Por Marco Tello
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Los vocablos corsario, bucanero y filibustero, todos caben en la acepción general de pirata, de una voz griega que significa atacar; sin embargo, denominaron en su tiempo modalidades diferentes. La piratería despertó la ilusión en muchos hombres sin patria ni bandera, para quienes la gloria y la muerte atraían con idéntico fulgor
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Quien lea "Piratas y Corsarios", de Elliot Dooley (Barcelona, Bruguera, 1967, con licencia eclesiástica) notará que el interés por el tema no decae; al contrario, se actualiza más allá de la nostalgia que a veces nubla la verdad sobre el acontecer humano. |
Armaban por su cuenta la expedición y, a falta de una presa enemiga, se pagaban saqueando por equivocación un barco del propio país. Francis Draque, protegido de la reina Isabel, fue luego ennoblecido por sus brillantes servicios a Su Majestad.
Cansados de aventuras o reprimidos por los excesos, muchos piratas y corsarios se establecieron en la isla Española, donde descubrieron que era posible gozar de entera libertad viviendo del intercambio de productos con los barcos que anclaban en la costa. Los pacíficos comerciantes tenían aspecto salvaje, andaban andrajosos, alimentados de "bucán", que en araucano era la carne secada al sol y asada en leña verde. Esta vida disipada de los bucaneros, libre, desorganizada, sin autoridad, irritó de tal modo a la Corona española que decretó su exterminación. Fueron cazados y diezmados sin piedad; pero los sobrevivientes alcanzaron a refugiarse en la Tortuga y juraron venganza. Allí, los bucaneros eligieron a sus jefes y se lanzaron al mar. Ahora eran filibusteros, palabra del francés, pero con el sentido originario de libres saqueadores. Célebre en las costas del Caribe fue Jean David Nau, "el olonés". Tomó Maracaibo y obtuvo por el terror 260 mil pesos oro. Mansvelt saqueó Santiago de los Caballeros al cabo de una penosa marcha por la selva, durante la cual prohibió a sus hombres, bajo pena de muerte, hablar en voz alta o cantar. Pirata, corsario y filibustero fue Henry Morgan. Desde Jamaica organizó el saqueo de Maracaibo. En 1671 tomó Panamá, la fortaleza casi inexpugnable de los españoles; mató, masacró y reunió un valor incalculable en oro, plata y objetos preciosos. Aclamado como héroe por los ingleses jamaiquinos, fue pronto ennoblecido por la Corona británica en pago de sus servicios. Nombrado Teniente Gobernador de Jamaica, Sir Henry Morgan se comprometió a eliminar a sus antiguos compinches. Nadie como él para sorprenderlos en sus guaridas y ahorcarlos. Murió lejos del mar, en la cama, y fue sepultado en la iglesia de Santa Catalina. Cada vez que otros tesoros han deslumbrado a los aventureros, se han sofisticado las operaciones de pillaje, y nuevos saqueadores se han repartido el botín. En nuestro siglo, algunos herederos de la ambición ya corrieron la suerte del capitán Kidd y expiaron las culpas en la horca; pero otros han sido ennoblecidos por nuevas formas de reconocer los servicios prestados a las naciones venturosas. |