Fabuloso descubrimiento a orillas del río Machángara evidencia lo mucho que falta conocer del pasado que talvez antecedió a las culturas cañari e inca


Muro con piedras gigantes talvez transportadas.

Piedras sobrepuestas que evidencian la intervención humana.

Durante siglos han permanecido encubiertos entre los matorrales vestigios de culturas que poblaron las proximidades de Cuenca en tiempos inmemoriales.
Mientras más se conoce de la presencia humana en el planeta, más se ignora, contradictoriamente, el mundo y el tiempo en los que habitaron y menos de quiénes fueron, cómo vivieron y sobrevivieron. Un accidental y sorpresivo descubrimiento arqueológico a orillas del río Machángara, cerca al puente de Milchichig, acaba de abrir pistas y enigmas sobre un pasado ignorado por los especialistas y las instituciones dedicadas a explorar la trayectoria de los seres humanos por los rincones americanos que fueron territorio de cañaris e incas antes de la irrupción de los españoles.
Gigantescas piedras labradas formando muros -acaso terrazas para sostener los cultivos en los flancos de la colina que desciende al río- llaman la atención por su diferencia de magnitud con los materiales de Pumapungo, Ingapirca, Chobshi, Cojitambo y otros asentamientos prehispánicos en el sur ecuatoriano.
Se nota que son elementos líticos transportados, pues en la zona lo que hay son cantos rodados del río, pero no estructuras de más de tres metros cúbicos que invitan a calcular el esfuerzo para llevarlas al sitio y colocarlas una sobre otra sin más ligamen que su peso y la superficie liza de contacto entre ellas.

Cuanto se ha dicho hasta ahora son hipótesis, pero es indudable que se trata de vestigios de construcciones humanas de más de 500 años de antiguedad y que además estarían asociados con el río al que no solamente están próximos sino hasta dentro de él.

Profesores y estudiantes de La Unidad Educativa Politécnica Kennedy hicieron el descubrimiento a mediados de enero pasado, cuando en prácticas de ecoturismo, hacían la limpieza de las riberas del río Machángara en senderos cercanos al plantel, ubicado en las proximidades de la unión de la avenida González Suárez con la Panamericana Norte, al extremo oriental de la ciudad.
Las gigantescas moles, gastadas por el paso del tiempo, las lluvias, el viento, la erosión del entorno, meteorizadas; con cicatrices de la presencia humana, el pastoreo, los cultivos, el abandono, seguramente darán mucho sobre qué estudiar e imaginar a los arqueólogos y antropólogos.

Detalle en el que se aprecian inscripciones que deberán interpretarse.

Entre los musgos y líquenes que cubren la superficie de las piedras, hay marcas que parecerían caligrafías crípticas como no se encuentran en similares conjuntos arqueológicos de la región. ¿Qué mensajes herméticos dejaron expresados para la eternidad los primitivos habitantes en esas inscripciones indelebles esculpidas en la dureza incorruptible de las piedras?
Los vestigios están esparcidos, en forma discontinua, por una amplia superficie, como las piezas de un rompecabezas gigante que seguramente será difícil, si no imposible, rearmarlo con precisión y seguridad en el futuro. Las incertidumbres y enigmas, harán más interesante la investigación de los especialistas, en el intento de encontrar sentido y función a cada fragmento del conjunto, como buscando en cada uno de ellos la parte oculta de un tesoro.
El Rector del plantel educativo, Jorge Muñoz, notificó el 19 de enero al Instituto de Patrimonio Cultural, regional del Austro, el sorprendente hallazgo, para que adopte las acciones técnicas y legales aplicables a este tipo de bienes patrimoniales que deben ser estudiados, protegidos e intervenidos, como testimonios monumentales de la más antigua presencia del hombre en las tierras de Guapondelig   y Tumipamba de la Cuenca de antes de ayer.
Todo está por investigarse. Nada se puede adivinar o imaginar de momento. Pero acaso la proximidad del río llevaría a la hipótesis de que los muros podrían ser contrafuertes del "puente roto" más antiguo de Cuenca o acaso, de una presa para formar un embalse, pues en el lecho del río hay piedras labradas con canales que equivaldrían a los desagües de fondo de las grandes presas que se construyen en los actuales tiempos para riego o generación eléctrica.
El descubrimiento arqueológico evidencia lo poco que se conoce aún sobre el remoto pasado de la presencia del hombre en la Cuenca de hoy, ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad y, lo mucho que queda por investigarse para saber quiénes fueron y cómo vivieron sus seculares o milenarios antepasados.

 

Piedra en el lecho del río con perforaciones que parecerían haber sustentado pilares de un puente o una presa (arriba).

A la derecha estudiantes del plantel retiran la vegetación que cubría las piedras y una vista del río con vestigios arqueológicos en primer plano.

Abajo, lo que se considera "la cara del Inca"

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