidente socialista Ricardo Lagos, de 71 años, quien aclaraba que la oposición sabrá mantenerse vigilante y cuestionadora, sin desborde alguno, poniendo por delante siempre la grandeza política y moral de su país y refiriéndose a que solo el concurso de todos será el mejor estímulo para quien empiece a aplicar   sus políticas y programas de acción.
El ámbito nacional e internacional supo advertir un evento político realizado con madurez y patriotismo bien entendido, un ejemplo digno de imitar e implantar en nuestros controversiales países latinoamericanos.

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